El destino.

Han pasado dos semanas desde aquel beso robado por Nicolas, y entre él y yo las cosas han cambiado. Un silencio incómodo nos rodea, y las conversaciones se limitan a lo estrictamente necesario. Él está distraído, como perdido en sus propios pensamientos, y Alan está preocupado. Me ha pedido que hable con Nicolas, pero... ¿cómo? Algo dentro de mí se retuerce cada vez que lo intento. Tengo miedo. Miedo de enfrentar lo que siento, miedo de que la distancia que ahora existe entre nosotros sea más que temporal.

No puedo seguir así. Necesito hablar con él. Necesito que me diga qué está pasando, por qué actúa de esta manera. Al fin y al cabo, si no aclaramos lo que hay entre nosotros, no podré seguir adelante.

—Alan, ¿has visto a Nicolas? —le pregunté, intentando parecer casual, aunque mi voz traicionaba la ansiedad que sentía.

—¡Oh, hola Alan! ¿cómo estás? Muy bien, gracias por preguntar, ¿y tú? —respondió, imitando mi tono de forma exagerada, con la típica ironía que me hacía sonreír en ti
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