La convirtió...

Puedo jurar que sentí grandes punzadas al escucharme pronunciar esas simples y dolorosas palabras. Pero eran necesarias. Él debía alejarse de mí, mantener la distancia. Debíamos estar así: él en su mundo de lobos, ejerciendo su liderazgo, y yo con mis entrenamientos de híbrida, asumiendo mi lugar como reina de los ángeles.

—Adalyne… —me llamó—. Ni en batalla había sentido tanto dolor como el que me causaron tus palabras.

—Debo ser justa y sincera, y eso estoy haciendo —dije con dureza. No era momento para sentimentalismos.

—Tus palabras duelen más que si me clavarán una daga de plata —dijo, y vi cómo su rostro se ensombrecía con dolor y tristeza.

—Solo aléjate. Haz tu vida, y yo haré la mía, ¿vale? —dije con menos dureza en mi voz.

—Solo te pido una cosa —dijo neutro. Sus emociones estaban a flor de piel.

—¿Qué?

—Déjame beber tu sangre —me pidió—. Solo eso, y nunca más sabrás de mi existencia.

Lo medité. ¿Quería mi sangre? Era algo… perturbador, pero era su último deseo. Supuse que de
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