03

— ¡Vamos, Nova! ¿Por qué estás tan enfadada? —aun no les contaba sobre mi encuentro con McCarthy. Me disponía a hacerlo cuando la risa de Luke me interrumpió—. ¿Es porque me acosté con Quill?

La cara de Quill se torna roja cuando escucha esas palabras salir de la boca de Luke, luego verde al darse cuenta de que este lo estaba abrazando y tratando de besar.

—Amor mío, que no te de pena—Luke ajusta su voz para que suene chillona, imitando el de algunas porristas que intentaban ligarle.

—Más pena me das tú.

— ¡Ya sal de closet, cabron! —se le abalanza encima.

— ¡Aléjate de mí!

Quill seguía con ese rostro inigualable de fotografía, pero ahora también parecía una mezcla de asco debido al beso que había depositado Luke en sus labios.

¿Escenas homosexuales en medio de la calle?

Súper normal.

—Aquí te dejamos —se detienen frente a la puerta de la academia Bachet esperando a que yo entre.

—Recuerda no estirar la pata mientras no estamos —Jess golpeó a Luke en el estómago.

— ¿Qué piensan hacer ahora?

—De acuerdo a nuestra agenda... —Jess saca su teléfono y empieza a deslizar el dedo—. Robaremos un banco, asesinaremos a los descendientes de Hitler y luego concursare en un certamen de belleza donde me casare con Douglas Booth, mientras que tú, estás en un hueco fingiendo ser una bailarina.

Creo que aún le molesta que la deje sola en las tardes con el dúo retrasado.

Pero juntos eran: los tres chiflados.

Entro a la academia y me veo en el gran espejo del fondo. Mi cabello corto roza la piel de mi cuello con una camiseta blanca y un jean overol ajustado. Me encontraba en el piso de ballet, mire a todas las niñas con sus tutus blancos y cabellos sujetados.

—Buenas tardes, Nova—le devuelvo el saludo con la mano a la maestra Fiby la cual parece una Barbie por el cabello rubio y ojos celestes.

Subo las escaleras angostas en forma de caracol, lo que me hacía difícil no ver como las niñas contorsionaban sus pequeños cuerpos para el calentamiento.

Parece que no tuvieran vertebras las condenadas.

Achino los ojos al sentir el sol de las tres de la tarde en mis retinas. La habitación es mucho más amplia que la de abajo, con un enorme espejo que cubre toda la pared y del lado derecho un ventanal que daba al techo de la pastelería de la señora Meredick cumpliendo con la función de terraza, lo que impregna el salón con un exquisito olor a crema pastelera.

Me siento junto con mis compañeros. La rubia de ojos negros y un poco dientona cuando sonríe es Alice Onisse—nieta de la señora Meredick—y Jeremy Fields, cabello castaño claro y ojos grises. Los demás hablan y otros bailan. Puedo notar varios rostros nuevos y supongo que son nuestros futuros "aprendices".

Entonces, en cámara lenta, como sacado de una película de horror, veo cómo el profesor Carlos entra con el que posiblemente sea la razón de que el techo de la pastelería se convierta en una futura escena del crimen.

Lo único que quiero es hacerme bolita para que él no me vea, y no por vergüenza sino porque no quiero que agote mi poca tolerancia después de haberse atrevido a tocarme, a abrazarme, mejor dicho.

¿¡Qué hace Brayden McCarthy aquí?!

—Buenas tardes—el profesor saluda con voz ronca sin desviar la mirada del espejo—. Los nuevos a la pared y los otros a la ventana.

Con inquietud camino detrás de Jeremy mientras los novatos se acomodaban en la pared. ¿Me habrá visto? aunque si no lo hizo lo hará muy pronto. Yo sin embargo no puedo separar la vista de él, me desconcierta verlo aquí, con su jean azul y camiseta negra.

Me encuentro detrás de todos, pegada a la pared apropósito para ocultarme de él. Su mirada parece perdida, como si buscara algo o a alguien. Se me retuercen las tripas al pensar que me busca a mí.

Dejo de observar a Brayden cuando Carlos comienza a hablar:

—Ellos serán los que futuramente estarán con nosotros, pero para eso, ustedes los van a instruir como anteriormente hicieron con ustedes—se pasea delante de nosotros dando el mismo discurso de todos los años—. Como ya saben, esta evaluación no afecta a los que ya la pasaron; será realizada de dos maneras: la escrita y la práctica. Para eso, asignare las parejas al azar.

La razón del porqué se hacen tantas pruebas y escogen solo a los más "calificados" es porque esta academia tanto de ballet como bachata, es una de las academias que más han ganado competencia y por ende todos se quieren unir. Eso, y porque también como es un local dividido en dos el espacio es muy pequeño para tener a cuarenta alumnos en un mismo lugar; por eso se divide en tres turnos: Mañana, tarde y la noche.

—Onisse y Park. Shawn y Mendes... —fue nombrando hasta que cada uno se reunía con su pareja, dejándome expuesta a la vista de Brayden—. McCarthy y...

Que no me toque con él. Que no me toque con él. Que no me toque con él, por favor, no con él.

—Flichet.

Dijo el señor todopoderoso apiadándose de mí.

Dejo salir un suspiro de alivio. Me tiro al suelo colocando mis rodillas a la altura de mi pecho, esperando a ser nombrada o tal vez no, tal vez ser de esa minoría que no tendrá a su cargo un parasito.

La profesora de ballet entra con un papel en la mano.

— ¿Flichet?

Carlos mira a todos lados buscando a Flichet mientras su novia le entrega el papel y este al verlo chasqueando la lengua y arrugando la frente.

—Thompson—levanto la mirada con un muy mal presentimiento—, tú iras con él.

M****a...

— ¡Tú! —mira al chico que aún no habían nombrado—. Estas fuera. El cheque reboto.

Auch.

Cuando el chico salió de su transe bajó por las escaleras decepcionado. Pobre.

Un escalofrió me recorre la nuca y un rayo me parte a la mitad cuando me doy cuenta que me distraje perdiendo de vista a la única persona de la cual no podía separar la mirada, no lo veo por ningún lado por lo que se me escapa un pequeño grito cuando en un parpadeo Brayden aparece a mi lado.

—Hola, compañera.

—Largo.

—Ya sé que lo tengo largo, pero no por eso lo tienes que decirlo en público.

Mis ojos se abrieron en estado de shock, me tomó segundos procesar lo que Brayden me había dicho.

— ¿Tú qué opinas, debería cortármelo? —parpadeo ante su pregunta, aun sin poder creer de lo que estaba hablando.

Mire hacia abajo, justo ahí. ¿Él no...? No ¿En serio se refería a eso o yo lo estaba imaginando?

— ¿Qué?

—El cabello—indica—. ¿Me lo corto o no?

Debería de empezar a ir a la iglesia.

—Chicos, me tendrán que disculpar—de pronto el profesor Carlos habla—, se nos presentó algo, así que suspenderemos lo que queda de hora y el turno de noche. Ya se pueden retirar.

Logro escapar de McCarthy bajando las escaleras con los demás como una fila de hormigas. Salimos de la academia y lo primero que siento es el exquisito aroma a pasteles de la abuela Onisse.

El ambiente se había tornado naranja, la brisa era feroz y el pitido de los autos en la hora pico era atroz, casi inhumano por dejar a gente atrapada durante horas.

A dos cuadras de mi casa empecé a escuchar ruidos de hojas crujir, miro a todos lados y efectivamente, un arbusto de pequeñas flores se contoneaba, camino dudosa y me arrodillo para ver que dentro de él había algo blanco, se movió y dos puntos rojos me miraron.

Meto mis manos para sacarlo. Algunas espinas logran clavarse en mi piel, pero no puedo quejarme, este animal estuvo atrapado entre ellas, solo Dios sabe cuánto tiempo.

Cuando logré sacarlo de ahí... no supe que pesar. No es un gato y menos un perro, es un conejo, uno blanco con una mancha negra en su espalda.

Lo miro unos segundos y esa pequeña bola de pelo blanco con sangre, sucia y temblorosa también me mira, sin embargo, no parecía asustada por mí, al contrario.

Me levanto, aun con espinas en el brazo, pero decidida.

—Le encantaras a mamá.

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