¿Para dónde será ese desvío? Jaja. No olviden comentar, reseñar y dar like. ¡Me haria muy feliz!
Irrumpió en la sala de espera del consultorio con ese impresionante atractivo que lo caracterizaba. Barroso siempre lo seguía a un paso de distancia. — Buenas tardes, señor. ¿Tiene consulta con el licenciado? — le preguntó la recepcionista. Él esbozó una sonrisa irónica. — ¿Tengo cara de necesitar un psicólogo? — se burló con hermetismo — Busco a alguien. La mujer parpadeó, sin comprender. Y Barroso, que conocía muy bien a su jefe, se acercó con una sonrisa amable. — Estamos esperando a la señorita Alexia Dos Santos. ¿Está en consulta ya? — Oh, sí, de hecho, está a punto de salir. En ese instante, la puerta del consultorio se abrió, revelándola. Llevaba la carriola con un muy tranquilo Gael en su interior, jugando con su peluche de apego. Junto a ella, el tal Bernardo reía, para variar. ¿Qué diablos era tan divertido? Además, su trato parecía ser de mucha confianza. Cerró los puños y se aclaró la garganta, avisando de su presencia allí. Alexia alzó la vista, de repente rubor
Los asientos que ella había escogido en el teatro estaban un poco alejados del escenario, así que gracias a las influencias del CEO y sus buenos contactos en Río, logró conseguir que se les asignaran dos en el área VIP. Desde luego, fue mejor, pues disfrutaron el espectáculo de cerca y sin distracciones, sobre todo Gael, que asombrado con las animaciones, rio y se mantuvo activo durante las dos horas siguientes. Había sido una excelente idea llevarlo, sin embargo, en algún punto de la noche, pues era parte del espectáculo y ella no lo sabía, se encendieron antorchas en el escenario, provocando que sus ojos saltaran primero de horror y luego los cerrara; aferrándose fuertemente a los pasamanos de su asiento. — ¿Estás bien? — le preguntó Thiago al notar su cuerpo tieso, pegado al respaldo del asiento — Alexia… Ella no respondió, y contrario a eso, su pecho comenzó a subir y a bajar. Thiago se inquietó. Con una seña pidió a Barroso que se acercara y le entregó a Gael en brazos. — Alex
Más días pasaron. La convivencia entre ellos era refrescante. Coincidían a primera hora del día y volvían a verse al final de la tarde, eso sin contar las ansiadas veces que el CEO dejaba todo lo que estaba haciendo por ir al pent-house y robarle uno que otro beso; sin embargo, no para él no era suficiente, así que cuando su hijo no necesitaba de la atención de ambos porque estaba tomando una siesta, simplemente se la robaba entre gemidos y caricias hasta su habitación. Allí la desnudaba y poseía como a ninguna otra… como nunca antes. Esa mujer despertaba en él sus instintos más primitivos, incluso, podría decirse que se mostraba ante ella como un hombre más relajado y despreocupado, casi sin temores, casi libre de su pasado. Por su parte, Alexia no se sentía muy distinta al CEO. Con él podía ser abierta y un tanto espontánea, aunque también deseaba que él le compartiese eso, que en el fondo parecía atormentarlo profundamente, y que sabía se trataba de su exesposa, la madre del peq
Llegaron riendo y casi empapados. Rápido él encendió la calefacción y le indicó donde encontraría toallas limpias y secas. El apartamento era por demás acogedor, con ventanas grandes y decoración bastante hogareña. A Alexia le gustó. Se secó el cabello mientras la observaba todo con cuidado. Un par de fotografías colgadas llamaron su atención. Era un grupo de chicos. Entornó los ojos al reconocer a dos de ellos. — ¿Son Nick y tú? — preguntó, asombrada. Thiago se acercó con una media sonrisa. — Sí, habíamos ganado unas olimpiadas — recordó aquella época—. Fue entonces cuando nos volvimos bastante cercanos. Ella se quedó mirando la fotografía por un rato más, hasta que él le entregó una muda de ropa seca que tenía en el armario y le indicó donde estaba el baño. Mientras tanto, él preparó algo para calentar sus estómagos. — ¿Crees que Gael estará bien? — le preguntó ella al salir de la ducha, un tanto preocupada. Él alzó la vista, quedándose prendado por unos segundos. Estaba usa
La mañana siguiente, cuando volvieron, lo primero que hizo Alexia fue estrechar al pequeño Gael en brazos. Thiago los observó con adorable nostalgia, sobre todo porque su hijo reaccionó emocionado al verla. — ¿Todo en orden? — preguntó a su jefe de seguridad. — Sí, señor. Sin novedades. — Muy bien, voy a darme una ducha y salimos. Barroso asintió, y cuando quedó a solas en el salón con Alexia y el bebé, se acercó a ella. — Señorita, esto llegó para usted — le entregó un sobre sellado. Ella lo recibió sin importancia y lo abrió mientras jugueteaba con ese pequeño ser que ya adoraba, y difícilmente podría alejarse de él. “Te lo advertí, zorra, llámame o no tendrás la misma suerte una próxima vez” Otra vez el mismo número de teléfono y esa firma: T.D.S — ¿Está todo bien, señorita? — preguntó Barroso al ver como cambiaba su semblante. Ella sacudió la cabeza, le sonrió y le respondió con un dudoso “sí” antes de guardar el sobre. El hombre se la quedó mirando extrañado, pero no pr
— Señor, no quise comentarle nada frente a la señorita Alexia, pero hay algo que uno de mis hombres descubrió — le dijo Barroso un día que iban de camino a la oficina. Él alzó la vista del teléfono. Estaba observando con anhelo una fotografía de él, junto a Alexia y su hijo, que se habían tomado días atrás. — ¿Qué ocurre? — La mujer fue vista entrando a la cárcel. Tengo entendido que fue a visitar a alguien. El CEO se inquietó, porque ambos sabían lo que eso podía significar. — ¿Crees que se trate de una coincidencia? — No lo sé, señor, podría serlo. Se tomó un par de segundos. Después suspiró. — Mantenla vigilada. Esto no me gusta. — Sí, señor. — ¿Cómo va el asunto con el imbécil de Marcelo? — Su ex socio me dijo que no me dará más información si no le ofrecemos una buena cantidad de dinero. El tipo está en banca rota. — ¿De cuánto estamos hablando? — Tiene toda la información en su correo. Cuatrocientos mil reales. — ¿Confías en que de verdad tenga información? — El t
¿Cómo en el infierno era posible que esa desgraciada mujer considerase la oportunidad de salir de la cárcel después de todo lo que había hecho? ¡Ni siquiera debía ser una posibilidad! Se pasó la mano por el rostro, frustrado, no hirviendo de coraje. Barroso hizo una seña al abogado para que le diera un segundo a su jefe de tranquilizarse antes de continuar, pues aquella aberrante noticia no era todo lo que le urgía decirle. — No es posible, ¿cierto? — alzó al fin la vista. Sus ojos lanzaban dardos de fuego — No tiene argumentos válidos para que un juez considere su petición. — No, pero… — ¿Pero? — el CEO alzó las cejas, incrédulo. ¿En serio podía existir un pero? El hombre tomó una profunda bocanada de aliento. — Su abogado está presionando al juez a través del… hijo de ambos. — ¿Qué quieres decir con eso? — Según la notificación que me llegó ayer en la noche, señor, su exesposa ha sufrido un cuadro de estrés debido a la forma en la que la separaron de su hijo. — ¡La forma en
Al verla arrodillada frente al excusado, sus ojos se abrieron y su pulso se disparó. — ¡Alexia! — corrió hacia ella, hincándose a su lado. La joven ladeó la cabeza para que no la mirara en ese estado y buscó incorporarse, pero él la tomó de la cintura y la obligó a mirarlo, sin importarle nada más. — ¿Qué ocurre? ¿Te sientes mal? — tenía los ojos llorosos. — No fue nada — respondió ella, ocultándose. — No, mírame — le pidió, alzando su barbilla. Verlo al fin a los ojos hizo que una lágrima se derramara por su mejilla, y cuando intentó limpiársela con el dorso de la mano, notó que todavía tenía la fotografía doblada en un puño. Quiso esconderla. — ¿Qué es eso? — Nada — salió del baño, consciente de que él la seguiría, aunque no esperó que la tomara de la cintura y la hiciera girarse, arrebatándole la fotografía. Thiago desdobló la foto que poco a poco le mostró de que se trataba. ¡¿Qué carajos?! Alzó la vista. — ¿Qué significa esto? — le exigió saber — ¿De dónde la sacaste?