Capítulo 40

Aidan me acostó sobre la cama con sutileza como si temiera lastimarme.

Mi cabeza estaba girando, por suerte las náuseas ya habían desaparecido pero quería estar sola.

Alcé mi mirada para verlo a los ojos y mi mandíbula se tensó inevitablemente.

—Estoy bien, estoy un poco cansada.

Puedes irte.

Ahora fue su turno de tensarse.

Vi como apretó sus puños y sus ojos me quemaron con la mirada que me dio aunque se las arregló para asentir con la cabeza.

—Está bien, te dejaré descansar pero vendré a chequearte.

—No tienes qué hacerlo —murmuré yo apartando mi mirada de él para colocarla sobre la ventana de mi habitación.

Escuché que él dejó escapar un gruñido de sus labios por lo bajo.

—Voy a hacerlo, de eso no hay discusión.

Descansa.

Antes de que pudiera evitarlo, Aidan cubrió mi cuerpo con una frazada y salió de mi habitación en silencio.

Mi traicionero corazón latió con más rapidez y tuve que deshacerme de todos esos pensamientos estúpidos que rondaban por mi cabeza sobre Aidan y yo.

—Dejémo
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