ValentinaNicola...No solo fue el castigo que recibí por tratar de escaparme. Sí, fue doloroso, fue brutal, pero también fue algo excitante, algo que me mostró quién es Nicola realmente, lo que estaba dispuesto a hacer cuando algo se le metía en la cabeza.Un hombre que se preocupa, incluso cuando no quiere. Un hombre que protege lo que es suyo.Pero fueron los pequeños detalles, las cosas que no debería recordar y que, sin embargo, no puedo olvidar.Como ese día en que llegó a mi apartamento después de la llamada con mi padre, yo estaba llorando a mares... Estaba actuando, pero en algún lugar de mí, las lágrimas no fueron tan falsas.Nicola me vio. No dijo nada, no me juzgó. Simplemente me preparó un té y se quedó a mi lado hasta que me calmé.Eso fue lo que me quebró un poco.No era el Nicola despiadado que todos temían.En esos momentos de intimidad, era alguien más, alguien que se preocupaba por mí de una forma que nadie más lo hacía. Y yo, a pesar de mi entrenamiento, a pesar de
NicolaEl eco de la explosión resonaba en mis oídos, pero la única que parecía no inmutarse era ella; la Pantera.Valentina.No podía acostumbrarme a esa dualidad en su comportamiento. Esa mujer que me hizo sentir tanto desde que la conocí, ahora era una traidora... mi enemiga.Mis manos aún estaban atadas, pero mi mente estaba enfocada en otra cosa: escapar y sacar a Bianca.Shadow apareció, arrastrando a mi hermana, con la cabeza cubierta por un saco oscuro. Cada fibra de mi cuerpo se tensó, y el pánico que me recorría me dejó sin aliento. ¿Qué demonios estaban esperando para soltarla?—¿Qué hacemos? —la voz grave de Shadow interrumpió mis pensamientos.Se lo preguntó directamente a Valentina, como si ella fuera la única con autoridad en esa maldita sala.Ella se puso la máscara sin prisa, como si ese simple gesto pudiera definirla.Era la Pantera otra vez.La frialdad en sus movimientos me resultaba tan ajena... tan distante. No podía ser la misma mujer que había sostenido entre mi
NicolaLos disparos, las explosiones no paraban, las malditas balas rebotaban contra los muros como si fueran el eco de mi propia desesperación.Valentina iba a mi lado, letal y precisa, disparando con una frialdad que no podía creer. Con cada enemigo que caía, sentía más admiración por ella... y más odio por su traición.—Maldita sea, —gruñí, disparando a otro hombre de la Camorra que apareció entre los arbustos. —¿No paran de aparecer?Ella no respondió, pero giró su cabeza para mirarme y pude ver en sus ojos que esto no le desagradaba. Sabía que estaba disfrutando. Lo sentía.—Tenemos que entrar, —dijo, su voz apenas audible entre el rugido de los disparos.Corrimos hacia la mansión, y cuando entramos... mi mundo se detuvo.Mi padre estaba en el suelo. Sangrando.Apenas respiraba. Su camisa blanca estaba empapada de sangre, y su rostro, el del hombre más fuerte que jamás conocí, parecía mucho más viejo y ceniciento.El hombre que me había criado, que me enseñó todo sobre el poder y
NicolaFueron solo minutos los que pasaron desde que salimos de la mansión hasta que llegamos a esa pequeña casa en medio de la nada, pero para mí se sintió como si hubieran pasado horas.Cada segundo de esa agonizante espera, escuchando el débil sonido de la respiración de mi padre en el asiento trasero.Valentina iba al volante, su mirada fija en la carretera, mientras yo me debatía entre el odio, la frustración y una creciente confusión.Bianca estaba a salvo, o eso me había dicho, pero mi padre..., el hombre que, a pesar de todo, era mi vida entera, estaba colgando de un hilo en la parte trasera del auto. Cada gemido que salía de su boca inconsciente me desgarraba por dentro, mientras me recordaba que no podía perderlo.El cielo comenzaba a teñirse de un gris mortecino, el amanecer aún estaba lejos, pero la oscuridad ya empezaba a retroceder. El paisaje a nuestro alrededor se desvanecía en sombras, nada más que un desierto interminable, hasta que, una pequeña casa apareció de la n
ValentinaEl vapor salía de la tetera mientras vertía el agua caliente en la taza. El aroma del té de hierbas llenó mis pulmones, pero mis pensamientos estaban a kilómetros de allí.Shadow estaba a mi lado, apoyado contra la pared, sus ojos observándome con esa atención que parecía verme hasta el alma.Siempre estaba ahí, siempre vigilando, siempre dispuesto. Sabía que lo hacía por mí. Desde el principio habíamos sido un equipo, dos piezas del mismo rompecabezas oscuro y retorcido.Tomé la taza en mis manos, sintiendo el calor contra mis palmas mientras los recuerdos me envolvían.Renzo y yo, mucho antes de ser quienes éramos ahora, mucho antes de ser Shadow y la Pantera.Éramos niños.Un par de almas perdidas que, por circunstancias fuera de nuestro control, habíamos sido lanzados a este mundo brutal.Ambos con potencial y una habilidad para aprender lo que otros niños ni siquiera podrían imaginar.Desde el primer momento en que lo vi, supe que había algo en él. Su enfoque, su silenc
ValentinaShadow se había ido hacía unos minutos, dejándome sola con mis pensamientos, y no pude evitar sentir el alivio al no tener que lidiar más con su insistencia, al menos por un rato.Me giré sintiendo que alguien había entrado en la cocina y los ví: Nicola, Lorenzo y Bianca.Podía sentir sus miradas clavadas en mí, pero la peor de todas fue la de Bianca. Sabía que este momento llegaría, que tendría que enfrentar lo inevitable. Pero eso no hacía las cosas más fáciles.Bianca intentó correr hacia mí en cuanto me vio, pero Lorenzo la detuvo, agarrándola con fuerza.—No puedo creerlo, —dijo Lorenzo en un susurro, la sorpresa e incredulidad en su voz. —Valentina... —sus ojos se movían entre mí y Nicola, como si estuviera tratando de encajar las piezas en un rompecabezas.—Suéltala, —gruñí, manteniendo mi tono bajo.Lorenzo no cedió. Podía ver el brillo de la duda en sus ojos, pero también la resolución de no dejar que Bianca se acercara a mí.—Déjame ir con mi amiga, —insistió Bianc
NicolaValentina acababa de salir de la casa y mi instinto me gritaba que la siguiera.No podía soportar tenerla lejos, no después de todo lo que había pasado. Pero al mismo tiempo, el peso de todo lo que ella había hecho seguía doliendo en mi pecho.Lorenzo caminaba de un lado a otro, inquieto, con una tensión que me recordaba a un león enjaulado. Finalmente, rompió el silencio.—Nicola, tenemos que irnos de aquí, —dijo con la voz baja, urgente, como si temiera que hasta las paredes estuvieran escuchando.Lo miré de reojo, la ansiedad carcomiéndome por dentro, pero manteniendo la compostura.No iba a moverme. No podía.—No, —respondí con firmeza, manteniéndome en mi sitio. —Ella tiene razón, aquí estamos más seguros.Sentí la mirada de Bianca clavarse en mí. La rabia y el dolor en su expresión eran innegables, su resentimiento hacia Valentina quemaba el aire.—Ella es una traidora de mierda, —murmuró mi hermana con veneno en la voz, y esas palabras me atravesaron como un cuchillo.Bi
NicolaLa daga se deslizó en el aire, rozando mi rostro antes de clavarse en la pared detrás de mí.Sentí el calor emanando de un pequeño corte en mi oreja, y mi mano voló a mi cabeza.Sangre. Maldita sea, me había cortado.Mi cuerpo se movió antes de que pudiera pensarlo, y avancé en dos zancadas, cerrando el espacio entre nosotros. Mi mano se alzó para tomarla del cuello, girándola con fuerza y apretándola contra la pared.El calor que siempre sentía por ella explotó en mis venas. Mi rostro se acercó peligrosamente al suyo, mi respiración chocando contra sus labios. La furia me envolvía, pero había algo más.Algo que siempre había estado allí, algo que no podía controlar estando cerca de ella.Deseo.—Te he visto hoy, —gruñí con voz grave, haciendo énfasis en cada palabra mientras la mantenía atrapada. —Sé que eres mortal. Y tuviste varias oportunidades para matarme. —Mi frente rozó la suya, nuestros cuerpos casi temblando por la tensión. —No aprovechaste ninguna.Valentina se movió