Aquella noche, pese a la pastilla, no dormí casi nada. Le daba vueltas a todo, recordaba frases, gestos que me pudieran dar una pista de lo que en realidad sucedía en esa casa. A José no le diría nada pues había congeniado demasiado bien con Gabriel y si le mencionaba algo, de seguro pensaría que estaba loca, aunque yo misma pensaba lo mismo a ratos.
Me dormí de madrugada y desperté a eso de las nueve de la mañana. De milagro, me encontraba sola por primera vez en mucho tiempo. Maravillosa sensación. Blanca no estaba en el baño, pues la puerta estaba abierta.
Respiré hondo, me estiré lo más que pude en la cama y sonreí. ¡Qué bien se sentía que no me estuvieran mirando! Me levanté, me coloqué la bota y me fui al baño. Me miré en el espejo, ya casi no tenía rastros del golpe, solos unas pequeñ
Después de un rato de silencio, se acercó a mí y me besó, muy dulce al principio y poco a poco fue subiendo de tono a uno más ardiente. Bajó su mano de mis hombros a mis brazos hasta mis muñecas, luego de vuelta. Tras varios movimientos así, una de sus manos tocó uno de mis pechos y lo apretó mientras intensificaba el beso.―Te deseo tanto, darling, tanto, me tienes loco, creo que ya no puedo seguir apartado de ti. Te amo y quiero ser tuyo en todo lo que soy ―dijo en mis labios mientras sus caricias cubrían casi todo mi cuerpo.Cuando quiso tocar mi entrepierna, lo aparté con brusquedad.―Perdón, perdón, no puedo.Un flash de recuerdos de lo que me hizo Mario me hizo volver a la realidad, estábamos en la misma posición y cuando llegó a mi zona íntima me dijo que ya no había vuelta atrás y de ahí e
Después de un rato de silencio, me apartó para mirarme.―¿Se puede saber qué hacías con el cuaderno?―Parte de mi locura.Me miró confundido.―¿A qué te refieres?―Es que… Intentaba anotar los nombres de los que estaban en Santiago y aquí para encontrar a mi enemigo.―Y Gabriel y yo encabezamos la lista.―No, solo sé sus nombres.―Y papá.―Sí, iba a anotar su nombre cuando llegaste.―¿Quieres que te dé los nombres de la comitiva que nos acompañó? Aunque dudo que te sirvan de algo, a la mayoría no los conoces y todos son de confianza, son los guardaespaldas de papá.―¿Quién me drogó entonces?―¿No que estaba Gabriel en eso?―Al parecer se le olvidó.―Él no es de olvidar cosas. ―Frunció el entrec
Marta me esperaba en mi cuarto, Alec me acompañó, allí había dos compañeros suyos, hablaron algo en inglés. Alec se despidió de mí y se fue, los otros quedaron allí.―¿Qué dijeron? ―le pregunté a Marta.―Alec le dijo a Steve que no se movieran de afuera de la habitación, que cada hora vendría alguien para saber si había algún problema, si necesitaban ayuda o suplencia para ir al baño o comer, que siempre debía haber dos guardias afuera. Están todos muy preocupados por usted.―Ah. Bueno, ahora estaremos más protegidas.El modo en el que sonrió mi enfermera me hizo darme cuenta.―Tú también eres guardaespaldas ―afirmé sorprendida.―Sí.―¿Y Gabriel te contrató para cuidarme?―El señor Ángelo lo hizo. Me contactaron a
Mi papá se levantó y caminó hasta la sala, allí, se fue al bar y se sirvió un vaso de whisky.―Papá, ¿no crees que es muy temprano? ―le preguntó David.―Hemos estado toda la noche despiertos.―¿Qué pasa, papá? ―le pregunté.―Pasa que hay algunos lores que quieren que te saque del castillo y de nuestras vidas. Dicen que tú no eres digna de ser una Lady y que muchos menos debes heredar parte de mi fortuna. Mi accidente fue una advertencia para que no tomes el lugar que te corresponde como hija. Hoy mismo daremos la noticia a los medios, ya llamé a una rueda de prensa, está programada para las tres y media, así que ahora vayan, duerman un poco que más tarde saldremos en televisión.Yo no quería acostarme en ese dormitorio, en ese dormitorio no, así es que me tiré al sillón.―&iqu
Aquella noche volví a dormir en el sofá, por más que papá me insistió en que durmiera en el antiguo dormitorio de su exesposa, yo no quise. Esa noche, José se quedó en el otro sofá y no aceptó una negativa de mi parte.Gabriel apenas se despidió de mí, se notaba molesto. David en cambio, ya había adoptado “enana” como mi apodo. Sonaba muy cariñoso, para nada era molesto o de mala manera; se despidió de mí con mucho cariño, pero también pude notar cierta preocupación. Papá, por su parte, me dio un abrazo que duró más de lo acostumbrado.―Te quiero mucho, hija.―Y yo a ti, papá.―Descansa, lo que necesites, solo avisa.―Gracias, que duermas bien.Quedamos solos con José.―¿Cómo te sientes, princesita?―Bien, dentro de todo, ¿
Me senté. Mi padre tomó mi mano.―¿Cómo te sientes?―No sé… No podría decirlo con exactitud. Con Gabriel queremos hablar contigo.―Claro, digan.―¿Hay alguna forma de que renuncie al título de Lady?―¿Y eso para qué?―Para que quien quiera hacerme daño, desista de hacerlo.Mi padre miró a Gabriel sorprendido e interrogante, luego volvió su vista a mí.―¿Quién te dijo que ese era el problema?―¿Y cuál es entonces?―Es algo un poco más complejo que eso ―replicó Gabriel.―Tú me dijiste que era porque no querían que yo fuera Lady Ángela, hija del duque de Rochester ―reproché.―Hija, es cierto que hay gente que no está de acuerdo en ello, aun así, dudo que alguno de ellos intente o quiera verte muerta. Hay
Rato después, apareció Alec, venía con una venda en el brazo. Mi papá le habló en inglés.―¿Pueden hablar en español? ―No me gustaba no entender lo que decían.―Perdón, hija, no me di cuenta.―El francotirador fue reducido ―informó Alec con su español característico―, esperamos que hable para saber quién es su jefe.―¿Y usted fue herido por salvar mi vida? ¿Le dispararon?―Solo fue un rasguño, no es nada.―¿Cómo que no es nada? Pudo morir por mi culpa ―le dije desesperada.―No fue su culpa, señorita, es mi trabajo. Además, a mí solo me rozaron, a usted la hubiesen asesinado.―Nunca he entendido eso de que unas vidas sean más importantes que otras.―Es un trabajo como cualquier otro, estamos preparados para repeler los asaltos, para evadir las balas
Terminamos el desayuno sin decir ninguna palabra más, ninguno se levantó o hizo amago de nada, como si no supieran qué hacer. Yo no sabía qué hacer.―David, José, quiero hablar con ustedes en el despacho ―habló por fin mi papá rompiendo el incómodo silencio que nos rodeaba.―Claro ―contestó José y se levantó de la mesa, parecía que quería escapar de allí, aunque fuera con mi papá.David lo imitó sin decir nada. Gabriel miró a papá interrogante.―¿Y yo?―Tú y Ángela deben conversar ―respondió―, deben arreglar sus asuntos. ―Caminó con paso decidido a su oficina seguido por David y José.Yo miré a Gabriel, nuestros ojos se encontraron. Se levantó y caminó hacia mí.―¿Quieres ir a la sala? ―me preguntó.―