Ay, Nick está muy cerca de saber la verdad. No olviden comentar, reseñar y dar like. Es muy importante para mi y lo atesoro mucho.
El viaje en auto duró todo el tiempo que le tomó a Calioppe tranquilizarse. La presencia de Tiara siempre la había descontrolado, al punto de hacerla temblar sin aparente sentido para los ojos de otros, pero no para su esposo, que había estado prestando atención a ese tímido temblor y juego nervioso de sus dedos. Thiago y su mujer los recibieron en la puerta. Por supuesto, el primero se mostró feliz de ver a su hermana, pese a las notables y fuertes diferencias entre ellos desde hacía algún tiempo ya. — Nick, Lilo, nos alegra tenerlos aquí — saludó Thiago a su cuñado con un apretón de manos. Cuando fue a abrazar a su hermana, esta solo volteó la cara y prefirió evitar el contacto. Gesto que le seguía doliendo muchísimo. Suspiró — Pasen, por favor, la mesa ya está servida para recibirlos. Nick hizo un ademán para que su joven esposa se adelantara, ella lo hizo con la mirada gacha. Tiara se aferró al brazo de su marido con una flamante sonrisa, mientras acariciaba su pequeño vientre
Noviembre llegó. Las cosas entre ellos seguían muy frías. La distancia que Calioppe había puesto de por medio entre ella y su marido, era algo que el brasileño ya no podía soportar, no después de conocer los sentimientos que albergaba en su corazón por su joven esposa. Ese corazón que creyó alguna vez no sería capaz de latir con tanta fuerza, mucho menos por una mujer. Sin embargo, él se había propuesto ser paciente hasta que los investigadores le informaran lo que tanto necesitaba saber, pero ya un mes de eso y se sentía completamente frustrado. Una tarde cualquiera, luego de haber terminado con la jornada del día, Piero; uno de los investigadores, al fin se puso contacto. La decepción y la rabia no tardaron en llegar. — ¿Cómo es posible que todavía no consigan algo? — preguntó, apretando el teléfono con todas sus fuerzas. Los nudillos se le pusieron blancos. El hombre del otro lado de la línea, suspiró. — Es difícil cuando no sabemos que estamos buscando precisamente, si nos d
El aliento cálido del otro acarició sus mejillas. Se miraron a los ojos profundamente por un minuto entero. — Háblame — fue él quien al fin se atrevió a romper el silencio —… por favor. Deslizó las manos por sus brazos; arrancándole débiles espasmos por el camino, y entrelazó las manos a las de ella. Calioppe todavía parecía conmocionada ante aquella situación, asustada. Pasó un trago doloroso. — Es, Dios, Nicholas… es tan difícil para mí, no quiero que nada les pase — bajó la mirada, amenazada por el resquemor de las lágrimas. — Por eso debes contármelo todo — le dijo con firmeza. Ella suspiró —. Calioppe, no puedo actuar en consecuencia si no sé a quién me enfrento. — A un monstruo — musitó débilmente. — Lo sé, lo sé muy bien, solo un ser tan deplorable puede amenazar de esa forma — adivinó —. Pero la detendremos. Sus ojos azules buscaron los suyos en un intento desesperado de salvación. — ¿Cómo? — Escucha… — acarició sus dedos. Ella aceptó el suave contacto — he contratado
— Tu fideicomiso — le dijo — ¿Ella tiene que ver algo con eso? Después de lo que me has contado… no creo que te lo hayas despilfarrado como me hizo creer Thiago. Ella negó. — Está en su poder. Nicholas Dos Santos apretó los puños. En ese momento, de tener la oportunidad, se habría sentido capaz de acabar con esa miserable mujer con sus propias manos. — Pero… ¿Cómo, Calioppe? ¡No comprendo! ¡Un traspaso es prueba suficiente para demostrarle a Thiago quién es el monstruo de mujer que tiene por esposa! Calioppe enterró el rostro en sus manos, tan pequeña como rota, después alzó la vista. Sus ojos seguían igual de nublados que al principio. — Ella ya estaba embarazada y me amenazó con hacerle daño a su propio hijo, a mi sobrino. ¡Al primogénito de mi hermano! — sollozó — No conforme con eso, ese día que me llamó, me dio a entender que había lastimado a una persona que yo quiero muchísimo, ahora ella está en el hospital luchando por su vida. ¡No le pesa lastimar a las personas a mí al
Calioppe terminó de contarle todo a su esposo de camino a la casa grande; ya no quería cargar con ese peso insoportable sobre sus hombros. Nicholas, por supuesto, todavía se sentía rabiar. Lo que esa desgraciada mujer había hecho no tenía nombre. Lo peor es que todo este tiempo había juzgado a su inocente esposa por culpa de terceros. Le costaría perdonarse a sí mismo por tan terrible error. En el despacho, después de haberse puesto en contacto con el investigador a cargo y relatarle absolutamente los hechos sin omitir detalle, Piero le dijo que lo mantendría informado, y que ahora ya sabrían por dónde y cómo comenzar a buscar. Por otro lado, habló con Lisandro. No había forma de que Tiara supiera sobre la noche que pasaron en el hotel salvo ellos mismos. El capataz se mostró consternado, casi impresionado. — Nick, ¿no creerás que yo…? El brasileño negó con la cabeza. Por supuesto que no desconfiaba de él. Lo conocía de años y sabía que sería incapaz de serle desleal, al igual qu
El salón se llenó de completo y absoluto silencio por un largo instante. Y seis segundos fueron los que le tomaron a Nicholas Dos Santos en reaccionar ante el entumecimiento. — Paulo, Ernesto, regresen los espejos a la bodega. El resto vuelva a lo suyo — ordenó, pasando por el lado de su esposa, sabiendo que esta lo seguiría hasta el despacho. — Nicholas — musitó la inocente joven tras cerrar la puerta con gesto trémulo —… ¿Qué ocurre? Él estaba de espaldas a ella. — ¿Por qué ordenaste que sacaran los espejos? — cuestionó con los puños apretados. Ella arrugó la frente, desconcertada. — Yo no sabía que no se podía, yo creí qué… — Ahora ya lo sabes. De pronto ella notó que su esposo se aferraba a los bordes del escritorio como si su vida entera dependiera de una acción tan simple como esa. — Sí, lo siento, pero…sigo sin comprender. ¿Qué tienen de malo los espejos? — se acercó con pasos tímidos hasta él. — No me gustan en la casa — gruñó. — Pero debe haber una razón. — No la h
Se miraron entre sí. El brasileño apretó los dientes. — Pregunté qué están haciendo aquí — repitió. Lisandro dio un paso al frente. — Lo siento, patrón, es que… — Yo se lo pedí — intervino Calioppe, todavía desconcertada. Nicholas dejó la leña a un lado y se acercó a su joven esposa. — No deberías estar aquí — le dijo en voz baja. Ella lo miró, incrédula. — Y entiendo perfectamente por qué — musitó, inevitablemente celosa, observando a esa preciosa mujer de ojos verdes por encima del hombro de su esposo. Ella había escondido la mitad de su cuerpo detrás de la puerta de una pequeña casa de madera. Nick suspiró y cerró los ojos por un segundo. — No es lo que crees. — ¿Entonces qué es? — quiso saber y evitar equivocarse. Él la miró con suavidad, abrió la boca y volvió a cerrarla, como si algo le impidiera hablar. — Lo mejor será que vuelvas — le dijo, luego miró a Lisandro —. Sabes perfectamente que no me gusta que nadie se acerque. El buen capaz torció el gesto. — Soy nad
Cuando Nicholas salió del cuarto de baño, una hora después, ella ya no se encontraba en la recámara. Una parte de él sintió alivio; no estaba preparado para hablar, no en ese momento, no cuando sus demonios más personales amenazaban con despertar. Bajó a la cocina. Allí Francisca le dijo que la vio salir hace un rato a la cosecha, así que asintió y dedicó parte del día a lo suyo. Fue a la empacadora, resolvió algún asunto importante del pedido que saldría esa misma semana y después, finalizando la tarde, decidió dar una vuelta a caballo por los cafetales. Allí la vio. Llenaba una nueva canasta. — No sabía que vendrías hoy — le dijo al acercarse. Calioppe respingó. No lo esperaba por allí. Alzó la vista por un segundo y luego la clavó nuevamente en su asunto. — Lisandro me dijo que había mucho trabajo esta semana. — Así es, pero ya te he dicho que no es necesario que sigas haciendo esto — le recordó —. Fui duro contigo al principio al castigarte de esta forma, pero eres mi esposa