NicolaLos disparos comenzaron a sonar en el almacén como una melodía macabra.Era una masacre, pero yo no sentía nada. Mi mente estaba en otro lugar, en otro momento, con la imagen de Valentina en mi cabeza.Cada disparo, cada vida que arrebataba, era por ella. Era por Bianca. Por mi familia.Lorenzo y los demás no se quedaron atrás.Mis hombres eran profesionales, letales en cada movimiento. Cada integrante de la Camorra que se encontraba en el almacén caía como piezas de dominó.El olor a pólvora llenó el aire. Los cuerpos comenzaron a apilarse en el suelo, y cada uno de ellos me dejaba más cerca de mi objetivo: eliminar a todos.Avancé, mi mente fría y calculadora. El miedo que solía generar la Camorra en sus víctimas no me afectaba. Sabía que ellos también tenían miedo, pero no les iba a dar tiempo para reaccionar. No esta vez.De repente, algo llamó mi atención.Mientras revisaba los cuerpos de los caídos, me agaché junto a uno que aún respiraba, jadeando por el dolor de las bal
PanteraCaminar por los pasillos de la mansión Moretti era tan fácil como caminar por mi propia casa.Lo que hacía todo esto fuera tan ridículamente simple.Aquellos que se creían invulnerables, rodeados de guardias y seguridad, siempre olvidaban el detalle más insignificante: la confianza.Había sido un juego sencillo. Los hombres que se suponía la cuidaban... pobres excusas de soldados.Bastó con una droga, algo tan básico como una distracción y un sedante disuelto en sus bebidas, para que cayeran. Ni siquiera tuvieron tiempo de darse cuenta de lo que les había pasado.Saboreé el recuerdo con una pequeña sonrisa. Deshacerse de ellos fue más fácil de lo que esperaba.Mientras me movía en la penumbra, Shadow apareció a mi lado, su figura alta y tensa. Siempre a mi sombra, siempre con esa mezcla de lealtad y desconfianza.—La doble se pasó, Pantera. —Su voz era baja, pero llena de reproche. —No debía dejarlas tan marcadas. —Me miró de reojo, evaluando mi reacción.—¿Tú crees? —respondí
ValentinaHoras, tal vez habían pasado días.La oscuridad de la habitación nos envolvía, solo rota por la tenue luz que se filtraba por una pequeña ventana en lo alto de la puerta.Mi cuerpo estaba adolorido, el frío de las cadenas alrededor de mis muñecas y tobillos me hacía temblar, pero lo peor era el hambre, la sed… y el miedo.Había visto al tipo, el hombre al que la Pantera llamaba Shadow, entrar en la habitación varias veces.Se había llevado los cuerpos de Ana y Sofía, como si fueran nada más que sacos de basura.También había dejado algo de comida. Bianca y yo apenas habíamos tocado esos pedazos de pan seco y agua. Sabía que tenían algún tipo de somnífero, porque cada vez que comíamos un poco, el sueño nos vencía. Nos mantenían medio dormidas, casi sin fuerzas.Bianca estaba justo a mi lado, su respiración entrecortada me indicaba que había estado llorando, pero ya no le quedaban lágrimas. Estaba agotada, su cuerpo temblaba, pero más por el miedo que por el frío.—Tenemos que
NicolaEstaba sentado en mi oficina, la que estaba conectada directamente con mi habitación, evaluando una vez más todo lo que teníamos sobre los Camorra.Una pizarra grande ocupaba casi toda una de las paredes. En ella había fotos, mapas, diagramas de las rutas que usaban, las conexiones entre sus principales familias y las bases que ya habíamos atacado. Cruzaba información, líneas y flechas que se entrelazaban como una telaraña.Me froté el puente de la nariz. Estaba muriendo por dentro con cada minuto que pasaba.El ruido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos, aunque no giré para mirar. Sentí los pasos pesados de mi padre acercándose. Sabía que era él antes de que dijera una palabra.—Estoy sorprendido, —dijo con su tono habitual, mientras se acercaba a mi lado, deteniéndose frente a la pizarra. —En menos de 48 horas has desmantelado más de diez bases de los Camorra.Mi mandíbula se tensó, pero no me moví, mis ojos fijos en las fotos y conexiones que había trazado. Mi
NicolaEl sótano tenía ese aire pesado que siempre me había provocado tranquilidad, incluso cuando era un niño y mi padre me traía aquí para presenciar cómo se trataba a los traidores.Siempre olía a hierro oxidado, a humedad atrapada por años entre las paredes gruesas de piedra. La luz era tenue, apenas suficiente para guiarme, pero eso no importaba. Ya sabía cómo moverme aquí debajo.Con cada paso que daba, sentía el pulso en mi sien martillando con fuerza. La idea de que Valentina y Bianca pudieran estar tan cerca y que no lo hubiera notado antes me corroía por dentro.No podía permitirme otro error, no esta vez. Tenía que encontrarlas.Ella... mi principessa... estaba en algún lugar de este maldito sótano.Giré en una de las esquinas, acercándome al final del pasillo oscuro, cuando un golpe seco me alcanzó por detrás de la cabeza. El impacto fue tan fuerte que me dejó sin aire, cayéndome de rodillasLlevé una mano a la cabeza, sentí el calor del líquido pegajoso entre mis dedos.—
NicolaEl dolor en mi cabeza seguía palpitando, cada golpe que había recibido seguía resonando en mi cráneo como un tambor.Intentaba mantener el equilibrio, pero mis pasos eran torpes, y cada movimiento me dolía, haciéndome recordar la emboscada en la que había caído.Me forcé a dar un paso adelante, pero todo a mi alrededor giraba sin parar. Odiaba verme así y más delante de las chicas.—¿Sabes? —continuó. —Siempre pensé que serías más difícil de doblegar. Pero mírate, apenas puedes mantenerte en pie. —No te preocupes, —siguió hablando mientras se acercaba lentamente a mí. —Tu sufrimiento acaba de comenzar.No tenía tiempo para más juegos.Le lancé un puñetazo, una fuerza me golpeó por detrás. Shadow apareció de la nada, riendo mientras me inmovilizaba de nuevo.—Siempre tan predecible, Moretti. —dijo, su voz teñida de burla. Intenté girar la cabeza para verlo, pero me apretó con su brazo empujándome hacia la pared. —Aunque golpear a una mujer... Eso sí es nuevo.—No podemos permiti
NicolaLa Pantera me observaba en silencio, su máscara cubriendo todo rasgo que pudiera delatar sus pensamientos, pero sentía la intensidad de su mirada.—Shadow —su voz rompió el silencio. —Ven aquí.El hombre apareció de la nada, moviéndose como una sombra, tal como su nombre lo sugería. Había algo en la postura de ese hombre, en la forma en que se movía... Algo familiar, pero no lograba identificar qué era exactamente. Mi cerebro no se encontraba en su mejor estado, y estaba peor con cada segundo más atado y cansado.Shadow se acercó con calma, una mano posándose sobre la cintura de la Pantera como si fuera su derecho.La vista me generó una repulsión instantánea, y algo en mí ardió. Un destello de odio apareció en mis pensamientos.Quería arrancarle esa mano de un golpe, pero la cuerda atada a mis muñecas se clavaba más en mi piel con cada intento de liberarme.—¿Por qué era Renata la sustituta? —le preguntó la Pantera, ignorando mi creciente frustración.Shadow ni siquiera titube
ValentinaCada inhalación, cada exhalación, me recordaba la razón por la que estaba aquí, la razón por la que había sobrevivido todos estos años.Mi vida había sido una serie de eventos desafortunados pero fríamente calculados, y ahora, todo me traía a este preciso momento.La Pantera, implacable, lista para devorar a su presa.Antes de todo esto, antes de las máscaras y las mentiras, yo era una niña normal. Era una niña con una familia, era amada y consentida.Pero un día bastó para cambiarlo todo.El día en que mi infancia terminó.Tenía cinco años. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer.Mi padre, un hombre fuerte, imponente, me había dejado en mí habitación para dormir después de que volviéramos de reconocer el cuerpo de mi madre.En medio de la noche me despertó un sonido muy fuerte. Algo no estaba bien. Aún puedo ver la sombra de preocupación cruzando su rostro cuando entró desesperado a mi habitación.—Mi piccola, tienes que esconderte —me susurró.Entré al armario de mi cuarto,