A la mañana siguiente fui despertada por un grito enojado y pisadas en huida de pequeños pasos.Me estiré para desperezarme y fue así como me encontró su alteza el idiota número dos: Cole.—Te dije que te vería hoy. — Dijo frunciendo el ceño con una mirada de desaprobación a mi lindo atuendo de cama.—Si, lo hiciste. — Dije con dulzura. — ¿Cuál es el problema con ello?—Que no estás vestida y tenemos cosas que hacer. — Dijo cruzándose de brazos.Yo arqueé una ceja.—Si, lo mencionaste también.Él se limitó a arquear una ceja en mi dirección imitándome. Yo cambié de tema.—¿Por qué te encuentras aterrorizando a mis primos?— Pregunté curiosa.—No lo hice.—Entonces ¿Por qué los gritos?—No lo sé. Me vieron y corrieron.—Oh… bueno, no lo vuelvas a hacer. — Dije saliendo de la cama ante su mirada de incredulidad.—No hice nada.—Tienes una reputación saludable, Cole. Además estoy segura de que llegaste con un montón de lobos en uniforme y todos parecerán grandes y malos. ¿Cómo crees que s
—¿También quieres romper el protocolo de vestimenta? — Preguntó Cole entrando en la cocina. Venía seguido de Mateo y mi tío. Mi tío nos miró con una sonrisa y luego se dedicó exclusivamente a desvestir con la mirada a Gisselle. Asco. Me preguntaba dónde… —¿Por qué los cachorros se aferran a tu ropa?— Pregunté divertida a Cole. —No lo sé. Yo miré a Mateo, él ya se encontraba escribiendo y me pasó su libreta. “Solo tuvo que presentarse como tu pareja ante ellos y ahora es el lindo primo Cole. Fue difícil hacer que se disculpara”. —Dímelo a mí, yo sé de eso. — Dije bufando. Me acaricie mi bonito estómago lleno. —Ahora que ya estoy presentable y alimentada… ¿Qué es lo que dices que tenemos que hacer? —El rey solicita tu presencia en el castillo. — Dijo Cole dejando a cada uno de los cachorros en el suelo antes de que éstos volvieran a treparlo como árbol. —¿Sabes qué quiere?— Pregunté curiosa. —No. —Entonces, ¿Solo eres el humilde recadero? —A veces. Yo lo miré pero no volvi
—¿Cuál es la información?— Preguntó Cole cuando salimos al establo para que pudiera él tomar a su caballo. Poniendo un poco de atención pude reconocer a algunos guardias además de Kyrian. —Podemos pasar por el camino para que te enseñe algunas cosas interesantes, pequeño príncipe. — Dije ocultando una sonrisa. — ¿Estos no son los guardias que tenía el rey? —Si, los que contraté para ser tus guardias personales. — Dijo subiendo a su caballo. Yo miré en dirección a Kiki; ella parecía feliz pastando libre así que me encogí de hombros y levanté los brazos esperando que el príncipe captara mi indirecta. —No necesito guardias personales. — Dije una vez que Cole se inclinó para colocarme delante de él en el caballo. — ¿Por qué no me das uno de esos bonitos medallones como el que tiene Mateo en el cuello?— Pregunté curiosa. —Porque son para la familia real. —Soy tu pareja, por lo tanto soy parte de la familia real. — Dije con convicción mientras le indicaba el camino. Los guardias y Ky
Nos adentramos en la carnicería y se me ocurrió una idea. Me detuve abruptamente y me giré hacia cole estirando la mano. —¿Qué? ¿Necesitas más monedas?— Preguntó Cole inexpresivo. —No te estoy pidiendo monedas. — Dije exasperada. — Ni siquiera me dejaste hablar… espera ¿Tienes más? Él solo me miró. Odiaba sus malditos silencios. —Como sea. Quiero tu camisa. — Dije pestañeando inocentemente en su dirección. Siguió observándome dos segundos antes de que comenzara a quitarse el “uniforme real” y se desabrochara hábilmente la camisa mientras me miraba a los ojos. Por la madre, hacía calor de repente. Cuando terminó me la entregó y por un instante se me olvidó para qué la quería. Malditos y esculpidos músculos que le hacían cosas graciosas a mi cerebro. Comencé a enrollar la camisa ante la mirada curiosa de Cole. Él no se puso el resto del uniforme y yo no se lo pedí. ¿Quién era yo para pedirle que me ocultara tan buena vista? Me coloqué la camisa enrollada tapando mi nariz y boca;
Cuando salimos de la carnicería Cole se detuvo y me miró. Luego, lentamente extendió la mano hacia mí. Supe lo que quería pero solo me crucé de brazos y arqueé una ceja. Él suspiró y cerró los ojos como si estuviera reuniendo paciencia. Y casi me parto de risa ante su expresión de resignación. —No sé para qué la querías. Estos salvajes no olían mal. —¿Y? No me gusta repetirlo pero: Todo lo tuyo es mío. Y si quiero tu camisa para usarla como un maldito trapo para limpiar el piso, la tomaré y la usaré. — Dije haciéndole ojitos. Detrás de él Kyrian rugió de risa y Cole se tensó. Yo me acerqué y le toqué el brazo de forma conciliadora. —Me gusta la vista. Ahora, debemos ir a ver al jefe del pueblo. — Dije dando media vuelta y dirigiéndome a la zona de la puerta destrozada en la que sabía que estaría trabajando Gene. Para mi total sorpresa, Cole me siguió sin hacer preguntas ni seguir insistiendo por su camisa. La verdad me gustaba poder olerlo en su camisa pero estaría muerta antes
—¿Cuánto creen que me den en la capital por esto?— Preguntó Savanah emparejando su caballo con el de Cole. En la última hora más o menos me había dedicado a admirar el paisaje por dos segundos y luego tomé una pequeña siesta. La voz de Savanah me despertó. Cole gruñó y yo me desperecé. Nos encontrábamos en algún sendero olvidado, ya que la densa vegetación era abundante. Quizá al ser un príncipe siempre tenía que ser precavido y no usaba los caminos principales. —No tengo ni idea. Pero no creo que paguen más que los comerciantes cerca de la aldea. — Dije pensándolo un segundo. Retorcí mi cuello para mirar a Cole interrogativamente. El suspiró y le contestó a Savanah sin mirarla. —Los comerciantes de la capital están acostumbrados a tratar con lobas nobles, así que seguramente no te darán el precio completo por ese collar. —Demonios. — Dijo con los hombros caídos y yo oculté una sonrisa. Dos segundos después se animó de nuevo. — ¿Y si los amenazo con cuchillos? —Probablemente los
Savanah se dedicó a arrojar con certera puntería sus cuchillos ya que cada nueva flecha rebelaba la ubicación del enemigo. No me detuve a ver qué m****a hacía mi supuesta pareja, Kyrian o los otros guardias. Localicé a mi primera víctima cuando se preparaba para lanzar su siguiente flecha en mi dirección. Salté y le desgarré el cuello porque no estaba de humor para jugar a probar mis habilidades. Me sentía un poco homicida en este momento. No recordaba un momento de mi vida en el que me sentí tan fuera de mi mente. Dejé de contar después del tercero porque para este momento yo veía rojo. Me dediqué a rastrear, encontrar y matar a todos los malditos que se pusieron en mi camino. —Ya no queda nadie, princesa. — Dijo una voz suave conocida que me sacó de mi neblina de furia lo suficiente como para darme cuenta de la situación a mi alrededor. Me transformé de nuevo y desde esta perspectiva pude apreciar mejor la carnicería. Alrededor se encontraban catorce cuerpos de lobos con las garg
—¿En serio no me van a dejar pasar?— Pregunté divertida. — Ya les dije que el rey me ha mandado a llamar. Llegué mucho antes que todo el grupo y los guardias de la entrada no me habían dejado pasar. Al contrario, habían pedido refuerzos al verme llegar. —Tiene sangre en su cara y por toda su ropa. Además viene en el caballo de nuestro príncipe. — Dijo uno de los guardias bufando molesto. — ¿De verdad crees que somos estúpidos? Obviamente has robado ese caballo y mientes sobre tus asuntos con el rey. —No lo hago. — Dije poniendo cara de inocencia. Los bastardos no me creyeron y me rodearon. —Baje del caballo señora o nos veremos obligados a usar la fuerza. — Dijo otro guardia con voz amenazadora. —No quiero bajar de mi poni. — Dije haciendo pucheros. — Estoy cómoda aquí. Además tengo planeada una gran entrada al castillo a bordo de él. —¡Me importa un comino! Tienes tres segundos para bajar de ahí antes de que nos pongamos rudos. — Dijo otro guardia. Ese parecía ser el líder por a