Lexie le dio un sorbo a la copa de vino mientras Berrocal se ajustaba bien la toalla. En la vida volvía a intentar ser un hombre sexy y romántico, no es capaz de hacer una de las dos o simplemente no se le daba. El joven fue hacia el sofá y le alcanzó a Samanta su abrigo. El pasado le había pagado por su compañía, sin embargo cuando se decidió ir por Lexie, se planteó estar totalmente disponible ante las necesidades del negocio y su nueva esposa que sin conocerla sabía que tenía un carácter terrible. —No interrumpo más, ¿el mensaje no era para mí? —preguntó. —Lexie no sé que hace Samantha aquí. Te dije hace semanas que no necesitaba verte más. —Se volteó hacia la aludida. —Me lo explicas a mí. Hay una mujer desnuda y tú envuelto en un paño. —Samantha y yo hemos tenido sexo, pero nuestra relación terminó. ¿Qué quieres? ¿Dinero o qué pasa?—Preguntó y fue a su oficina por la billetera, las dos mujeres le vieron incrédulas. —Por qué es
Lexie había escuchado a su abuelo decir que cuando eras intimidante para los demás eres importante para el negocio. La policía se encontraba constantemente intimidada por la forma en la que se movía el negocio de Berrocal y el de los Staton, no había pruebas pero tampoco dudas. Las puertas del elevador se abrieron y Lexie se acercó a recibirles. —Buenos días, ¿en qué podemos ayudarles?—preguntó Lexie con una sonrisa en el rostro. Berrocal se acercó y estrechó la mano de los policías. —¿Tienen noticias de los casos? Los investigadores que contraté no me han informado nada. —¿Nos invitan a pasar?—preguntó Rossy y Lexie no se movió al igual que su esposo el cual preguntó de una vez por todas a qué se debía la visita. Rossy tenía experiencia y sabía qué implantar algún dispositivo era una pérdida de tiempo. Cazar a Berrocal era impos
Lexie vio a Berrocal de la manera que nunca había visto, enojado, furioso con ella. Todo lo que llevaba diciendo los últimos cinco minutos, eran verdad, era mandona, egoísta y la mayor parte del tiempo hacía lo que le diera la gana con su vida y la de los demás sin importar criterios, opiniones o consejos de los demás. Ella reconoció en su cabeza que él tenía razón, pero de su boca salió todo lo contrario: —¿Qué quieres que haga que me convierta en Luna para que seas feliz? —No se te ocurra volver amencionarla—Berrocal tomó una taza y la estalló contra el gabinete, Lexie bajó la cabeza y uno de los pedazos se clavó en su cráneo. Lexie vio a su esposo a los ojos. Lexie estaba enojadísima. Él se asustó cuando la sangre comenzó a salir se acercó con un trapo de cocina y lo puso en su cabeza. —Suéltame. —Lexie. —¡SUÉLTAME!—gritó y le
La doctora les dio un momento antes de acercarse, le dio a Lexie su tarjeta para controlar un poco el temperamento y atender lo que se conocía como ataques de pánico.La madre de Lexie se había preocupado demasiado pro si mal temperamento, al principio lo achacó a la edad, y la justificó. Todos los niños hacen berrinches, pero, conforme crecía entendido que su hija era tan rabiosa como ella. Entre sus listas de prioridades estaba atender ese pequeño defecto de su hija, sin embargo, la arrancaron muy temprano de sus brazos y quedó pendiente. La joven vio la tarjeta que le ofreció la doctora, era psicóloga y psiquiatra. La doctora se despidió y salió de la habitación. Berrocal se acomodó bien la ropa y tomó asiento en la silla, le envío unas indicaciones al chapas para que limpiaran el apartamento y quitaran del desayuno, pidió algo de almorzar para Lexie y la vio descansar. Pasaron unas tres horas en el hospital, Ada y Arturo entraron de fo
Antes de que Asher acelerara las cosas para ellos Berrocal había visitado a Lexie en varias ocasiones, la había investigado, incluso se tomó la molestia de seguirla personalmente. Se dio cuenta de que era precisa, inteligente, precavida y muy inteligente, cada vez que mantenía una conversación con su mujer o le veía desempeñarse en el trabajo se daba cuenta de que era la indicada para el trabajo. Un trabajo que él hubiese tomado por obligación, pero Lexie parecía disfrutar. Lexie estaba esperando una respuesta así que sirvió un poco de vino en las dos copas que estaban en la mesa. Se sirvió de comer e hizo un terrible sonido con el cubierto para traer a Berrocal de vuelta a la mesa. —¿Necesitas que repita la pregunta?—insistió Lexie. —No—respondió y se sirvió la comida en el plato y retiró las manos uy vio a su esposa. Lexie partió la pieza de pescado de si esposo
Se lo había preguntado todos los días. Era un tormento; se dormía y se despertaba pensando una solución que les beneficiara a todos. Solo fantasías, pero no había salida, pero no había una opción correcta. La vida es una ironía, antes no tenía dinero para comprar una manzana y ahora puede compararse una finca llena de manzanas. El ejemplo más evidente es su casa; preciosa, enorme y acogedora, la propiedad es preciosa, segura y privada, con un jardín gigante; excelente para que sus hijos corrieran. Cuatro niños como soñó, pero no se podía permitir tener a su niña a salvo y a su lado, menos a tres niños más, pero en el jardín de su casa no había nada y no podría haber nada más. Nunca se llenaría con niños corriendo libremente y no los habría y en ese
Mily fue por el café y le dijo a Lexie que si su gente podía entrar por el techo, la ventana o cualquier parte del edificio necesitaban entrar ahora. Estaban en el piso dieciocho y si lo hacían en orden Berrocal podía desangrarse al tiempo de que la ayuda llegase por él. Movilizarlo tampoco era una opción porque la bala podía viajar y tocar una arteria o vena y complicar las cosas. El problema era que no había salida y el hombre estaba desangrándose sin misericordia. —Lo sé, vi las heridas. —Las vio al instante, pero pensó que saldrían, que habría tiempo de llevarle a un hospital o con un médico clandestino, alguien que pudiese ayudarle. Lexie nunca se había sentido culpable por la profesión que desempeñaba, porque lo veía normal; sus abuelos eran delincuentes, su padre lo había sido, su madre era una mentira profesional y ella siempre había tenido facilidad para planear un crimen, lo que pasa es que Berrocal tiene razón,
Mily tomó la llamada de su tío y escuchó con atención todo lo que tenía que hacer para adelantar el procedimiento si estaba cociente aún podían hacer preguntas básicas.Entre Max, Mily y Lexie le llevaron una de las habitaciones. Mily se quedó inspeccionando el lugar por un par de segundos y vio a Berrocal.—No vivo aquí, pero es triste pensar que no nos conocíamos.—Porque no vives aquí.—Nosotros estábamos reposando aquí.—Nosotros estábamos conversando sobre los pros y contras del sexo prematrimonial.—Mily tú no tienes diez años y tampoco eres virgen—dijo Lexie.—Triste, pero, ¡cierto! Es culpa de Max que pone la política antes que mi muy embellecida vagina.&m