Inicio / Romántica / La inocente esposa del despiadado Brasileño / 31. ¿Por qué no me dijiste que eras virgen?
31. ¿Por qué no me dijiste que eras virgen?
Tropezaron con el ropero, las patas de una silla y la orilla de una mesa. Sus alientos se entremezclaban de forma sorprendente, sus dientes; incluso, chocaban por la urgencia del contacto.

Sin preverlo, dejándose llevar como pluma al viento, fueron a dar a la cama.

Las fieras manos del brasileño se posaron firmes en la cintura femenina, y, despacio, la tendió delicada sobre las pulidas sábanas. Él tomó lugar entre sus piernas, todavía saboreándola.

Para ese punto, ya ninguno de los dos pensaba con racionalidad. La temperatura corporal ya estaba en su nivel más alto y ese encuentro se había convertido en una verdadera necesidad.

Nicholas sabía que si cruzaba esa línea, esa que le impedía amar de verdad, no habría marcha atrás. Y ella, en su inocencia, desconocía lo que había más allá.

Se desvistieron sin pudor, como si sus almas llevasen una década esperando por ese encuentro. Nick acunó la cadera de su esposa y la instó a rodearlo con una pierna de la cintura cuando al fin estuvie
miladyscaroline

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