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Fue asombrosamente delicado, tanto que ella se sintió sobre una nube flotante y creyó que en cualquier momento dejaría de respirar. — ¿Estás bien? — preguntó Thiago, alejándose un par de centímetros de sus labios para examinarla — Si quieres puedo parar. Te noto tensa. Ella negó rápidamente. Su pecho subía y bajaba. — Estoy bien — aseguró con voz un tanto agitada. — ¿Segura? — Sí, por favor, continua — casi rogó. — Muy bien — sonrió de medio lado, y depositó un suave beso en la curva de su mentón antes de bajar por el hueco de su cuello y adornarlo con delicadas succiones, mientras una de sus manos se perdía por la curva de su cintura, apretándola con ligereza. Alexia soltó un pequeño quejido de aceptación, y eso hizo que Thiago perdiera toda proporción al verla ceder al fin ante su contacto. Comenzó a desnudarla, con paciencia y ternura, saboreando el momento y la timidez con la que ella lo observaba deshacerse de las prendas. Segundos más tarde, ella también deseó explorarlo,
Él despertó primero. Al principio, lo hizo ligeramente confundido, luego ladeó la cabeza y recordó que se había quedado profundo allí, en aquel sofá, junto a ella y su hijo. Lo que más le causó sorpresa fue ver que Gael no se había despertado aún. Desde que nació nunca lo había visto dormir horas demasiado largas, sobre todo en la madrugada. Era como si siempre hubiese necesitado estar en unos brazos seguros, dulces y que lo hicieran sentir en calma. Sorprendentemente, ese lugar era ella. — Señor, buenos días — saludó Barroso en voz baja, tomándolo por sorpresa, y le tendió una taza de café bien cargado. El CEO se aclaró la garganta y endureció el gesto. — Me quedé dormido — explicó, también en voz baja, cuidando de no despertar a Alexia ya su hijo —. ¿Qué hora es? — Casi las siete, señor, y tiene una junta en media hora con los accionistas. Thiago echó un vistazo al reloj para confirmarlo. — ¿Qué junta? Mi asistente no me ha informado de nada. Se incorporó con cuidado. — Le
La reunión con los accionistas fue un total fracaso, pues el CEO Da Silva no contó con que varios de ellos cambiaran de opinión a último momento, y no solo fue que no se lo esperó, sino que cuando había hablado personalmente con ellos hacía ya varios días, estaban completamente de acuerdo con que Marcelo no debía seguir en la empresa. — ¿Cómo es posible que hayan cambiado de opinión a última hora? — le preguntó a Barroso, de camino a su oficina — Averigua, que fue lo que pasó, no puedo tener a gente en la que no confíe trabajando conmigo. — En seguida, señor — iba a retirarse cuando vio a Marcelo acercarse con una sonrisa bastante socarrona, así que cruzó las manos al frente con una expresión bastante seria. — Me doy unas vacaciones un par de semanas, ¿y así me recibes, cuñadito, intentando sacarme de la empresa? — se burló el Rodrigues. Thiago apretó los puños. — Barroso, déjanos solos. — Lo siento, señor, pero no puedo hacer eso — espetó su jefe de seguridad. Marcelo Rodrigues
— Muchas gracias por venir, doctor, lo mantendré al tanto si surge alguna anomalía — había dicho Barroso, despidiendo al hombre frente a las puertas del ascensor. Al volver con su jefe al salón, se sintió terriblemente culpable. — Señor… — Estoy bien, Barroso. — Esto no tuvo que haber pasado — replicó a cambio —. Fui a hacer lo que me ordenó, pero dejé su seguridad a cambio de dos de mis hombres. Él asintió, incorporándose un poco contra el respaldo del sofá. Tenía el torso vendado y algunas heridas ya desinfectadas. — Fue mi error, no avisé, no lo creí necesario. — Deberá contarme que fue lo que pasó exactamente para dar con el culpable. — Lo haré, pero no ahora, primero quiero descansar. — Como ordene, señor, con permiso — asintió levemente antes de retirarse. Alexia había estado en completo silencio durante la última hora, con el corazón en la garganta. — Acércate — le pidió él, desde el sofá. Ella lo hizo con pasos lentos, mientras jugaba tímida con sus dedos —. Me gusta
Los días comenzaron a pasar luego de ese mágico y casi peligroso acuerdo. Alexia ya había adaptado una rutina para el pequeño Gael y este al fin podía conciliar el sueño toda la noche sin interrupciones. Eso no solo le alegraba a ella, sino al padre del bebé también, que estaba más que maravillado por lo que ella había conseguido en tan poco tiempo con su hijo, y si era sincero, con él también. Se sentía distinto. Distinto a los últimos meses… a los últimos años. Y es que aunque al principio había querido repelerla, con eso solo había logrado sentirse más atraído. Carajo. Irremediablemente atraído. Ahora no podía hacer otra cosa sin que la tuviese presente en cada una de sus actividades, y el deseo por ella se había convertido en una necesidad diaria, casi constante. Cuando despertaba, quería tenerla en su cama, y al finalizar el día… también. Una noche, llegó completamente exhausto de la oficina. Eran casi las nueve, su hijo estaba dormido y ella horneaba un pastel. No era fan d
Irrumpió en la sala de espera del consultorio con ese impresionante atractivo que lo caracterizaba. Barroso siempre lo seguía a un paso de distancia. — Buenas tardes, señor. ¿Tiene consulta con el licenciado? — le preguntó la recepcionista. Él esbozó una sonrisa irónica. — ¿Tengo cara de necesitar un psicólogo? — se burló con hermetismo — Busco a alguien. La mujer parpadeó, sin comprender. Y Barroso, que conocía muy bien a su jefe, se acercó con una sonrisa amable. — Estamos esperando a la señorita Alexia Dos Santos. ¿Está en consulta ya? — Oh, sí, de hecho, está a punto de salir. En ese instante, la puerta del consultorio se abrió, revelándola. Llevaba la carriola con un muy tranquilo Gael en su interior, jugando con su peluche de apego. Junto a ella, el tal Bernardo reía, para variar. ¿Qué diablos era tan divertido? Además, su trato parecía ser de mucha confianza. Cerró los puños y se aclaró la garganta, avisando de su presencia allí. Alexia alzó la vista, de repente rubor
Los asientos que ella había escogido en el teatro estaban un poco alejados del escenario, así que gracias a las influencias del CEO y sus buenos contactos en Río, logró conseguir que se les asignaran dos en el área VIP. Desde luego, fue mejor, pues disfrutaron el espectáculo de cerca y sin distracciones, sobre todo Gael, que asombrado con las animaciones, rio y se mantuvo activo durante las dos horas siguientes. Había sido una excelente idea llevarlo, sin embargo, en algún punto de la noche, pues era parte del espectáculo y ella no lo sabía, se encendieron antorchas en el escenario, provocando que sus ojos saltaran primero de horror y luego los cerrara; aferrándose fuertemente a los pasamanos de su asiento. — ¿Estás bien? — le preguntó Thiago al notar su cuerpo tieso, pegado al respaldo del asiento — Alexia… Ella no respondió, y contrario a eso, su pecho comenzó a subir y a bajar. Thiago se inquietó. Con una seña pidió a Barroso que se acercara y le entregó a Gael en brazos. — Alex
Más días pasaron. La convivencia entre ellos era refrescante. Coincidían a primera hora del día y volvían a verse al final de la tarde, eso sin contar las ansiadas veces que el CEO dejaba todo lo que estaba haciendo por ir al pent-house y robarle uno que otro beso; sin embargo, no para él no era suficiente, así que cuando su hijo no necesitaba de la atención de ambos porque estaba tomando una siesta, simplemente se la robaba entre gemidos y caricias hasta su habitación. Allí la desnudaba y poseía como a ninguna otra… como nunca antes. Esa mujer despertaba en él sus instintos más primitivos, incluso, podría decirse que se mostraba ante ella como un hombre más relajado y despreocupado, casi sin temores, casi libre de su pasado. Por su parte, Alexia no se sentía muy distinta al CEO. Con él podía ser abierta y un tanto espontánea, aunque también deseaba que él le compartiese eso, que en el fondo parecía atormentarlo profundamente, y que sabía se trataba de su exesposa, la madre del peq