CAPITULO I

Leonardo se encontraba enojado e impaciente porque Angélica todavía no aparecía, debía de haber llegado del gimnasio hace media hora para irse a una reunión importante con ella en el medio. Su esposa, solo suspiraba intentando calmarlo pero sabía que era en vano, hasta que recibieron una llamada dejándolos pálidos porque se sospechaba que era su hija quien se encontraba en cuidados intensivos debido a un accidente automovilístico.

― Matare al desgraciado que intentó quitar lo más apreciado de mi vida ― Susurró con rabia, mientras llamaba a sus demás hijos ―, No puedo creer me han cambiado mi rutina ― Sentenció saliendo de la mansión, era una de las cosas que más lo angustiaba porque le gustaba tener todo calculado y preciso dónde un accidente o urgencia lograba un cambio, teniendo de mal genio todo el día. 

Llegaron al hospital para preguntar por Angélica, asegurándose que se trataba de ella efectivamente dirigiéndose a la sala de espera dónde se encontraba Estiven esperando todavía, después de avisarle a su padre que se demoran en volver a la casa, no estaba de acuerdo pero sabía lo responsable que era; ya que los hospitales solo le traían recuerdos que envenenaban su alma. 

― ¿Cómo se llama usted? ― Preguntaron llamando su atención, observando a su futuro presidente ―, ¿Es sordo? ― Replicó intentando mostrar decencia al ser una figura pública. 

― Estiven, señor presidente ― Manifestó colocándose de pie para brindar respeto, cayendo en cuenta ―, ¿la mujer que está adentro es su hija? ― Preguntó con nervios, aquel hombre asintió haciendo que tragara saliva porque le interesaba la hija del presidente. 

― Dónde quede con una mínima secuela, usted será el responsable de todo ― Amenazó sin medir sus palabras, controlando sus manos para no pegarle un puño ―, Un pobre y asqueroso como usted, ni siquiera debería de estar acá ― Manifestó haciendo que se sintiera mal, pero no por sus ofensas si no porque era uno de los que apoyaba a aquel hombre creyendo que era el cambio que necesitaba el país.

Salió el médico manifestando que la joven se encontraba fuera de peligro, su padre quiso pasar a visitarla pero se lo impidieron; ya que Angelica quería ver a la persona que la había rescatado de morir en la calle por culpa de su alcoholismo siendo consciente de su error. Estiven ingreso a la habitación, evitando la mirada del presidente tragando saliva porque no podía creer en lo que se había metido solo por irse temprano del trabajo. 

Ingresó a la habitación, allí observó a la mujer que hacía que su corazón palpitara a mil así estuviera sin maquillaje, solo que la verla allí recostada le hacía recordar a su madre y sus últimos instantes de vida. Angelica sonrió, aquel hombre era bastante guapo en medio de su barba y cabello corto café claro, sus ojos grises y grandes y el buen cuerpo evidenciado debajo de su ropa haciendo que sonriera cosquillas en su interior.

― Discúlpeme señorita, he hecho un gran daño a la realeza ― Manifestó apenas se fue el médico ―, Pagaré todos los gastos si es necesario, no quería atacar a nuestro presidente ― Sentenció agachando la cabeza mientras Angélica negaba con la suya. 

― Olvide eso, aquí lo importante es que me ha salvado después de ser mi error ― Confesó haciendo que la mirara fijamente ―, Estoy en deuda con usted, ¿Como es su nombre y dónde lo puedo encontrar? ― Preguntó con decencia, sorprendiendo cómo era de diferente a la imagen de su padre. 

― Estiven, es un gusto conocerla ― Afirmó dejándole un suave beso en la mano haciendo que se sonrojara ―, Con todo respeto, déjeme decirle que es la mujer más hermosa y encantadora que he atropellado ― Dijo, haciendo que se riera por sus ocurrencias sin poder creer que en medio de la tempestad, se buscaba el humor. 

― Angelica, espero nos volvamos a ver pronto ― Afirmó sonriendo, sintiendo su corazón a mil ―, Voy al gimnasio al lado de donde me atropellaste, para poder vernos y conocernos ― Mencionó guiñando el ojo, antes de que entrara su padre quien no soportaba la idea de que el asesino de su hija de encontrará con ella, abusando de su nuevo poder como presidente. 

― Lárguese desgraciado si no quiere terminar bajo las rejas con una simple orden ― Ordenó serio, mirando con superioridad ―, Espero mi hija no tenga secuelas o alístese para ser preso por su eternidad ― Amenazó, Angelica lo miro con desprecio porque estaba haciendo lo mismo que hacía con todos sus amigos. 

― Que decepción, pensé que iba a ser un gran presidente ― Confesó sin quitarle la mirada sintiendo como se le subía la temperatura al presidente ―, No se preocupe, estaré pendiente de su hija hasta que salga sana sin ningún rasguño ― Afirmó saliendo de la habitación, no sin antes guiñarle el ojo a la paciente, quien sonrió ante sus palabras. 

Pasaron dos días, dónde le dieron de alta a Angélica pero Estiven no pudo pasar a verla; ya que le habían prohibido la entrada al hospital. Sentía rabia hacia aquel hombre que decía ser el presidente del cambio pero como persona dejaba mucho que desear; llegó nuevamente al bar donde se encontró con Claudio quien lo había visto extraño esos días, decidió confesar todo lo sucedido igual que recibió noticias de Luna.

― ¿Está diciendo que se va a matar si no vuelvo con ella? No te puedo creer eso ― Afirmo con sorpresa, tenía una perspectiva diferente de ella ―, Debería de estar con Jhon, tal como siempre quiso teniendo su amor a escondidas ― Afirmó con seguridad, recibiendo su vaso de whisky. 

― Si, pero el problema es que está dañando tu reputación en este lugar ― Manifestó su amigo, entendiendo el inconveniente principal ―, Debemos arreglar eso, pero ¿como es eso que te gusta la hija del presidente? ― Dijo colocando sus manos en sus mejillas como signo de sorpresa.

― Sin querer la conocí, pero esa mujer logró que mi corazón reviviera de nuevo aunque se que es un amor prohibido e imposible ― Afirmó torciendo la boca ―, ¿Por qué Dios? no traigas a mi vida amores que me hagan sufrir ― Exclamó mirando hacia arriba, después de suspirar.

― Es imposible solo si ella no quiere nada contigo, de resto pueden estar juntos y ¿prohibido? hoy en día puedes meterte hasta con la hija del cielo ― Mencionó ganándose un puño en el hombro ―, Es verdad, ¿por qué no intentas conquistarla? te apuesto a que puedes lograrlo y mucho más ― Propuso colocando su dedo meñique como signo de pacto. 

― Ella no es para apuestas ― Dijo defendiendola, pero igualmente unió su meñique al de su amigo ―, Solo lo hago, como signo de poder ser perseverante porque no será una tarea fácil ganarme el corazón de aquella dama. 

Angélica por su parte, se había despertado soñando con que aquel hombre cumpliera su palabra, pero se había desilusionado al ver que llevaba dos días sin visitarla, dando la razón a su padre que no valía la pena y más si venía de un estrato más bajo. Miró a su alrededor, donde se encontraba un ramo de rosas rojas en la mesa de noche, enviado por Andrew supuestamente; porque ella sabía que el odio era mutuo entre ambos. Salió del hospital, dirigiéndose a su hogar donde la colocaron en su habitación, reprocho que era una simple herida en su frente y unos raspones, pero su padre no se podía dar el lujo de ser el centro de atención más con su cargo actual. 

― ¿Quieres que hablemos? ― Manifestó su nona, entrando a la habitación ―, Sabes que siempre podrás contar conmigo, princesa ― Dijo haciendo que riera, su nona siempre estaba al pendiente de ella, incluso más que de sus hermanos tal vez por ser la única hija mujer. 

― Ese hombre que me atropello, me llama la atención ― Dijo con dulzura, mientras entrelaza las manos con su nona ―, Pero por ser de la alta sociedad, se que no tenemos esperanzas juntos ― Manifestó haciendo pucheros, su nona sonrió.

― La vida me ha enseñado que debes luchar por lo que quieres, antes de que sea muy tarde ― Aconsejo su nona, acariciando su cabello ―, Incluso si eso significa irte en contra de tu familia ― Susurro antes de colocarse de pie, ante el movimiento de la puerta porque había entrado su madre, quien miraba con desprecio a la nona quien quería echar hace tiempo, pero no había podido hacerlo gracias a Angelica.

Angelica tuvo una charla íntima con su madre, donde terminaron peleando porque habían planeado una cena familiar con la familia de Andrew, para iniciar con el proceso del compromiso donde creía que era un arrebato de su padre, pero se daba cuenta que hablaba en serio sin importarle su palabra, su felicidad ni sus propios sueños. Rodó los ojos, dirigiéndose al baño donde abrió la llave recostandose en su tina, sintiendo la frescura en su cuerpo en medio del jabón; cerrando los ojos para imaginarse una vida perfecta con aquel desconocido o al menos siguiendo sus sueños, porque ella quería ser chef; ya que le encantaba cocinar desde que su nona le enseñó. Sin embargo, esa profesión no era digna para un futuro presidente teniendo que meterse en la psicología aunque no fuera su fuerte. 

Decidio colocarse un vestido pegado al cuerpo, con escote delantero y de color negro brillante con unos tacones para bajar las escaleras sonriendo de oreja a oreja, recibiendo a los invitados especialmente a su futuro marido, quien también fingio ante su presencia sentandose todos en el comedor, esperando la comida y brindando con la copa de vino.

― Ahora si, debemos celebrar la gran unión que habrá entre estas dos familias ― Sentenció su padre alzando su propia copa esperando que los demás hicieran lo mismo ―, Por una gran presidencia, porque haremos historia en este país ― Añadió, mirando con desprecio al padre de Andrew donde sabía que le había ganado la batalla por un trono más.

Angelica salió hacia el jardín con su copa de vino, suspirando para ver el cielo esperando que pronto logre acostumbrarse a la mentira que iba a ser su vida de aquí en adelante. Andrew apareció, colocandose a su lado mientras alzaba su copa para llamar su atención. 

― Ni tu ni yo nos queremos casar, porque nos odiamos ― Manifestó sin mirarla, Angelica hizo el mismo acto ―, ¿Tienes algún plan para lograr dañar sus planes? ― Pregunto ocasionando que volteara a verlo, mientras mostraba su gran sonrisa entendiendo que a unos metros se encontraban sus padres, teniendo que fingir también amor y alegría por su compañía.

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