Herseis empezó a cabalgar sobre él con una mezcla de determinación y desesperación. Su cuerpo se movía en un ritmo frenético, guiado por una necesidad que iba mucho más allá del simple placer físico. Era una liberación. Cada vez que bajaba y sentía cómo él la llenaba, una parte de su ira y su frustración se desvanecía. Estaba saltando sobre sus años de sufrimiento, sobre su traición, sobre todas las veces en que había sido humillada y rechazada.El placer era abrumador, pero también lo era la furia. No solo buscaba placer, buscaba redención. Y mientras sus cuerpos se movían juntos, sincronizados en una danza de lujuria e intimidad humana, sentía que, por primera vez en mucho tiempo, estaba recuperando algo de lo que había perdido. No era solo sexo. Era una manera de decirle al mundo, y a sí misma, que todavía estaba viva, que todavía podía sentir, que todavía podía desear y ser deseada.—Ah… Ah… Oh…Cada movimiento de su cuerpo sobre el de Helios la acercaba más a esa liberación. El c
El calor de su cuerpo, la humedad de su piel, todo estaba amplificado por la cercanía de sus cuerpos. Cada embestida los llevaba más cerca de la culminación, pero Helios no quería que terminara. No todavía. Quería prolongar ese momento lo máximo posible, saborear cada segundo de esa conexión intensa y única. Volvió a llevarla al sofá.Herseis se puso a gatas y Helios se puso detrás de ella. Él admiró los glúteos separados y la virtud goteante. La espalda y la imagen de Herseis en esa posición se grabó en su retina. Sin perder tiempo, volvió a embestirla, mientras la sostenía de las caderas.—Ahh… Ahh… Ohh… Ohhh… Ahh.Minutos después ella se dejó caer sobre el sofá. Helios le dio besos por la espalda y apoyado con sus antebrazos, seguía asaltándola sin parar. Cuando ya no pudieron contenerse más, el clímax llegó para ambos. Herseis soltó un gemido fuerte, su cuerpo se estremeció bajo él y Helios sintió cómo su propio cuerpo alcanzaba el punto máximo de placer, de júbilo por completo de
El contacto cálido de la espuma en su piel le proporcionó una sensación de alivio. Sus estaban piernas ligeramente entrelazadas bajo el manto blanco.Herseis lo miró a los ojos, notando la sinceridad en su expresión. Había algo en la forma en que hablaba, en su tranquilidad, que la hacía sentir segura, como si realmente pudiera creer en sus palabras. Se permitió un momento de vulnerabilidad, de bajar las barreras que había construido a lo largo de los años.—Nunca pensé que alguien como tú me daría una oportunidad de empezar de nuevo —susurró ella, su voz temblando ligeramente—. Tal vez aún no me lo creo del todo.Helios extendió la mano por el agua y la tomó entre las suyas, apretándola con firmeza. El contacto de su piel, húmeda y cálida, le dio un extraño consuelo.—Créelo —dijo él con suavidad, pero con una convicción inquebrantable—. Porque es real.Ambos se quedaron en silencio después de eso, disfrutando del calor del agua y de la compañía del otro.Luego fueron a la ducha y si
—Eres bella —murmuró él en su oído, con su voz grave y entrecortada.Herseis abrió los ojos lentamente, con su respiración aún agitada, pero esbozó una pequeña sonrisa.Luego, se secaron lentamente, aun ardiendo con el fuego de la pasión que acababan de compartir en la ducha. No había palabras entre ellos, solo miradas intensas, cargadas de deseo y promesas silenciosas. La habitación estaba envuelta en una penumbra suave, iluminada por la tenue luz que se filtraba por las cortinas. Sin embargo, esa oscuridad no lograba ocultar la lujuria que brillaba en los ojos de ambos.Helios la tomó de la mano, conduciéndola hacia la cama con una firmeza que no admitía resistencia. Herseis lo siguió, sus piernas aún temblorosas por el reciente éxtasis, pero su mente y cuerpo estaban lejos de estar satisfechos. Quería más, mucho más. No había fin para el deseo que ardía dentro de ella, un deseo que no solo estaba alimentado por la atracción física, sino por la mezcla tóxica de rabia y venganza que
Herseis, recuperándose, lo miró a los ojos turquesas, y por primera vez en mucho tiempo, sintió una chispa de esperanza y fulgor, como si hubiera vuelto a la vida. Aunque, tal vez solo era producto del rencor, odio y enojo que experimentaba por la traición de su Edán, que se había casado con otra, luego de haber tenido hijos con ella. La humillación de su suegra, sus cuñadas y la lastimas de sus allegados. Era una bomba de tiempo que había explotado con ese jovencito que la había tratado con cariño, amabilidad y cortesía.—Sí, antes de ser madre quiero ser mujer, su mujer, su amante, su novia, su esposa —confesó Herseis. Si había alguien a quien debía entregarse era a él, ese hombre que la había ayudado. Incluso, años atrás cuando era un niño.El pecado y la inmoralidad solo la excitaban todavía más. Se puso sobre él, mientras estaba acostado. Se puso ahorcajadas y acomodó el duro talento de Helios en su interior. Comenzó a cabalgar por su propia cuenta. Necesita hacerlo hasta perder
Herseis había olvidado el calor, la satisfacción y el placer de estar viva. Durmió de forma profunda y descasó de forma grata. A la mañana siguiente se despertó cansada. Admiró al hombre que estaba acostada detrás de ella. Salió del lecho, desnuda. Había marcas de chupetones en su piel. Caminaba con pesadez y con dificultad, con las piernas separadas, debido al ímpetu y fuerza con la que Helios la había asaltado. Era más grade, firme y vigoroso. Además, había pasado mucho desde que había tenido relaciones y su cuerpo debía acostumbrarse y adaptarse a una nueva virtud de mayor longitud, grosor y temple. Fue al baño, se cepilló, se lavó la cara y se bañó. En toalla, fue a uno de los armarios. Cogió un bóxer y una camisa negra de Helios. Fue la cocina, se puso un delantal, revisó la nevera y se dispuso a preparar el desayuno.Helios se despertó sintiendo el frío de las sábanas a su lado. El calor del cuerpo de Herseis, que había estado junto a él durante la noche, ya no estaba presente.
Herseis se apoyaba en el mesón de la cocina, sus manos aferrándose al borde mientras su cuerpo recibía las acometidas constantes de Helios. Su respiración era rápida, irregular, cada embestida la hacía gemir con más intensidad. El sonido de sus jadeos llenaba el espacio, pero en ese momento, todo lo demás desapareció. No existía la cocina, ni el penthouse, ni el mundo exterior; solo el ardiente contacto de sus cuerpos unidos y el placer desenfrenado que la consumía.Los pensamientos de Herseis eran insostenibles. ¿Debía contenerse? Esa pregunta pasaba fugazmente por su mente, pero se desvanecía con cada nueva oleada de placer que la atravesaba. El peso de la moralidad, las reglas sociales, la diferencia de edad, todo eso parecía desvanecerse en el calor de ese momento. Después de tantos años de decepción, dolor y traición, ¿qué importaba lo correcto o incorrecto? ¿No había sufrido suficiente ya, siendo fiel a las expectativas de los demás? Sus ojos se cerraban involuntariamente, su cu
Las embestidas aumentaban en velocidad y profundidad, y Herseis lo sentía en cada fibra de su ser. El placer la invadía por completo, tanto que sus pensamientos sobre lo que era moral o correcto se disipaban como humo en el aire. Solo importaba el ahora, el sentirlo tan cerca, tan profundo, llenándola de una manera que no había experimentado en años. "Ah... más... más..." El calor en su vientre subía en espiral, y cuando creyó que no podía soportar más, el clímax llegó, explotando dentro de ella en una tormenta de sensaciones. Sus manos temblaron, sus gemidos se volvieron incontrolables, y su cuerpo entero se sacudió mientras alcanzaba el punto máximo del placer.Helios la siguió, acelerando su ritmo hasta el momento en que también perdió el control. La apretó contra él, su cuerpo tenso mientras alcanzaba su propio clímax. Su respiración se volvió un gruñido ahogado, y cuando finalmente ambos llegaron al límite, se quedaron en esa posición por unos segundos, respirando con dificultad,