A medida que pasaron dos años, la vida de Herseis se transformó. Con su trabajo en el Banco Leona, se convirtió en el pilar económico del hogar. El orgullo inicial que había sentido al recibir su primer sueldo se mezclaba ahora con una sensación de responsabilidad abrumadora. A medida que su salario superaba al de Edán, ella se encontró en la posición de ser la proveedora principal, una carga que, aunque llevaba con dignidad, no estaba exenta de dificultades.La relación entre Herseis y Edán cambió drásticamente durante este tiempo. La distancia que había comenzado a notarse desde que ella empezó a trabajar en el banco se profundizó hasta convertirse en un abismo. Edán, cada vez más desinteresado en el matrimonio, se entregó a hábitos destructivos. Las apuestas deportivas y los juegos de casino se convirtieron en su refugio, una forma de escape de la realidad que parecía no satisfacerle. Y con ese escape, vino el alcohol. Al principio, solo eran unos tragos después de un mal día, pero
Herseis sintió como si el mundo se detuviera en ese preciso instante. Las palabras del médico resonaron en su mente, reverberando con una intensidad que la dejó paralizada en su asiento. "Infértil." Era algo que nunca había considerado como parte de su vida, una realidad que jamás había imaginado enfrentar. Había esperado con ansias este momento, había soñado con la posibilidad de convertirse en madre, de crear una familia junto a Edán. Pero ahora, en cuestión de segundos, ese sueño se había desvanecido.El consultorio que, antes le había parecido un lugar de esperanza y posibilidades, ahora se sentía frío, impersonal. Las paredes blancas, los instrumentos, el escritorio del doctor, todo se desdibujaba mientras su mente luchaba por procesar la noticia. Quería gritar, llorar, hacer cualquier cosa que le permitiera liberar la tormenta de emociones que se arremolinaban dentro de ella, pero se encontraba atrapada en un estado de incredulidad.Miró a Edán, esperando encontrar en sus ojos a
Helios había terminado su universidad y su maestría. Ahora estaría realizando un doctorado. Se encontraba en un momento de transición, a punto de dejar atrás otro capítulo en su vida. Tras despedirse de su familia en el aeropuerto, no pudo evitar una ligera sensación de melancolía. Aunque su destino siempre había estado claro y su mente estaba acostumbrada a trazar objetivos a largo plazo. Los abrazos de sus padres, Hermes y Hariella, eran cálidos y llenos de orgullo, mientras que sus hermanos, Hera, Hebe y el pequeño Hermes, le despidieron con una mezcla de admiración y tristeza. Sentir la distancia que crecía con ellos cada vez que partía hacia un nuevo destino le producía una nostalgia que nunca admitía, ni siquiera a sí mismo.Sin embargo, cuando el avión despegó, dejando atrás las luces de la ciudad, Helios se sumergió de nuevo en sus pensamientos. Alemania representaba una nueva oportunidad. Los próximos tres años serían exigentes, pero también sabía que era precisamente en esos
Henrietta fue a la mesa del comedor y allí encontró la nota con una caja que Helios le había dejado. Allí estaba una gargantilla. Él era demasiado serio, pero era atento y bueno.Con cada paso, la distancia entre él y lo que quedaba atrás se hacía más grande. Helios se dirigió al aeropuerto y abordó el jet.El aterrizaje del avión privado fue suave, apenas un murmullo en la pista de aterrizaje que marcaba el regreso de Helios Darner al país natal de sus padres. Mientras el avión reducía la velocidad, miraba por la ventanilla, viendo cómo el paisaje que una vez había dejado atrás se desplegaba nuevamente ante él. La ciudad se extendía bajo un cielo claro y luminoso, como si incluso el clima hubiera decidido honrar su retorno. Habían pasado tres largos años desde que había partido a Alemania, y ahora, con veintiún años, volvía como un hombre hecho, un líder cuya influencia se extendía mucho más allá de las fronteras de su hogar.Helios se levantó de su asiento, su porte firme y su paso
En esos años, la relación con Edán se había enfriado. Herseis se sentía atrapada en un matrimonio que hacía tiempo había dejado de ser una fuente de amor y apoyo. Lo que alguna vez fue una relación cálida y esperanzadora, ahora era una existencia fría y vacía, sostenida solo por el peso de los papeles legales y la inercia de la rutina. Su vida con Edán se había convertido en una farsa, una representación diaria de lo que una vez había sido un matrimonio, pero que ahora carecía de todo el contenido que lo hacía significativo.Cada día, Herseis se sumergía en una búsqueda desesperada de soluciones a su infertilidad. Pasaba horas leyendo artículos y viendo videos sobre alimentos y bebidas que supuestamente podrían ayudarla a concebir. La cocina se había llenado de ingredientes exóticos y suplementos, todos comprados con la esperanza de que, de alguna manera, pudieran hacer lo imposible. Había dejado de disfrutar la comida, convirtiéndola en un medio para un fin que parecía cada vez más l
Al llegar a casa, se encerró en el baño y finalmente dejó que las lágrimas fluyeran libremente. Nadie la vería llorar aquí, nadie sabría lo rota que estaba. Pero en su corazón entendía que estas heridas nunca sanarían por completo. La infertilidad no solo le había quitado la oportunidad de tener hijos, sino que también le había robado la esperanza y la felicidad. Y aunque sabía que debía seguir adelante, en ese momento, lo único que podía hacer era llorar.Herseis se sentía cada vez más sofocada por la presión y el dolor que la rodeaban. No solo eran sus antiguas compañeras de universidad las que la lastimaban con sus comentarios, sino también aquellas personas con quienes debía convivir todos los días: sus amigas del trabajo, sus primas, sus hermanas. Cada reunión, cada encuentro se había convertido en un campo minado, donde una palabra mal dicha, una mirada de lástima, o un comentario disfrazado de broma podían detonarla emocionalmente.El ambiente en el banco, que una vez le había
Mientras regresaba a casa, su llanto amenazaba con desbordarse de sus ojos, pero se contuvo. No quería mostrarse vulnerable en medio de la calle. Sin embargo, el universo parecía tener más sorpresas para ella. Un grupo de hombres vestidos con trajes elegantes se le acercó. Su presencia impuso una tensión inmediata en el ambiente. Uno de ellos, con voz firme, le explicó que Edán les había pedido dinero prestado y que ahora esperaban que ella, siendo empleada de un banco, se hiciera cargo de la deuda.El miedo se apoderó de ella. Su ritmo se aceleró y un sudor frío le recorrió la espalda. Por un instante, temió por su seguridad. Las historias que había escuchado sobre prestamistas y cobradores pasaron por su mente. "¿Y si me hacen daño?", pensó. Pero los hombres no mostraron intención de lastimarla; simplemente le entregaron un documento con la fecha límite para saldar la deuda y se marcharon.Al quedar sola, las piernas le flaquearon. Tuvo que apoyarse contra una pared para no caer. La
Herseis miraba su reloj, observando cómo las agujas avanzaban sin detenerse, marcando la inevitable realidad de que debía volver al trabajo en el banco. Sin embargo, el tiempo parecía haber perdido su significado. El vacío en su pecho era abrumador, un abismo insondable que amenazaba con devorarla por completo. Su cuerpo estaba frío, insensible, como si el choque de lo que había descubierto hubiera congelado sus emociones. ¿Cómo se suponía que debía seguir adelante después de lo que acababa de presenciar?El trayecto de regreso al Banco Leona fue un borrón. Las calles, los edificios, las personas que pasaban a su lado, todo se sentía distante, irrelevante. Cada paso la hundía más en la tormenta interna que había estallado dentro de ella. No sabía cómo reaccionar, ni cómo lidiar con la traición tan cruel y despiadada de Edán. Su mente intentaba desesperadamente encontrar sentido en lo que había visto, pero las piezas no encajaban. ¿Cómo había podido ocultarle algo tan grande? ¿Cómo hab