Helios, ahora un hombre poderoso, rodeado de riquezas y éxitos, había logrado lo que muchos solo podrían soñar. Su imperio financiero se extendía por el mundo, y su nombre era conocido en todas partes como sinónimo de poder y grandeza. Pero a pesar de todos sus logros, en lo profundo de su ser, había un vacío que ninguna fortuna ni éxito podía llenar. Ese vacío, imperceptible para los demás, se relacionaba con algo que había quedado en su pasado: Herseis, la mujer que lo había marcado de una manera que ni siquiera él mismo había comprendido por completo en su momento.Herseis había construido su propia vida. A pesar de los desafíos, había luchado por salir adelante, lidiando con los golpes que la vida le había dado: la noticia de su infertilidad, la ruptura de su matrimonio, el engaño de su marido y las deudas vigentes que debía pagar. La mujer que estaba parada frente a Helios esa noche ya no era la misma joven que él había conocido. El tiempo había dejado huellas en ella, pero no ha
Herseis se hallaba expuesta a un calor que no había experimentado en años. Sus vellos se erizaron, y un escalofrío recorrió su columna vertebral, aunque no era desagradable. Era como si su piel misma reaccionara ante él, como si pudiera sentir su cercanía antes de que sus ojos lo registraran completamente. En su mente había destellos fugaces de recuerdos e imágenes, pero todos eran vagos, indistintos, como si algo dentro de ella tratara de recordar o asociar a ese joven con alguna figura del pasado, pero no lograba darle forma concreta a sus pensamientos.Su corazón latía con vehemencia, pero no de miedo ni de ansiedad como antes, sino de una sensación completamente nueva que no podía definir del todo. Era como si cada célula de su cuerpo estuviera reaccionando a él, como si la energía que él emitía fuera absorbida por su propio ser. Intentaba enfocarse en lo que estaba pasando, pero sus ojos no podían apartarse de su rostro. Ese cabello rubio que caía de forma tan natural, sus faccio
Helios tenía una habilidad innata para analizar a las personas, especialmente en situaciones donde los detalles sutiles importaban más que las palabras. Y ahora, más que nunca, sentía que estaba frente a un misterio que necesitaba resolver. Herseis, a pesar de su esfuerzo por mantener la compostura, mostraba pequeñas fisuras. Las ojeras debajo de sus ojos, el temblor leve en sus manos, la sonrisa que no llegaba a sus ojos. No hacía falta ser omnisciente para darse cuenta de que algo estaba mal, pero eso no le bastaba a Helios. Quería saber qué había sucedido para que esa mujer, que una vez había hablado con tanto fervor, ahora estuviera apagada. En tantos años, era abismal cómo había cambiado una persona. ¿Qué le ocurría? ¿Por qué estaba así de melancólica, desolada y triste?Su conversación, aunque superficial en apariencia, le dio pistas. Las respuestas de Herseis eran correctas, precisas, profesionales, pero carentes de pasión. Como si estuviera operando en piloto automático, cumpl
El rostro de Herseis le revelaba algo más que simple cansancio; Era una mezcla de dolor y soledad que, por alguna razón, resonaba en él. Había notado el esfuerzo que ponía en disimular su estado emocional, en intentar sonreír, aunque sus ojos contaban una historia completamente distinta. Estaba intrigado, no solo por lo que miraba, sino también por lo que no podía ver. Su mente, normalmente tan centrada y clara, se encontraba enredada en pensamientos que no comprendía del todo.Herseis era hermosa, sin duda, pero había algo más que lo mantenía centrado en ella, como si fuera una fuerza magnética extraña. La belleza física nunca había sido suficiente para captar su atención, y, sin embargo, ahora, no podía apartar la mirada. Quizás era la vulnerabilidad que veía en ella, una fragilidad oculta tras una fachada de profesionalismo y cortesía. Esa dualidad, entre lo que mostraba y lo que escondía, le generaban curiosidad.Helios se dio cuenta de que, por un instante, había dejado de pensar
El banco, el lugar donde había trabajado durante tanto tiempo, era un refugio en ciertos días, pero incluso allí sentía que algo faltaba. Su mente siempre estaba a mil, pensando en las cuentas, en los préstamos, en la deuda que seguía acumulándose. Lo que una vez fue su pasión por el trabajo y por mejorar su posición, ahora era un recordatorio constante de lo atrapada que estaba. Tomaba cada día como venía, con una paciencia que rayaba en la resignación. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Dónde había quedado la mujer ambiciosa y fuerte que una vez había sido?El sonido de los niños jugando a lo lejos la sacó de sus pensamientos por un momento. Los observaban correr, reír y gritar con una libertad que le parecía tan distante. El anhelo en su pecho crecía, una presión que era difícil de ignorar. Era como si el viento, al moverse entre los árboles, trajera consigo una mezcla de nostalgia y melancolía, recordándole los años que había pasado soñando con lo que nunca llegaría.A pesar de todo
La lluvia caía cada vez más fuerte, creando pequeños riachuelos en el suelo, pero Herseis seguía inmóvil, mirando hacia adelante, perdida en sus pensamientos. Helios, aunque siempre había sido un hombre de acción, no supo qué hacer en ese momento. Había algo complejo en la situación, algo que lo obligaba a detenerse, a reflexionar antes de actuar. Y esa pausa, esa quietud que nunca había sentido en su vida, lo hacía sentir vulnerable de una manera que no podía describir.A lo largo de los años, había aprendido a protegerse, a crear un muro infranqueable entre él y el resto del mundo. Su imperio financiero, su éxito personal, todo eso era un escudo, una forma de mantener a raya cualquier emoción que pudiera debilitarlo. Pero en ese instante, mientras miraba a Herseis sentada bajo la lluvia, se daba cuenta de que no era invulnerable. Algo en su interior estaba cambiando, algo que no comprendía, pero que no podía ignorar.Los pensamientos se agolpaban en su mente, desordenados, confusos.
Una extraña mezcla de asombro y desconcierto se apoderó de ella. Su mente trataba de poner en orden los pensamientos, pero se sentía como si estuviera en medio de un sueño confuso. Ese joven rubio, que parecía tan fuera de lugar en medio de la tormenta, resultaba ser nada menos que el magnate detrás de toda la estructura en la que ella trabajaba. Era él, el dueño del banco, el jefe supremo de todos. Esa expresión serena y controlada, pero esa aura distinguida y superior, no daban lugar a dudas o engaños. Ese muchacho tenía todo el porte de ser alguien distinguido; él era más poderoso de su mundo laboral.El nombre resonaba en su mente como un eco distante. "Helios Darner...". Muchos se preguntaban quién era el dueño de los bancos, del emergente grupo Astral que había aparecido para arrasar y dominar. Tenía entendido que solo lo habían llegado a conocer los gerentes y los demás directores, solo personas sobresalientes, sus jefes. Nunca había imaginado ver en persona. Sabía que él exist
No era suficiente con que Edán hubiera destrozado su vida personal, ahora también su profesionalismo se veía en juego por no haber sabido comportarse ante Helios Darner, el joven magnate que podía, con una sola decisión, poner fin a su empleo en el banco. ¿Cómo podía haber sido tan torpe? Su corazón latía con fuerza, un pulso rápido y errático que la mantenía en alerta, como si en cualquier momento todo pudiera desmoronarse aún más.El miedo de haber arruinado su carrera se mezclaba con la sensación de impotencia. Era como si todo lo malo que había sucedido últimamente se hubiera alineado para golpearla de una sola vez, y no podía encontrar una salida. Su vida era una serie de errores, traiciones y fracasos, y ahora, frente a Helios, esa realidad se hacía aún más evidente. No era solo una mujer que había sido engañada y traicionada por su esposo, ni tampoco una mujer que estaba atrapada en deudas impagables; ahora era también alguien que había faltado al respeto, por pura confusión y