Uy, Thiago, comenzamos mal contigo jiji. Recuerden comentar, reseñar y dar like para continuar.
Cuando volvió al pent-house, el ama de llaves le informó que tenía varias llamadas de una joven. El CEO esbozó una sonrisa y negó con la cabeza. No hizo falta mencionar su nombre para saber de quién se trataba o qué quería. — Gracias, Margot — mencionó antes de entregarle a su hijo en brazos e ir directo a la biblioteca. Tomó el móvil del escritorio y bastó un primer tono para que contestaran del otro lado de la línea. — Dios, Thiago, no puedo creer que hayas sido un tonto con Lex — dijo su hermana, molesta y triste. — Ella tenía a mi hijo en brazos. ¿Qué querías que hiciera? — se defendió con indiferencia. Eso le daba un tanto igual. — Saludarla y ser bueno, además, solo estaba consolándolo. Thiago volteó los ojos. — Escucha, Calioppe… — No, escucha tú, Thiago Da Silva — exigió, después se tomó varios segundos para cambiar su tono de voz a uno más dulce —. No puedes ir por allí desconfiando de todo el mundo. Las personas buenas todavía existen. — Me alegra que creas eso, yo
Una de las cláusulas del contrato estipulaba que Alexia debería compartir el techo con Thiago, y especificaba que no había debate en eso, así que firmaba o simplemente desechaba la oferta de trabajo. Se quedó pensativa por un largo rato, luego decidió responder al contacto de email que se lo había enviado. “¿Es completamente necesario?” Preguntó y señaló con un círculo rojo. Del otro lado de la línea, Barroso revisó el móvil y sonrió. — Pocas son las veces que te veo sonreír, Barroso. ¿Por alguien en especial? — le preguntó Thiago a su guardaespaldas. Lo conocía de años. Era una de las muy pocas personas en su lista en las que podía confiar. — Es la señorita Alexia, señor — mencionó el hombre. Este en seguida se tensó, alzó levemente la vista y regresó a su computador, fingiendo que no le interesaba más de la cuenta. — ¿Y qué quiere? ¿O es algo personal? — Señor, ¿cómo se le ocurre? La señorita pregunta sobre una cláusula del contrato, la parte en la que debe vivir aquí en el pe
— ¿Qué quieres decir con que se ha ido? — preguntó Thiago a su jefe de seguridad. — Precisamente eso, señor, la señorita Alexia se ha ido — repitió el hombre, cauto. — ¿Y tú la dejaste ir, así, nada más? — ¿Qué quería que hiciera? Ella se niega a trabajar con usted. — ¿Eso dijo? — indagó, entornando los ojos. — Cito textualmente, señor: “Yo no puedo trabajar con ese hombre frío y malvado” — dijo el guardaespaldas con un dejo de burla que su jefe le dejó pasar únicamente porque le tenía aprecio y llevaba muchos años trabajando para él, de lo contrario, hubiese tomado medidas serias. Se aflojó el nudo de la corbata y negó con la cabeza. ¿Quién diablos se creía que era, eh? — ¿Dónde está el contrato? El hombre se lo entregó. Ella lo había dejado en el sofá junto a la carriola del pequeño Gael. — Muy bien, vámonos. — ¿A dónde, señor? — A resolver esto — gruñó, ya de camino. Ni bien llegó a su apartamento, Alexia se dejó caer en el mullido sillón junto a su ventana, con una pre
Tan pronto vio al doctor salir por la puerta, se acercó a preguntar por su estado. — No se preocupe, ella está bien, tuvimos que administrarle un calmante. ¿Es usted familiar? — No directamente, pero estaba con ella cuando ocurrió el incidente. ¿Puedo pasar a verla? — Por supuesto, sígame. El hombre abrió la puerta y los dejó a solas. Ella alzó la vista en cuanto se supo acompañada. Recién despertaba y no recordaba que había pasado. — Hola — saludó él en voz baja, con las manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalón. — Hola — ella respondió en el mismo tono, sus fuerzas no le permitían más — ¿Por qué estoy aquí? — Perdiste el conocimiento — espetó con increíble suavidad. De pronto preocupado por ese angelical rostro todavía pálido —. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué te pusiste así? ¿Por qué me dijiste que no te hiciera nada? ¿Tú creíste que yo…? Alexia bajó la mirada, sin saber qué decir. — Yo… De repente la puerta se abrió. — ¿Lex? — un hombre entró sin avisar. El CE
Luego de que aquel precioso angelito se durmiera, Alexia lo recostó en su cama y se aseguró de que estuviese perfecto antes de salir de la habitación y dejar la puerta entreabierta por si en algún momento de la madrugada despertaba y no lo escuchaba. Se giró con una sonrisa, no esperando impactarse de frente contra aquel ejemplar masculino qué rápido le arrancó un jadeo de asombro. — Lo siento, no te vi — dijo en tono bajito, sonrojada, sin poder evitar fijarse en su torso tenso y desnudo, adornado con pequeñas gotas de agua. Thiago esbozó una sonrisa torcida al percibir su evidente aceptación. Se secó el cabello con una toalla que traía alrededor del cuello y le tendió un camisón que estaba perfectamente doblado y planchado. — Tus cosas la traerán mañana, creí que querrías algo cómodo para dormir. — Oh, gracias — mencionó, mordiéndose el interior de la mejilla. — ¿Se ha quedado dormido ya? — quiso saber, refiriéndose a su hijo. — Sí, se queda muy tranquilo. — Contigo… parece q
— ¿Tienes a alguna afortunada esposa esperándote en casa que te tenga así de pensativo? Thiago apartó la mirada de aquel punto fijo que lo había llevado lejos de allí, del alcohol, las mujeres y el rumor de la música fuerte… arrastrándolo así; sin retorno, a ese par de ojos avellanados y piel apiñonada que no sabía qué carajos estaba haciendo de él. — No hay ninguna esposa en casa — le aclaró —. No lo habrá jamás. La pelirroja esbozó una coqueta sonrisa y colocó una mano cerca de su entrepierna. Su cita de esa noche se había aburrido pronto de sus malas caras, pero las mujeres ahora sobraban para él. — En ese caso… ¿Por qué no me sacas de aquí y me llevas a un lugar más privado? Ante aquella propuesta, el CEO Da Silva no pudo negarse, sobre todo porque esa noche tenía toda la intención de apartar cualquier tipo de confusión en su cabeza, así que colocó un billete de los grandes en la mesa del reservado y entrelazó sus dedos con los de la pelirroja hasta sacarla de allí. — Ya sabe
Alexia no pudo volver a conciliar al sueño, al menos no de forma profunda. Las últimas palabras de ese hombre seguían retumbando en su cabeza, así qué, tan pronto amaneció y pidió a Barroso si alguien podía ir por sus cosas, tomó el portátil que el hombre le entregó con una amable sonrisa y aprovechó que el pequeño angelito seguía durmiendo y se encontró a sí misma tecleando su nombre en el internet con curiosidad. Lo primero que arrojó la búsqueda fue cientos de fotos de él en diferentes ángulos, con mujeres distintas colgadas de su brazo. Con ninguna se le veía demasiado cercano o parecía que tuviese algún vínculo sentimental… excepto con una. Dio clic en la foto y esta lo envió a un enlace externo, revelando muchísimas fotos más con esa misma mujer. La última estaba encerrada en un corazón roto bajo un título bastante espeluznante. Comenzó a leerlo detenidamente, primero con asombro, y minutos más tarde, dándole paso al horror. Había estado casado con esa mujer, Tiara Belmonte,
El corazón de Thiago bullía de desesperación, y, por el contrario, el de Alexia latía de desconcierto. — ¡Suéltame! ¿Cómo… te atreves a decir una cosa así? — le preguntó, con los ojos abiertos, horrorizada — Yo jamás le haría daño a ese pequeño inocente. Thiago estaba demasiado rabioso y nervioso cómo para creer en sus palabras; sin embargo, algo en su interior le decía que era verdad, que ella sería incapaz de dar a su hijo. La soltó sin saber qué pensar, y le dio la espalda. En eso, apareció el doctor, preguntando por el padre del pequeño. Necesita hacerle un par de preguntas. Rápido desaparecieron. Mientras tanto, en la sala del hospital, con el corazón demasiado pequeñito, Alexia siguió aguardando por noticias. — ¿Sabe algo ya del pequeño Gael, señorita? — le preguntó Barroso, sorprendiéndola. Ella negó, limpiándose las lágrimas por enésima vez. — Yo no quería lastimarlo — buscó los ojos del hombre, rogando que él al menos le creyera — No sabía que era alérgico a las fresas