Capitulo 8

Las horas pasaron lo más lento posible, por lo menos así lo vieron las chicas. Ahora tendrán que acostumbrarse a otro horario y a distancia de sus seres queridos, un gran detalle que pondría a prueba el amor, la constancia y la paciencia.

Ámbar y Aitana se sentaron en la terraza de su apartamento, disfrutando del delicioso aire de Italia. Sus pieles se sintieron rejuvenecidas por el sol y la brisa suave.

—¿Te puedes creer que estamos aquí? —preguntó Ámbar, sonriendo.

—No —respondió Aitana, riendo—. Me siento como si estuviera soñando.

—Yo también —dijo Ámbar—. Pero es real. Estamos aquí, en Italia, viviendo una aventura.

Aitana asintió con la cabeza, su sonrisa desapareciendo por un momento.

—¿Sabes? —dijo—. Me siento un poco triste. Extraño la soledad de mi casa y siento que mi vida va a cambiar aquí.

Ámbar se acercó a Aitana y la abrazó.

—Lo sé —dijo—. Yo también extraño a los míos. Pero estamos aquí, juntas, para alcanzar un sueño y eso es lo que importa.

Aitana asintió con la cabe
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