Lexie sonrió y se acomodó en su asiento, recogió el pelo largo de forma que su cuello estuviese liberado. Los dos se miraron. —¿Qué si soy una ladrona? —Bueno, eso te pone encima de mí en la línea de carteristas. —Eres un roba carteras. No te menosprecies que yo solo soy una ladrona refinada…—Dijo y bebió champán.—Estafadora me gusta más, lo has escuchado en inglés“Con artist”, ser ladrón es desagradable para rodos menos los gringos que lo llaman tan bonito. —Estás intentando distraerme, aburrirme porque me vale—Los dos rieron. —¿El qué, el que sea una estafadora o el que sea una mujer? —Las dos, tú a lo tuyo…—Respondió y se acomodó en la silla.—Voy a decirte una cosa. Voy a firmar un papel en el que dicen que eres mi mujer, tu felicidad me impor
Lexie sonrió al ver las armas que llevaba debajo del asiento. La joven no pudo evitar reír.—¿Qué son estos? ¿Crees que podemos defendernos con armas ligeras?—Son solo por seguridad.—Te sientes seguro con tres carros de matones detrás de nosotros, armados hasta los dientes y tú con pistolas de muñeca.—Tengo armas atrás.—Atrás donde nos pueden disparar si nos acercamos—respondió irónica y molesta con la situación.—¡Sí, sí Lexington!—gritó y ella le vio amenazante.—Lo estás haciendo complicado.—Sí ¿Por qué?¿Dónde está nuestra seguridad? Ehh—Dijiste que podías solita, ehh.&nbs
Berrocal y Lexie son estrategas impresionantes. Por lo cual decidieron llegar un día antes a la finca para poder hablar. Ambos tomaron una ducha y se cambiaron en ropa cómoda. Berrocal les pidió a sus hombres que descansaran porque no confiaba al 100% en los Staton, ella hizo lo mismo con los suyos. Berrocal sonrió y le siguió a la oficina.—¿Llevas aquí sin dormir desde anoche?—Hay mucho en que trabajar.—Lo sé.Ella sacó dos pizarrones de vidrio, uno con fotografías de los agentes de narcóticos y a los que sueñen infiltrar y otra con la fotografía de todos los hombres de su equipo que podían delatarles o colaborar con la policía abajo. Berrocal fue a la siguiente pizarra, eran fotos de todos los cabecillas en Mainvillage y en la tercera las cabecillas que tenían que conquistar en el exte
Vince siguió moviendo los cubiertos y sus guardaespaldas apuntaron hacia berrocal. Lexie acomodó su arma bajo la mesa apuntando hacia los testículos de su abuelo. Lali se puso una tostada con más mermelada casera. Sonrió y acarició la espalda de su esposo.—El 90 % de mis mejores ideas, cambios y negocios salieron de la cabeza de mi mujer. Si ella me pidiese el negocio hoy o mañana le diría que no.—Esto funciona porque a mi esposa tiene a alguien que dé la cara por ella, no que la respalde.—Dame el apoyo y seis meses, de no ser así, se lo das a berrocal, dices que me estabas probando y a nuestra unión. Un año.—Si alguno de ustedes vuelve a apuntarme con un arma los mato. Cásense y después negociamos.Lali le dio una tostada a berrocal, el cual le dio las gracias y la m
Lexie era una mujer segura y muy convincente. Sabía qué hacer, qué decir, como moverse y como mantener la atención de su público. Su papá supo desde muy temprano que era muy probable que su hija tuviese la capacidad de ser buena en cualquier negocio, simplemente por su capacidad para hablar.Alexis se equivocó en una exposición y su hija hizo de ello una oportunidad. Ella era capaz de ganarse la vida hablando cuando cumplió los cuatro años y tuvo que dar una exposición sobre las abejas.Su secretaria se olvidó de hacer bien la maqueta que él tenía que hacer con su hija, el tema original era la galaxia. Así que en el camino al cole le contó sobre las abejas africanas. Lexie iba tranquila viendo por la ventana y escuchando a su papá. Cuando llegaron tomó su maqueta y vio a su papá con los braz
Berrocal le mostró a su futura esposa un campo de entrenamiento militar al aire libre. Notó o que lo que más llamó la atención de Lexie fue el saco de boxeo, la joven sonrió y él le preguntó si alguna vez había entrenado boxeo ella reconoció que no, sus abuelos eran más de artes marciales. Berrocal le preguntó comentó que por su casa; unas cinco cuadras más había un gimnasio en el cual se practicaba defensa personal, karate, judo, taekwondo y boxeo, él les veía, pero su tío era el encargado del cuadrilátero y le llevaba a practicar. Acomodó los guantes de Lexie a Lexie en la posición correcta. —Siempre proteges tu rostro y cabeza.—Ella acomodó bien y él le enseñó los golpes básicos. Lexie era naturalmente buena descargándose y liberando su ira a golpes. El entrenamiento que le gustaba realizar a Berrocal esa mañana no solo había estado lleno de energía sino de
Vince conocía la lealtad y la deslealtad, su esposa era una niña que limpiaba la casa, limpiaba los gallineros y alimentaba los chanchos por la tarde, era la misma niña cuyo padre era borracho y le golpeaban todos los días. Su madre la cobijaba debajo de su falda y le peinaba el cabello, él detestaba que le quisieran tanto, al inicio sentía que le quitaba, pero con el tiempo aprendió a amarle. Aprendió que la sencillez era lo que la hacía hermosa, la nobleza en su corazón no existía, pero sí la entrega y lealtad. Era una mujer entregada a su madre, le cuidó cuando enfermó y nadie creyó que tuviese algo, todos le achacaron a la menopausia, a la falta de dinero, el estrés o las largas horas en el campo, Lali vio el dolor donde nadie más, desde paños calientes hasta masajes.Cuando el dinero cayó en su propiedad, su papá se debatió entre entregarlo a la policía, quemarlo o simplemente enterrarlo. Lali, les recordó que tenían una mujer enferma, un negocio que
Lexie salió vestida de cuero color negro, iba bien maquillada y peinada con el cabello en un moño y lentes oscuros. Se acomodó la cadena mientras caminaba a paso seguro hacia las mujeres; algunas putas, otras prepago y las que más le dolían las esposas. Esas pobres almas puras y angelicales que a veces se engañaban con la historia de que sus hombres son electricistas o los del aire acondicionado. Lo que pasa es que para estar en esta fiesta necesitas saber cuán adentro estás tú, tu esposo y tus hijos. Todos se le quedaron mirando, hombres y mujeres. Los primeros porque estaba buenísima y parecía que no podía manejar el arma que llevaba apuntando al cielo y las segundas porque para ellas se había vuelto locas. Jamás le levantaban la voz a esos machos irremediables mucho menos retarles o creer que podía mandarles. Lexie observó a todas las mujeres, pero ninguna tenía cara de mártir, unas se veían muy putas, otras demasiado chulas, y las prepaguito con sus opera