Herseis miraba su reloj, observando cómo las agujas avanzaban sin detenerse, marcando la inevitable realidad de que debía volver al trabajo en el banco. Sin embargo, el tiempo parecía haber perdido su significado. El vacío en su pecho era abrumador, un abismo insondable que amenazaba con devorarla por completo. Su cuerpo estaba frío, insensible, como si el choque de lo que había descubierto hubiera congelado sus emociones. ¿Cómo se suponía que debía seguir adelante después de lo que acababa de presenciar?El trayecto de regreso al Banco Leona fue un borrón. Las calles, los edificios, las personas que pasaban a su lado, todo se sentía distante, irrelevante. Cada paso la hundía más en la tormenta interna que había estallado dentro de ella. No sabía cómo reaccionar, ni cómo lidiar con la traición tan cruel y despiadada de Edán. Su mente intentaba desesperadamente encontrar sentido en lo que había visto, pero las piezas no encajaban. ¿Cómo había podido ocultarle algo tan grande? ¿Cómo hab
Helios caminó por los pasillos del Banco del Sol, un edificio que él mismo había conceptualizado desde su niñez. El aire era solemne, casi ceremonioso, mientras recorría cada rincón en compañía de la gerente que había designado, quien lo guiaba discretamente. Las paredes blancas y doradas, decoradas con motivos solares y elegantes paneles de cristal, brillaban bajo la luz suave que caía desde los ventanales altos, permitiendo que el sol entrara con una fuerza casi divina. Cada paso que daba resonaba en el mármol pulido del suelo, donde estaba grabado un enorme emblema del sol, símbolo del banco y del proyecto que había guiado su vida hasta este momento.El ambiente, lleno de expectativa, se sentía calmado, como si el banco mismo estuviera esperando que Helios lo recorriera por completo para recibir su aprobación. Las salas de espera y los mostradores de atención al cliente estaban diseñados con precisión minimalista, pero con un lujo implícito: mármol, oro, cristal y detalles en tonos
Helios siguió cada hebra de esos rizos que parecían enmarcar el rostro de aquella dama. Ella estaba ocupada, inmóvil en su estación, pero sin darse cuenta, había creado un punto de inflexión en su mente. El tiempo se ralentizó, como si el mundo hubiera decidido dar una pausa momentánea para permitirle observar con más detenimiento. Sus pensamientos, normalmente fríos y analíticos, se vieron brevemente interrumpidos por una sensación que no podía nombrar. No era sorpresa, tampoco era atracción inmediata. Era algo más profundo, un interés que brotaba desde un lugar inesperado dentro de él. Esa mujer entre todas las demás emanaba una oscuridad, angustia y soledad que otros no podían apreciar. Sin embargo, uno de sus mayores dones era su capacidad de observación.Se acercó lentamente y de manera cautelosa. Incluso en ese gesto había algo que imponía respeto. Era como el sol que caminaba entre los mortales, un ser que iluminaba cualquier lugar al que iba y dejaba a todos en una especie de
Un lujoso auto azabache se estacionó frente a un imperioso edificio. Un hombre con atuendo de chofer fue el primero en bajarse y luego una linda muchacha con ropa de secretaria.Ambos se colocaron al costado de la puerta trasera del vehículo. El chofer fue el encargado de abrir la puerta de manera sutil, como si estuviera por recibir a una reina de la edad media. Entonces, de manera espléndida, una esbelta pierna fue lo primero en mostrarse, cuyo tacón negro de aguja, se afirmó de modo firme en el asfalto. Así, como una poderosa soberana, que descendía de su carruaje real. Así, una espléndida mujer se manifestó con lentitud.Ella abandonó el coche con glamour y distinción. Tenía puesto en su cabeza un sombrero Hepbrum oscuro con un velo que tapaba la parte superior de su rostro, sol dejando ver la parte de su boca y fina barbilla. En su negra pupila se reflejó la maravillosa arquitectura empresarial que le pertenecía a ella.Hariella Hansen era conocida como La magnate. Era arrogante,
El sonido del elevador lo hizo volver a la realidad a un tímido muchacho. Había quedado absorto en sus pensamientos mientras lo esperaba. Al fin había bajado, pues el edificio era gigante, tenía más de cien niveles y le habían indicado que debía ir al piso setenta. Las puertas plateadas se abrieron a los lados, y arriba, en una pantalla tecnológica, aparecía ahora el número uno, en color rojo. Los nervios se apoderaron de él, porque después que diera un paso hacia adentro, ya no habría vuelta atrás, pero no perdería la calma. Respiró profundo por la nariz y lo soltó todo por la boca.Hermes Darner era un joven de veinticuatro años, recién egresado de la universidad por haber terminado no un grado, sino ya, a su corta edad, un posgrado en administración de empresas. Se había preparado para esta entrevista, había una vacante en el puesto de gerente de finanzas y en esa área él destacaba lo suficiente para tomar la iniciativa de presentarse en la empresa manufacturera de alimentos que, do
Las puertas se cerraron y dentro del sitio hubo un silencio que pareció ser eterno, mientras que el elevador empezó a subir.Hermes miraba a Hariella con disimulo por el rabillo del ojo, podía verle la piel blanca, libre de manchas y el cabello rubio le parecía brillar como si fueran mechones de oro. Ella era tan hermosa y elegante. Jamás en su vida podría llegar a estar con alguien como ella, mucho menos con su introvertida personalidad que no lo ayudaban demasiado.Hariella recibió un portafolio de parte de Lena y se puso a verlos. Hermes se percató y con eso había encontrado una excusa para romper el hielo.—¿Se presentará a la entrevista, para la vacante de finanzas? —preguntó Hermes, mirando hacia el frente en la pantalla donde iban apareciendo diferentes números.Lena arrugó el entrecejo y tragó un poco de saliva; sabía que a Hariella no le gustaba ser interrumpida y menos que le dirigieran la palabra sin que ella otorgara el permiso para hacerlo. Se quedó atónita mirando a su se
Las puertas se cerraron y las dos quedaron de nuevo en silencio y en tranquilidad.Hariella había disfrutado de la conversación con el muchacho y hasta entonces se percató de que no se habían presentado y no había llegado a descubrir el nombre de ese hombre con el que había hablado hace pocos segundos, pero eso podría solucionarse. Hace mucho que nadie le hablaba con esa confianza, debido a su cargo, las charlas siempre eran estrictas y puntuales.—¿Crees que sea alguien bueno? —interrogó Hariella a su secretaria Lena, quebrando la armonía en la que habían quedado.Lena lo pensó antes de responder, podría estar fingiendo a la vez que en verdad no conocía la identidad de su jefa. La pregunta se había convertido en un auténtico dilema, no tenía pruebas ni la certeza que, aquel joven estaba mintiendo y no podía ir por el mundo acusando a todos los hombres que se acercaran a Hariella de estafadores o farsantes. Tendría que averiguarlo primero antes de dar un veredicto acusatorio en contra
Hermes percibió la pesada mirada de los hombres y mujeres que estaban en los puestos de trabajo. Su corazón se inquietó, pero para relajarse recordó el rostro de aquella rubia hermosa con la que recién había hablado y también el dulce aroma de ese inolvidable perfume de flores. Eso pudo calmarlo y comenzó a caminar con cautela. Los latidos en su pecho poco a poco se fueron tranquilizando. Si aspiraba al puesto de gerente de finanzas, debía transmitir seguridad y confianza, no temor y miedo, eso no eran los rasgos de un líder.—¿Hermes Darner? —le preguntó una bella mujer, que tenía una tabla con broche, mientras miraba los papeles sobre ella.—Sí, soy Hermes.—Sígueme, te llevaré a la oficina donde te harán la entrevista.La bella mujer lo guio hasta donde estaban dos hombres y dos mujeres que también aspiraban al puesto de la empresa. Estaban sentados, cada uno, en una silla diferente, de color negro, que estaban bien ordenadas en filas, pegadas a la pared, y se ubicaban al frente de