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El corazón de Thiago bullía de desesperación, y, por el contrario, el de Alexia latía de desconcierto. — ¡Suéltame! ¿Cómo… te atreves a decir una cosa así? — le preguntó, con los ojos abiertos, horrorizada — Yo jamás le haría daño a ese pequeño inocente. Thiago estaba demasiado rabioso y nervioso cómo para creer en sus palabras; sin embargo, algo en su interior le decía que era verdad, que ella sería incapaz de dar a su hijo. La soltó sin saber qué pensar, y le dio la espalda. En eso, apareció el doctor, preguntando por el padre del pequeño. Necesita hacerle un par de preguntas. Rápido desaparecieron. Mientras tanto, en la sala del hospital, con el corazón demasiado pequeñito, Alexia siguió aguardando por noticias. — ¿Sabe algo ya del pequeño Gael, señorita? — le preguntó Barroso, sorprendiéndola. Ella negó, limpiándose las lágrimas por enésima vez. — Yo no quería lastimarlo — buscó los ojos del hombre, rogando que él al menos le creyera — No sabía que era alérgico a las fresas
Thiago Da silva condujo hasta el apartamento de Alexia sin saber en realidad lo que pretendía hacer o decir, pero lo cierto es que no podía ir en contra de ese instinto que latía ferviente en su interior y lo obligaba a ir tras ella… por segunda vez. Tocó varias veces a su puerta con gesto inquieto, aunque serio, como lo era él, en todo su esplendor. Escuchó el chasquido, y un segundo después, la vio allí. Lo primero que notó fue que había estado llorando. El rastro de sus lágrimas secas la delataba. ¡Carajo! ¿Había estado llorando por su culpa? Tenía los ojos ligeramente apagados y su nariz respingada estaba de un tono ligeramente congestionado; aunque, nada de eso le restaba belleza, con esas mejillas sonrojadas y labios humectados que lo terminó de aniquilar. Al darse cuenta por donde iban sus pensamientos, se reprendió. Alexia parpadeó sin comprender el motivo de su presencia allí. Le había dejado una nota bastante clara. — ¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó con voz queda
— ¿Y bien? — preguntó Thiago a su jefe de seguridad después de largos segundos de silencio. — Mis sospechas eran ciertas, señor, alguien cambió la lista — espetó el hombre, completamente apenado. Thiago apretó los dientes y creyó hervir por dentro. — Nombre — no le importaba el cómo, ni el por qué, en ese momento. — Beth, señor, la antigua niñera de Gael. — Hija de… — clavó un puño en el filo del escritorio y negó con la cabeza —. Imagino que ya pusiste a las autoridades al tanto de la situación. — Así es, señor, y lo lamento mucho, no sabía que ella… — Exacto, Barroso, no lo sabías, además, la habías investigado antes de contratarla y no tenía expediente alguno, así que no te culpes. El buen hombre asintió. — Vi que la señorita Alexia volvió. En cuanto Barroso mencionó ese nombre, el rostro del CEO se iluminó. — Gael la necesita — dijo y su hombre de confianza esbozó una pequeña sonrisa — ¿Qué? ¿Por qué me miras así? — Por nada, señor, con permiso — y se despidió con esa c
Alexia despertó llena de miedos y angustia tras un estridente sonido que sacudió las ventanas. Rápido notó que llovía a cántaros y el cielo crujía. Odiaba las tormentas. Le recordaban a ese día, a ese desgarrador momento en el que esos hombres hicieron jirones su ropita y… Un nuevo trueno hizo que los cimientos del piso bajo la cama se sacudieran, y soltó un pequeño grito al tiempo que una cálida mano la sorprendía por el hombro. — ¡Ah! — chilló al girarse y se pegó contra el respaldo de la cama, asustada. Thiago la observó con ojos abiertos y alzó las manos en defensa. — Tranquila, soy yo — le dijo en tono suave. Alexia pasó un pequeño trago. — ¿Tú…? — musitó, confundida — ¿Qué estás haciendo aquí? — ¿No recuerdas nada? — No. ¿De qué hablas? ¿Qué debería recordar? — quiso saber, notando que él no llevaba camisa, tan solo el pantalón de su típico traje ejecutivo. Sus ojos se abrieron y su pulso se disparó — ¿Tú y yo…? — No, no… — le aclaró en seguida, consiguiendo que se rel
Para sorpresa de ambos, Alexia no se apartó, y aunque era la primera vez que experimentaba algo como un beso, sus labios tímidos se entreabrieron para recibirlo, soltando un pequeño e inocente gemido al tiempo que esa lengua filosa le acariciaba sensualmente los labios. Fue un beso suave, lento… casi exploratorio, acompañado de respiraciones entremezcladas e incontrolables espasmos. Thiago Da Silva jamás se había dejado llevar por los impulsos, pero, últimamente, con ella, había tenido muchos de ellos. Era plenamente consciente de lo que hacía, y en lo que se estaba metiendo… sobre todo en lo que se estaba metiendo. M4ldita sea. ¿En qué diablos se estaba metiendo? Rápido eso hizo clic en su cabeza y se alejó de forma abrupta. Alexia tardó en abrir los ojos y en reaccionar al abandono de esos labios. Cuando lo hizo, él ya se había dado la media vuelta. Pasó un trago ligero, buscando recomponerse. ¿Qué fue eso? ¿Él… le había dado su primer beso? Sacudió la cabeza y entró al auto
La besó y probó de manera intensa, casi insensata, como si ella fuese esa meta al final de la última carrera. Y desesperado por sentirla todavía más cerca, posó su mano en su cintura mientras la otra la aferraba posesivamente a su nuca. Ella tenía los ojos completamente abiertos antes del impacto, pero, a medida que esa boca la empujaba a un abismo sin retorno de locura y sensaciones desconocidas, sintió que como pluma al viento se desvanecía. Lo recibió sin reparo alguno, ansiosa, dispuesta, nerviosa, y dejó salir su lengua en busca de la suya con tímida valentía. Thiago se mostró asombrado por el grato recibimiento y profundizó el arrebato, pero sabía que un beso con ella no bastaría, que quería más, su propio cuerpo se lo exigía, así que de a poco, sin intención de abandonar su boca, la arrastró a ciegas hasta la cama. Alexia se dejó llevar sin objeciones, confiada, y enroscó temblorosa las manos alrededor de su cuello como si él fuese su tabla salvavidas. Ella no sabía lo que es
— Responde, Thiago. ¿Qué diablos significa eso? — señaló la revista con el gesto endurecido después de varios segundos de silencioso enfrentamiento — ¿Besaste a mi hermana? — Nick… — ¿Qué es lo que pretendes, eh? — cuestionó — ¿Te divertirás con ella como lo sueles hacer con tus amantes en turno? El CEO Da Silva entornó los ojos. — ¿En serio piensas eso? — No solo lo pienso yo. — Calioppe — alzó las cejas. Nicholas dio un paso al frente, serio. — Escucha, Thiago, es mi hermana, no consentiré que sea una más que lleves a la cama. Él sonrió con ironía. — Deja que sea ella quien decida si quiere estar en mi cama o no. Nick abrió los ojos y en una zancada lo tomó del cuello. — ¡Cuidado con lo que dices en mi presencia! El CEO se soltó de un tirón. — ¡Cuida tú lo que dices en mi casa! Los dos se miraron con salvajismo. — Ella ya tiene suficiente, Thiago, por favor no la arrastres a tu agujero. — ¡A mi agujero! — ironizó. Nick bajó la guardia y colocó los brazos en jarra, r
Fue asombrosamente delicado, tanto que ella se sintió sobre una nube flotante y creyó que en cualquier momento dejaría de respirar. — ¿Estás bien? — preguntó Thiago, alejándose un par de centímetros de sus labios para examinarla — Si quieres puedo parar. Te noto tensa. Ella negó rápidamente. Su pecho subía y bajaba. — Estoy bien — aseguró con voz un tanto agitada. — ¿Segura? — Sí, por favor, continua — casi rogó. — Muy bien — sonrió de medio lado, y depositó un suave beso en la curva de su mentón antes de bajar por el hueco de su cuello y adornarlo con delicadas succiones, mientras una de sus manos se perdía por la curva de su cintura, apretándola con ligereza. Alexia soltó un pequeño quejido de aceptación, y eso hizo que Thiago perdiera toda proporción al verla ceder al fin ante su contacto. Comenzó a desnudarla, con paciencia y ternura, saboreando el momento y la timidez con la que ella lo observaba deshacerse de las prendas. Segundos más tarde, ella también deseó explorarlo,