¡Me había mordido!

¿Cómo es posible que sus palabras me hayan causado dolor? Es decir, no tengo alma y menos un corazón, o bueno, Celesty sí lo tiene. Mordí a su madre.

Alan y Nicolas, al darse cuenta de lo que había hecho, me miraron horrorizados y corrieron a auxiliarla. La colocaron con delicadeza en el sofá y se miraron preocupados.

—¿Qué sucede? —pregunté, sin sentir realmente ninguna emoción.

—La has mord… —dijo Alan, con la voz temblorosa.

—¡Eso es obvio, ancianito! —dije, rodando los ojos sin poder evitarlo.

—¡Agh! —se quejó y me dio la espalda—. ¡Encárgate tú! —le dijo al brujito.

—¿Belle? —dijo Nicolas. Asentí. Recordé que ayer les dije que ya no era ninguna de las Adalynes o Celestys. Mi nombre era Belle—. No simplemente la mordiste.

—¿Entonces? —pregunté, confundida. No entendía nada.

—¡La convertiste! —me dijo, y sentí un eco del dolor que sintió Celesty al saber que su madre había sido convertida en lo que ella más odia. Una punzada fugaz, casi imperceptible.

—¡Ups! —dije y me encaminé al
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