FIEBRE

Tabar sintió que su corazón se paralizaba al entrar al Cuarto Blanco y ver aquella escena transcurriendo frente a sus ojos. Zarah se retorcía sobre su cama, cubierta de rasguños que no se desvanecían con la facilidad con que siempre lo hacían sus heridas. Munira y Deka la sostenían por las piernas intentando contenerla. Fausto trataba de sostener sus brazos para que el sanador pudiera verter un brebaje entre sus labios pero los espasmos de su cuerpo eran tan fuertes que no lograban hacerla tragar la medicina.

Algunas sirvientas pasaban por detrás de Tabar llenando la bañera con agua helada que parecía recién sacada de los pozos por la escarcha que rodeaba los baldes.

―¡Sostenganla con más fuerza! No siente dolor por las alucinaciones, así que no necesitan ser suaves. ― Reconoció la voz del hombre. Se trataba de Hafid, el sanador encargado de los guerreros. Tabar le había pedido que se quedara en el castillo vigilando a Zarah durante la guerra y que le informará sobre su salud pero n
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