47. Marcados

Alexander

No podía entender lo que mis ojos veían: el cuerpo de Emma estaba completamente libre de cicatrices. Un torbellino de preguntas recorría mi mente, pero no la quería abrumar; sabía que, en ese momento, no tenía las respuestas. Así que decidí hacerle la única pregunta que realmente importaba: -¿Cómo te sientes?-

-Confundida… algo rara… y tal vez… algo linda.- Respondió ella.

No pude contenerme más. La atraje hacia mí y le susurré al oído: -Siempre has sido linda y dulce para mí, siempre. Pero aquel día, en el río, cuando emergiste del agua con solo tu ropa interior, me dejaste sin aliento. En ese momento, supe que eras verdaderamente hermosa y sensual, una imagen que se grabó a fuego en mi mente.-

La besé con pasión, perdido en su calor. Mi voz se convirtió en un susurro ronco, lleno de emoción: -Y cuando te vi desnuda por primera vez... Estaba completamente hechizado. No puedes imaginar lo increíblemente hermosa y sensual que eres, amor. Cada curva, cada gesto, me dejas sin a
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