Estoy nerviosa porque se vienen capitulos fuertes y de mucha tensión. ¡Feliz de leer sus comentarios y lo mucho que adoran a esta parejita! Sigan comentando, reseñando y dando like.
— Señor, no quise comentarle nada frente a la señorita Alexia, pero hay algo que uno de mis hombres descubrió — le dijo Barroso un día que iban de camino a la oficina. Él alzó la vista del teléfono. Estaba observando con anhelo una fotografía de él, junto a Alexia y su hijo, que se habían tomado días atrás. — ¿Qué ocurre? — La mujer fue vista entrando a la cárcel. Tengo entendido que fue a visitar a alguien. El CEO se inquietó, porque ambos sabían lo que eso podía significar. — ¿Crees que se trate de una coincidencia? — No lo sé, señor, podría serlo. Se tomó un par de segundos. Después suspiró. — Mantenla vigilada. Esto no me gusta. — Sí, señor. — ¿Cómo va el asunto con el imbécil de Marcelo? — Su ex socio me dijo que no me dará más información si no le ofrecemos una buena cantidad de dinero. El tipo está en banca rota. — ¿De cuánto estamos hablando? — Tiene toda la información en su correo. Cuatrocientos mil reales. — ¿Confías en que de verdad tenga información? — El t
¿Cómo en el infierno era posible que esa desgraciada mujer considerase la oportunidad de salir de la cárcel después de todo lo que había hecho? ¡Ni siquiera debía ser una posibilidad! Se pasó la mano por el rostro, frustrado, no hirviendo de coraje. Barroso hizo una seña al abogado para que le diera un segundo a su jefe de tranquilizarse antes de continuar, pues aquella aberrante noticia no era todo lo que le urgía decirle. — No es posible, ¿cierto? — alzó al fin la vista. Sus ojos lanzaban dardos de fuego — No tiene argumentos válidos para que un juez considere su petición. — No, pero… — ¿Pero? — el CEO alzó las cejas, incrédulo. ¿En serio podía existir un pero? El hombre tomó una profunda bocanada de aliento. — Su abogado está presionando al juez a través del… hijo de ambos. — ¿Qué quieres decir con eso? — Según la notificación que me llegó ayer en la noche, señor, su exesposa ha sufrido un cuadro de estrés debido a la forma en la que la separaron de su hijo. — ¡La forma en
Al verla arrodillada frente al excusado, sus ojos se abrieron y su pulso se disparó. — ¡Alexia! — corrió hacia ella, hincándose a su lado. La joven ladeó la cabeza para que no la mirara en ese estado y buscó incorporarse, pero él la tomó de la cintura y la obligó a mirarlo, sin importarle nada más. — ¿Qué ocurre? ¿Te sientes mal? — tenía los ojos llorosos. — No fue nada — respondió ella, ocultándose. — No, mírame — le pidió, alzando su barbilla. Verlo al fin a los ojos hizo que una lágrima se derramara por su mejilla, y cuando intentó limpiársela con el dorso de la mano, notó que todavía tenía la fotografía doblada en un puño. Quiso esconderla. — ¿Qué es eso? — Nada — salió del baño, consciente de que él la seguiría, aunque no esperó que la tomara de la cintura y la hiciera girarse, arrebatándole la fotografía. Thiago desdobló la foto que poco a poco le mostró de que se trataba. ¡¿Qué carajos?! Alzó la vista. — ¿Qué significa esto? — le exigió saber — ¿De dónde la sacaste?
Alexia jugaba todavía nerviosa con sus dedos cuando escuchó el rumor de la puerta. Era él. — ¿Puedo? — preguntó al asomar la cabeza. Lucía un tanto pálido, como si le hubiesen pasado diez años por encima en cuestión de horas. Ella asintió sonrojada e intentó incorporarse, pero con una seña él le pidió que no — ¿Cómo te sientes? Le preocupaba su estado de salud, pues verla vomitar y débil no le gustó en lo absoluto. — Mejor, gracias — murmuró suavemente. Él asintió y escondió las manos dentro de los bolsillos. No se dijeron nada más. Largos segundos pasaron en completo silencio. — Alexia… — Thiago… Dijeron los dos al mismo tiempo. — Lo siento — se disculpó él, pidiéndole con un gesto que continuara. Alexia bajó la mirada y se mordió el interior de la mejilla. — ¿Es cierto todo… esto? ¿Tu exesposa es la persona detrás de esas cartas y esos mensajes? Él se sentó a su lado y enterró el rostro entre las manos antes de mirarla. — Sí. — ¿Por qué? No comprendo. — Para joderme —
— Señor, antes de subir necesito que vea esto — dijo Barroso al girarse, todavía frente al volante. Y se giró para entregarle su móvil con una grabación. — ¿Qué es? En este momento no estoy… — Señor, es importante, por favor mire. El CEO se aflojó el nudo de la corbata y suspiró hastiado antes de tomar el aparato y reproducir el video de varias tomas. Su ceño se frunció a medida que pasaban los segundos. — ¿Qué carajos, Barroso? — alzó la vista, atravesándolo con la mirada — ¿Cómo diablos la hija de Margot hizo todo esto frente a nuestras narices? — Disculpe, señor, esto es mi culpa. Debí investigar a la cada persona que tenía acceso a su vida, pero como Margot estaba limpia, no creí que su hija… — suspiró hondo, negando por su fallo. — Subamos, esto se tiene que resolver ahora mismo — espetó seriamente antes de bajar. Lili, esa jovencita de entre dieciocho y veinte años, la había visto apenas unas cuantas veces cuando visitaba a su madre en el pent-house, ya sea antes o después
En seguida llamó a Nick y lo puso al tanto de lo que estaba ocurriendo. Odiaba tener que hacerlo, pero sabía qué era lo mejor y su cuñado se aseguraría de tomar las precauciones necesarias a la hora de proteger a su hermana y a la suya. Lo que le fastidiaba era que Calioppe tuviese que revivir el pasado y preocuparse porque Tiara seguía haciendo de las suyas, incluso desde prisión. Ahora que era madre y una esposa feliz, era lo último que quería. — No puedo creer lo que me estás contando, Thiago. Esa mujer está enferma — le dijo Nick, todavía en línea, completamente asombrado. — Por eso me vi en la necesidad de pedirte esto. Necesito que conviertas la hacienda en un lugar seguro para recibir a Alexia y a Gael. Por supuesto, para Calioppe y mi sobrino también, no sé qué esperar de todo esto. — No podría ser de otra forma, es mi hermana y sobrino, no tienes ni que pedírmelo. Estarán mejor aquí por el momento. Avísame cuando estén despegando. ¿De acuerdo? — De acuerdo — y colgó, antes
Por órdenes del CEO, Gaspar ya la estaba esperando en el vestíbulo con el equipaje del niño. Ella bajó con el suyo y Gael en brazos. Entonces lo vio. Tenía las manos metidas dentro de los bolsillos y esa expresión sombría que de un momento a otro se había apoderado de sus facciones. — Gaspar te llevará al helipuerto, allí estarán esperándote para trasladarte a la hacienda — le dijo en un tono sereno, como si no estuviese luchando por dentro con aquella marea de emociones que lo azotaba miserablemente. Alexia dejó el equipaje en el suelo y entregó al niño a Gaspar con una sonrisa. — ¿Tú… no nos despedirás? — quiso saber, esperanzada. Thiago pasó un trago amargo. — No, debo ir al juzgado — era cierto, pero más allá de ello, no quería torturarse viéndola partir. — Thiago… — ella dio un paso al frente, pero él se alejó. — Buen viaje, Alexia — la miró por última vez antes de irse a encerrar en la biblioteca, sumido en la más absoluta miseria… creyendo fielmente que aquello era lo m
— ¡Señor, el rastreador me arroja una dirección! — le informó Barroso luego de una larga espera. Thiago alzó la vista. Le arrebató el móvil de la mano y no esperó a nada. Tomó su chaqueta, las llaves de uno de los autos y saltó dentro del elevador con gesto desesperado. Barroso se encargó de reunir a todos sus hombres, y después de repartir órdenes, lo siguió de cerca. El desesperado CEO serpenteó las calles a toda velocidad, se saltó semáforos y esquivó como un profesional a varios peatones. Minutos más tarde, la luz intermitente del aparato le indicó que ya estaba cerca. Salió fuera del auto sin parquear correctamente e importándole poco exponerse, pues sabía que Barroso y su equipo se harían cargo de cubrir todos los frentes. Miró a su alrededor. Todo parecía solitario, excepto por una empresa a unos metros. Siguió lo más que pudo el punto rojo. Le indicaba que estaba allí. Un guardia se acercó, preguntándole si necesitaba algo. — ¡Busco a una mujer y a un bebé de meses! El