Reinita

La jefa escuchó como hacían una pausa por lo que supo que estaban recargando y si hay un equipo combatiendo fuera de su casa le daba tiempo de causar una distracción. Lexie  corrió al closet y tomó un par de armas, antes de ponerse a armar la ametralladora automática, tocó un par de códigos en la pared y su casa comenzó a llenarse de humo. La mujer sonrió y se puso una máscara. 

—Vinimos por usted, reinita —Gritó  un hombre antes de volver a darle tiros a la puerta. 

La puerta se abrió, llevaban rato intentando abrirla con balazos y ella encendió el botón. 

Berrocal estaba en la ventada por entrar cuando vio la ametralladora tirando  en dirección a la puerta. Lexie  le tiró una máscara a 

Berrocal. Él se la puso e hizo una seña a sus empleados para que esperaran. 

—Vamos. 

—No. 

—¿Quién es el cabrón, hijo de puta que me llamó reinita? Aquí, yo no soy ninguna hija de puta reina. Soy la jefa, la que se los va a follar a todos.

Había cinco hombres en su puerta y les disparó de arriba a abajo, Berrocal escuchó los disparos de respuesta se acercó y tomó la cintura de Lexie mientras negaba con la cabeza. Salió de la  habitación con el arma abajo y los vio, todos pararon el fuego. 

—¡¿Qué?! ¿Solo le disparan a mujeres solas ahora? Dispárenme cabrones, ¡venga! Hijos de puta y el que me persiga lo dejo sin familia y cuando acabemos con ustedes cada uno va a tener una bala en el culo. Mensaje para el mamarracho de Asher: el que se meta con Lexie se mete conmigo. 

Cargó a la mujer y le llevó a la ventana, la tiró y se lanzó después. 

—¿En esto tardaste?—preguntó entre divertida y asustada. 

Lexie tenía años que no estaba en medio de un enfrentamiento tan fuerte, en el que sintiera que su vida estaba en riesgo como esta noche. Berrocal le revisó  y le quitó la mascarilla, le tomó de la mano. 

—Todos tenemos nuestros vicios. El mío son las alturas —Los dos rieron.—Él le tomó de la mano y le preguntó cuál gas había soltado. 

—No me acordaba la verdad, pero es solo para darnos tiempo de salir. 

—Porque no lo usaste antes. 

—Estaba esperando que abriera, igual sin equipo no puedo salir. 

—Bien— la subió en una motocicleta, ella se sostuvo de él  y le recordó que estaba en pijamas y él rio. Regresaron en menos de cinco minutos a carretera principal, él la subió en su camioneta, ambos se sentaron en la parte trasera y el chofer arrancó con una velocidad normal, como si nada hubiese pasado, como si su casa no hubiese sido baleada. La joven  vio su pijama de seda y se maldijo por no haber puesto ropa interior. 

Berrocal dio indicaciones a su chofer y le entregó una mudada. Ella le dio las gracias porque no llevaba ropa interior siquiera, la joven se puso el pantalón y Berrocal intentó no ser metiche, pero no le quitó  la mirada de encima. 

Berrocal no pudo aguantar la risa y también lo hizo, no sabía si era la adrenalina y era obvio que no existían los tatuajes 3D, pero la cara de indignación de Lexie lo valía. 

Él sonrió. Le encantaba como hacía de la conversación más incómoda un tema formal y de relevancia, incluso le daba un toque de elegancia y clase, sin dejar de ser una guarrada. 

—Normal, no voy a mentir, es muy bonita. —Ella asintió como si entendiese sobre belleza de miembros—¿La quieres ver?

—No, también… Soy de iluminación. 

—Me gusta, no hay nada más soso que apagar la luz para hacerlo. ¿Para qué creen que voy al gimnasio?

—Sí, te entiendo —Él le vio sorprendido. —Todo el acto se trata sobre ti. 

—Já, no se trata de mí. Se trata de nosotros, del aroma de la piel del otro, de las sensaciones, el embriagarse de sensaciones que siempre se sienten como nuevas, de las hormonas, el tiempo, el momento y la persona indicada —Los dos se quedaron en silencio viéndose. 

Ella se colocó el abrigo y Berrocal le dijo que solo podía bajarse con una condición. Ella se quedó mirándole. 

—¿Vas a casarte conmigo y vamos 50-50?

Todo había cambiado en tan solo unas horas. Su plan principal era huir, sin embargo irían por ella hasta el final del mundo y acabaría como su madre, siendo una mujer desaparecida, que murió ahogada en una playa de Marbella, sin siquiera decir adiós. En este  momento tenía dos opciones vivir un breve tiempo huyendo o ser la esposa del rey de la mafia por el cual los matones de cualquier organización bajan sus armas. 

—Mi negocio es intocable—declaró la mujer. 

—Hecho. 

—No más tráfico de mujeres. 

—No me dedico a eso. —Replicó Berrocal. —Sexo. 

—Hecho. Monógamos, no quiero otras mujeres en mi relación más si hay sexo entre nosotros. 

—Tu lealtad es hacia mí y la mía hacia ti. Somos uno—Aceptó Berrocal. 

—Eso suena muy marital. 

—Son reglas, desde el momento en el que firmes dejas de ser su hija de un mafioso y pasas a ser mi mujer. Ante la ley, ante dios y ante los hombres.

—Hace mucho tiempo soy mi propia mujer. Te puedo ofrecer mi lealtad y puedo trabajar en equipo. Ponme a prueba. 

—Bien, me gusta—replicó. 

La pareja estrechó su mano con la de Andrés. 

Lexie  no esperaba menos de Berrocal, pero tenía una casa preciosa, enorme, con un jardín impresionante, bien iluminada y en el frente para impresionar más tenía una preciosa y enorme fuente. Impresionante y llena de luz. 

La mujer caminó en silencio y le siguió por el lugar. Lexie notó que además de caballeroso era protector. Caminaron por la casa mientras escuchaban a una pequeña cantar; Querida de Juan Gabriel. 

—¿Tienes una niña secuestrada?

—No. 

—¿Seguro?—él rio. 

—Dime cuando tú, dime cuando tú, dime cuanto tú vas a volveeeieieieieireeeer —Todos aplaudieron. —Hola, papá ¡Te esperé despierta! Uhh, quién es ella—preguntó. —Me gustan tus uñas. 

—Gracias, a mí me gusta como cantas. Wow—no era un desastre solo tenía que controlar la emoción por el micrófono. 

—Adoro el karaoke, cuál es tu favorita. 

—Ella adora el micrófono —Replicó su tío. 

—Mi favorita se llama mi mayor venganza. ¿Te la sabes? 

—No, pero sé leer en cuatro idiomas. 

—Eres muy guay, pero yo más —dijo la mujer y se quitó el abrigo. —Yo hablo y escribo en siete idiomas y tres dialectos. 

—Ahh papá, por qué no sé dialectos—él se encogió de hombros y le dio una botella de agua a Lexie. 

La joven le dio las gracias y le preguntó a la niña su nombre. 

—Miranda, pero aquí tooodos—enfatizó la pequeña. — Me llaman Mindy. 

—Es un nombre precioso. 

La niña dio varios saltos y Lexie compartió una mirada con Berrocal, los dos vieron a los otros adultos. 

—¿Quién le dio coca cola?—preguntó Berrocal.

—Me dieron una botella gigante, papá—Respondió y los tres hombres rieron. 

—Vaya tíos y el padrino, ehh. —Replicó Berrocal.—¿Quieres cenar algo? Voy a llevar a ese saco de papas pequeño a correr. 

—Puedo correr un rato. 

—¿Te gusta el parkour? Dile a papá que nos enseñe. 

—No, vamos a correr y a dormir después. 

—Te vamos a dar una cama, te lleva a una habitación. 

—Quiero tu habitación. —Él rio. —Necesitas saber algo. Me gusta descansar, mucho. Así que es muy probable que siempre, independientemente de en qué punto esté la luna, vamos a dormir en camas separadas. 

—No dije que estuvieses invitado a dormir conmigo, dije que quiero tu habitación. Estoy segura de que tienes una cama maravillosa. 

—Dale la habitación a la jefa—pidió a su hermano. —Tenemos una reunión en dos horas. 

—En dos horas serán las tres de la mañana. 

—Y estarás dormida para entonces. Mocosa saca mocos —Dijo y se la guindó en el hombro. Los tres adultos rieron y Lexie se presentó con los demás. 

Todos sabían quién era, no necesitaba presentación. Lexie era conocida en esa casa como la nueva obsesión de Berrocal. La joven fue a la habitación que le asignaron. Tomó una ducha y al salir se puso un bóxer y un camisón del joven, luego se puso los mismos pantalones que le había dado y se fue a dormir. 

Lexie despertó una hora más tarde y Berrocal había regresado de cansar a su hija. La dejó en su habitación y fue a la cocina a hablar con Chapas. 

—¿Le retuvieron 440 kilos de coca?—preguntó sorprendido. 

—440 kilos del Rey.

—Sí, pero estaba en manos de Asher. Él era el transportista encargado. 

—¿Cuándo tenía que llegar?—preguntó Lexie. 

—Pasado mañana, señora. 

—Vuélveme a llamar señora—dijo y los dos hombres rieron.—Jefa o Lexie, pero, señora mi abuela. ¿Ahora dónde está la coca?

—Está en la comisaría. 

—¿Sabes que no la guardan ahí?—comentó  Lexie divertida. —La comisaría no tiene espacio para 440 kilos de cocaína. Ahora,  ¿saben lo que le hacen a la coca cuando la encuentran?

—Los policías montan una fiesta—sugirió Berrocal. 

—Sí, se pierden aproximadamente los 40 kilos, y los otros 400 kilos sobreviven solo para ser quemados. 

—¡Qué triste!—Respondió irónico Berrocal y ella se divirtió. —¿Cómo la vamos a recuperar?—preguntó. 

—¿Puedo? 

—Somos socios, cariño. Cuéntame como roba una reina —Dijo y le dio un vaso con agua. 

—Me estás cagando un poco, pero vamos. Preparen tres equipos, trajes de policía y dos equipos más para secuestrar a los policías que sí iban por eso.  Camiones por favor, solo los mejores. —Chapas sonrió y les preguntó si estaban seguros los dos le miraron serios. —Tráeme una computadora vieja, ojalá, y ya nos consigo las placas y credenciales. 

—Son las tres de la mañana, ya no da tiempo. —Le recordó Chapas. 

—¿De qué hablas? Yo pienso llegar a las siete, con la luz del sol y esa mercadería se va mañana, entre rosas, para que mi papá sepa que además de mafiosos tenemos clase. 

—¿Por qué estás ayudando tanto?

—Me gusta ganarme la confianza de mi futuro esposo y mi abuelo lleva años diciéndome que me case y me quede con el negocio. Lo que pasa es que las drogas me parecen aburridísimas. Siempre es lo mismo. Producción, venta, transporte y muchos asesinatos. Yo soy más una dama de sociedad, pero bueno, tú puedes tener eso y yo lo otro. 

Berrocal vio a la joven e intentó analizarla un poco, sabía que ella estaba dándole la versión que quería que conociera eso solo complicaba el que pudiese entender entre líneas.

¿Qué es “lo otro”?

Tercer capítulo, pero, saboreenlo que algo buenísimo está por venir. 

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