25. ABUELO

Regresó a su casa, no quería preocupar a su esposa. Aunque ya ella había escuchado los mensajes que había dejado Luis y lo miró interrogante.

—No es nada, tuvieron una estúpida pelea, ella está bien.

—¿Por qué no vino para aquí? —le preguntó por señas.

—Porque está estudiando y se quedó con una amiga.

—Santiago, sé que me mientes, ¿dime ahora mismo qué pasa con Bella? —inquirió ella molesta por señas.

—No lo sé querida, de veras no lo sé.

—¡Llámala!

—Ya lo hice, pero no me responde, mira la hora que es, de seguro está en clases.

—Está bien, si no aparece en la tarde, después de la terapia iremos a su casa a ver qué es lo que le pasa.

—De acuerdo, termina y vamos.

Durante todo el tiempo en que acompañó a su esposa en el hospital, no dejó de llamar al portero para saber si ella había salido. La volvió a llamar a ella, sin resultado, no le tomó el teléfono. Estaba realmente desesperado. Llamó al ama de llaves de la casa de Bella, la señora Gisela.

—Dígame.

—Gisela, soy yo, Sardino. ¿Qué
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