Prólogo La noche era la más oscura que jamás había visto. Las estrellas parecían apagadas, como si también lloraran por la ausencia que me afectaba ahora. El viaje de regreso a casa fue silencioso, solo se escuchaba el sonido de mis sollozos ahogados. No quería que papá me oyera llorar; ya estaba sufriendo demasiado. Él se veía destrozado. Las lágrimas que caían por sus mejillas le dificultaban ver el camino, pero seguía adelante, como si no supiera qué más hacer.El auto se detuvo frente a nuestra casa de verano, un lugar modesto en medio del campo que ahora parecía más solitario que nunca. La casa era pequeña, pero había sido siempre nuestro refugio, el lugar donde mamá solía cantar mientras cocinaba y donde papá me enseñaba a jugar a las cartas. Pero esa noche, el silencio lo llenaba todo, un silencio que me hacía sentir el dolor por la ausencia de mi mamá.—Estaremos bien aquí, piccola —dijo papá, pero su voz sonaba hueca, como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo
NicolaEstaba de pie frente al espejo, ajustando el nudo de mi corbata con movimientos lentos y precisos. Mis manos, entrenadas para el control y la fuerza, se movían con una calma que no se reflejaba en mi cabeza. Miraba mi propio reflejo, el traje perfecto, el cabello peinado hacia atrás, la expresión impasible. No sentía nada especial, solo una ligera presión en el pecho que ya me era familiar. Una sensación de resignación, de inevitabilidad. Esta noche era mi fiesta de compromiso, y aunque debería haber algo de emoción, lo cierto es que todo me daba igual. Este era mi deber, mi responsabilidad. Vivía por y para la familia, y eso significaba hacer lo que se esperaba de mí sin preguntas.La puerta de la habitación se abrió, y sin necesidad de girarme, supe que era mi padre. Su presencia era inconfundible, llena de autoridad, el tipo de autoridad que hacía que el aire en la habitación se volviera más denso. —Nicola —dijo, su voz profunda rompiendo el silencio mientras cerraba
NicolaEl primer disparo resonó como un trueno, y vi a Pietro, mi ex futuro suegro, tambalearse hacia atrás, su cuerpo rígido mientras caía sobre la mesa, llevándose todo en su camino al suelo. Claudia, que estaba justo a su lado, gritó, un sonido agudo que se mezcló con el estallido de más disparos. Pietro había caído tratando de protegerla, empujándola hacia un lado en un intento desesperado de salvarla.Mi cuerpo se movió por instinto, lanzándome hacia ella antes de que fuera demasiado tarde, pero el caos alrededor me ralentizaba. Las balas volaban por todas partes, perforando paredes, mesas y cuerpos. La sangre salpicaba por todos lados, manchando de rojo el blanco inmaculado de los manteles.—¡Claudia! —grité, intentando alcanzar su mano, que estaba extendida hacia mí mientras ella caía al suelo. Pero no fui lo suficientemente rápido. Una bala atravesó su pecho, y vi cómo sus ojos se apagaban, su cuerpo se desplomaba al suelo, sus manos cayendo sin fuerza. La sangre brotaba d
Valentina Caminé por el campus de la universidad con una sonrisa que no podía quitarme del rostro. Palermo, una ciudad nueva, llena de posibilidades y, lo más importante, lejos de los ojos vigilantes de mi padre. Me sentía ligera, como si me hubieran quitado un peso de encima. Finalmente, estaba sola, en control de mi vida, sin que nadie metiera las narices en mis asuntos. Había algo casi poético en empezar de cero, en una ciudad que apenas conocía.Mientras caminaba, observaba todo a mi alrededor con curiosidad. Los edificios antiguos, los árboles que se alineaban a lo largo del camino principal, y los grupos de estudiantes que charlaban y reían. Era una escena que parecía sacada de una película, todo tan normal, tan cotidiano, que me hizo sentir como si al final estuviera donde se suponía que debía estar. No podía evitar imaginar todas las cosas que me esperaban aquí. Esta era mi oportunidad de ser solo Valentina, sin secretos, sin mentiras, sin presiones.Pero entonces, al gi
Valentina Estaba en mi apartamento, rodeada por el caos que siempre me acompañaba cuando estaba empacando para un viaje. Mi cama estaba cubierta de ropa, zapatos y un par de libros que no había decidido si llevar o no. Me mordí el labio mientras metía un par de jeans y una blusa en mi bolso, asegurándome de no olvidar nada. Bianca estaba en el otro lado de la habitación, sentada en el borde de la cama, mirando su teléfono con una expresión distraída pero se la notaba más feliz. Llevábamos ya un semestre siendo las mejores amigas.Sin embargo, aunque habíamos llegado a conocernos bastante bien, aún no había tenido la oportunidad de conocer a su familia. Sabía que había algo detrás de eso, pero nunca había querido presionarla. Ahora, eso estaba a punto de cambiar.Bianca me había invitado a pasar el fin de semana en su casa, algo que había esperado durante meses, y que no admitiría en voz alta. Su cumpleaños era mañana, y había planeado una fiesta por la noche. —¿Estás lista? —me
NicolaEstaba sentado en mi habitación, frente a las computadoras, la luz de las pantallas iluminaba mi rostro en la penumbra.El sonido constante de los ventiladores de las máquinas llenaba el aire, un zumbido casi hipnótico que solía calmarme, pero no hoy.No cuando cada fibra de mi ser estaba alerta, cada músculo en mi cuerpo tenso como un resorte a punto de soltarse.Desde que Bianca me había dicho que traería a una amiga a pasar el fin de semana, mis alertas se dispararon en todos los sentidos.Tenía su expediente delante de mí, uno de esos informes detallados que mis contactos podían conseguir con un simple pedido.Valentina Rinaldi, italiana de veinte años, hija única de un empresario en ascenso y una ama de casa. Estaba estudiando Relaciones Internacionales en la universidad de Palermo.Era una ficha limpia, al menos en la superficie, sin conexiones visibles a nada que pudiera representar una amenaza para mi familia.Y sin embargo, no podía evitar el impulso de saber más. De c
Valentina"Nicola" Escuché que alguien decía ese nombre, el hombre que me tenía atrapada en sus brazos apretó la mandíbula con fuerza. Podía sentir la tensión en su cuerpo, como su agarre se apretó, y el calor de su piel pasaba a través del poco espacio que quedaba entre nosotros.Mis pensamientos estaban fragmentados, como si estuviera suspendida en un estado de trance. El modo en que me sujetaba contra él, su fuerza tan evidente y controlada, me dejó sin aliento.Cada fibra de mi ser estaba al tanto de su proximidad, de la forma en que su respiración se volvía más profunda, más pesada, al sentirnos tan cerca.Mi mente había dejado de lado cualquier lógica, y solo podía pensar en lo fácil que sería perderme en el calor de sus labios, en lo inevitable que se sentía todo esto.Por un instante, pensé que estaba enojado por la interrupción, o tal vez... algo más. Algo que él estaba intentando controlar, que, posiblemente, no quería mostrar al mundo. Sentí su respiración en mi cuello, cá
Nicola—Nicola, —la voz de Renata tembló mientras me entregaba la carpeta con los documentos que había solicitado. —¿Qué pasó para que salieras?Levanté la vista de los papeles que sostenía en mis manos. Me la quedé mirando durante unos segundos, sin decir nada, solo observando cómo sus ojos nerviosos buscaban alguna señal en mi rostro.Pero no sentía nada. Ninguna presión en el pecho, ni ese familiar cosquilleo en la espalda que me recorría cada vez que consideraba la idea de abandonar mi habitación.Cinco años.Habían pasado cinco años desde que me encerré apartado del mundo exterior.Todo había comenzado después de esa maldita cena de compromiso fallida. Pasé semanas en coma después de lo que ocurrió aquella noche. Un error que casi me costó la vida.Cuando desperté, mi cuerpo estaba débil, mis movimientos torpes y descoordinados. Cada paso que daba me recordaba lo lejos que estaba de la fuerza y el control que solía tener.Los dolores de cabeza eran constantes, acompañados por mar