PanteraEl vino se movía en la copa de cristal que sostenía entre mis dedos mientras la giraba para disimular mi frustración.Cada trago que daba no hacía más que avivar la rabia que sentía dentro. Mi mandíbula estaba tensa, y mis labios se apretaban en una línea fina mientras mis ojos recorrían el salón con desprecio.Nicola Moretti acababa de arruinarlo todo. Y aunque debería estar feliz de que al fin él tenía una debilidad, un punto del cuál agarrarme para hacerlo sufrir, en mi interior solo había odio.Esa maldita declaración pública, había complicado mis planes, ahora tenía que pensar en otra forma de llevarlos a cabo.Prometida.Mi sangre hervía solo de pensar en ello.Observé desde la distancia cómo todos parecían aceptar la noticia sin más. Las sonrisas, los falsos brindis, las felicitaciones vacías.Cada uno de ellos jugando su papel, mientras yo me hundía en esta furia interna que no podía controlar.Lo peor de todo era que Nicola había hecho que esto se volviera aún más per
ValentinaSentía el peso de su mano en mi cintura, como si con solo ese contacto, Nicola pudiera controlarme completamente.Su presencia me envolvía, pero necesitaba un momento para mí misma. Su cercanía me sofocaba, y aunque había algo en su agarre que me hacía sentir protegida, había otro lado que me asfixiaba.—Necesito ir al baño, amore, —dije en voz baja, haciendo un esfuerzo por mantener el tono neutral.Nicola me miró con esos ojos que siempre estaban alerta, pero después de un segundo, me soltó. A pesar de que era solo un momento, sabía que no tardaría en buscarme de nuevo. Era como si no pudiera dejarme fuera de su vista.Caminé entre la multitud, esquivando a los invitados que seguían charlando, bebiendo y riendo como si nada pasara. Sentí las miradas de algunas personas, pero intenté no prestarle atención a nadie.Hasta que la vi.Renata.Estaba a un lado del salón, y me observaba con una intensidad que me hizo estremecer.Su mirada era de puro odio, casi como si quisiera q
Nicola—Tenemos problemas con los invitados, —dijo Lorenzo acercándose a mí para hablarme en voz baja.Mis ojos se movieron automáticamente, buscando entre la multitud. Valentina caminaba hacia el baño, su espalda recta y su andar nervioso. Algo en su manera de moverse me decía que aún estaba preocupada, atrapada en sus pensamientos.—Deja un par de guardias cuidando a mi prometida, —le ordené sin apartar la mirada de Valentina.El calor de la rabia comenzó a arder en mi pecho. Todavía no me acostumbraba a verla alejarse de mi vista, especialmente cuando sabía que había tantos peligros a su alrededor.Lorenzo asintió y tecleó un mensaje a los hombres de confianza, cuando los vimos en posición, ambos nos dirigimos hacia el sótano.Al bajar las escaleras, mis pasos resonaban en las paredes frías del pasillo que llevaba a las salas de tortura, y cada eco me recordaba el control que tenía sobre este lugar, sobre cada persona que se atreviera a cruzar mi camino y terminaba aquí.La primera
Nicola—Es solo un pedazo de carne, un objeto para ser usado. Y te garantizo que no tiene ningún valor fuera de tu cama.—Eres un hombre despreciable, —dije, mi voz tan controlada que hizo que su sonrisa se tambaleara. —No puedo imaginar cómo ella ha sobrevivido tantos años a tu lado sin arrancarte la garganta.El padre de Valentina rió, un sonido hueco y desprovisto de alma.—Ella sabe cuál es su lugar. —Sus palabras salieron con veneno, y su mirada se volvió aún más oscura. —Lo ha aprendido a la fuerza. Ella solo existe para cumplir con lo que se le manda, para ser el trofeo de algún hombre poderoso. Y si no fuera por mí, seguiría siendo una inútil, un desecho.Cada palabra que ese desgraciado soltaba me carcomía por dentro.Me giré hacia Antonio, el bastardo que había aprovechado de la necesidad de mi principessa, que había sido parte de todo este infierno en su vida.—Te duele, —dijo Antonio en voz baja, intentando provocarme una vez más. —Te quema por dentro pensar que la cogí an
ValentinaTodo mi cuerpo dolía.El calor de la habitación era sofocante, y el saco sobre mi cabeza solo lo hacía peor.Mi respiración era irregular, luchando por mantenerse constante mientras intentaba no perder la calma. Mis manos seguían atadas por detrás de la espalda, el roce áspero de la cuerda había comenzado a lastimarme.Bianca estaba cerca de mí, lo sabía aunque no podía verla. Solo escuchaba su respiración temblorosa, el leve sollozo que intentaba contener.La puerta chirrió al abrirse de nuevo, y ambas nos sobresaltamos. Los pasos que se acercaban hicieron que mi estómago se retorciera.—Oh, qué triste escena. —La voz de la mujer llegó a nosotras, cargada de una burla afilada. Fingía tristeza, pero lo único que se podía distinguir en su voz era desprecio.Sentí las manos de alguien agarrar el saco de mi cabeza, y en un rápido tirón, la luz me golpeó los ojos. Parpadeé, cegada por un momento, hasta que mi visión empezó a aclararse.Lo primero que vi fueron los cuerpos.Sofía
NicolaMi mente estaba en blanco, solo había una cosa clara: encontrarlas.Mi Bianca.Mi Valentina.El aire a mi alrededor era denso, cada músculo en mi cuerpo tensado al máximo, como si fuera a explotar en cualquier momento. Sabía que lo haría si algo les sucedía. Pero no iba a perderlas.La fiesta continuaba en el salón principal, nadie se había percatado de las personas que faltaban y todavía no sabía que había ocurrido con los guardias que deberían estar cuidando a mi mujer."Tú debiste cuidarla, imbécil," me maldije frustrado.Al llegar a la puerta principal, una mano se apoyó en mi hombro, frenándome de golpe.Lorenzo.Sabía que era él. Nadie más se atrevería a detenerme en este estado.Giré lentamente mi rostro hacia él, y la furia que había estado controlando explotó de golpe.—¿¡Qué!? —gruñí, mi voz temblando con una ira que no me molestaba en contener.—Nicola, —dijo con su voz tranquila, esa maldita calma que siempre había mostrado, incluso en las situaciones más peligrosas
NicolaMe giré hacia ella, mis ojos fríos, llenos de furia.—Te aseguro, Claudia, —dije, con un tono bajo pero peligroso, —que no solo encontraré a las chicas, sino que me aseguraré de que la Camorra no vuelva a meter un pie en Palermo sin pagar el precio.Mi voz resonó en la sala, y pude ver cómo algunos de los jefes me evaluaban de nuevo. Sabían que era serio, sabían que no iba a dudar. Pero también sabían que este era mi momento para demostrar lo que realmente significaba ser un Moretti.—Que así sea, —respondió mi padre, dando por cerrada la discusión con una última mirada a los demás. —Pero recuerden todos aquí, —agregó, mirando a los jefes con dureza, —un ataque contra mi hijo es un ataque contra nuestra familia.—Nicola está comprometido con sus propias prioridades, —continuó Matteo, mirando a los demás, buscando apoyo. —Su cabeza no está en los negocios. Está en otra parte. ¿Cómo podemos confiarle la organización cuando no puede concentrarse en lo que es más importante?—Nicol
NicolaEstábamos en casa, y mi madre me abrazó fuerte, su vientre estaba grande y redondo.Mi madre siempre había sido cariñosa, pero ese día, su abrazo fue diferente. Lo sentí más cargado de todo el amor que me tenía.—Nicola, amore mio, —susurró, su voz era suave. —Voy a necesitar que hagas algo muy importante para mí.La miré con los ojos grandes, sin comprender del todo, pero asintiendo. Ella siempre sabía lo que era correcto.—Voy a darte un regalo muy especial hoy, —me dijo, colocando una mano sobre mi rostro, acariciando mi mejilla. —Una hermana. Pero tienes que prometerme algo, Nicola. Prométeme que siempre la protegerás. Que estarás allí para ella, que no dejarás que nada ni nadie le haga daño.Su mirada era más seria de lo que había visto antes. Algo en su tono me hizo sentir que lo que me pedía era una responsabilidad de vida o muerte.Asentí, aunque no sabía lo que todo eso implicaba. ¿Protegerla de qué? ¿De quién? Pero mi madre no respondió esas preguntas. Solo sonrió y