23. Revelación

Alexander

Como alfa de la manada, siempre había estado acostumbrado a dar órdenes. Esa era mi naturaleza; analizar, decidir y ejecutar. Pero con Emma, todo era diferente. Su mirada, su dolor y sus palabras me afectaban terriblemente.

Sabía que la había herido de mil maneras y eso me atormentaba.

Me di cuenta de que cada palabra que pronunciara debía ser elegida con cuidado. Ambos sabíamos que intentar reprimir nuestros deseos era en vano. Aunque podía usar mi autoridad para forzarla a estar a mi lado y hacer que cumpla con su destino como mi compañera y luna, no podía hacerlo, anhelaba su aceptación.

Necesitaba mostrarle cuánto deseaba tenerla a mi lado y quería que comprendiera lo difícil que es cada día sin ella. Su lugar estaba aquí, como en este momento, sentada en mis regazos.

"¡Saca tus malditos caninos! Estás apoyado como un idiota dónde debería estar tu marca. ¡Hazlo ahora!" Exigió Dado.

Emma se tensó, como si lo hubiera escuchado.

"¡Cállate perro!" Internamente le grité mol
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