Gwyneviere regresaba de un paseo matutino por el bosque cuando vio a Cyrus acercarse a la puerta de su casa.
- Oye, mensajero. Aquí estoy.
- Gwyneviere. Traigo un pedido de lord Gustave. Aquí tienes.
Cyrus le entregó un pergamino enrollado, que Gwyneviere tomó en sus manos y leyó. El lord quería que desenmascarara a una estafadora, quien lo había timado haciéndose pasar por hechicera y le había hecho pagar unas cuantas monedas por unas pociones que no habían servido para nada.
- Bueno, adiós -dijo Cyrus.
- No tan rápido. Espera, dile que no haré lo que me pide. No iré a buscar a esta mujer porque el tipo no puede arreglar sus propios problemas. Ve y dile que no voy a trabajar para él. Resuelvo problemas reales, no estoy para perder el tiempo cobrando venganzas para estos ricachones.
- Oye, díselo tú, se enfadará conmigo. Yo solo soy el simple mensajero.
Gwyneviere bufó enojada.
- Típico del buen Cyrus, pájaro de mal augurio. Adiós -le dijo, entrando en su casa y dejando el pergamino sobre la mesa.
Gwyneviere se masajeó las sienes con un incipiente dolor de cabeza. La Ciudadela estaba lleno de estafadores que decían poder adivinar el futuro, hacer magia o pociones, y los ricachones se dejaban convencer de cualquier cosa.
- ¿Qué sucede, Gwyn? -preguntó Nimh.
- Debo resolver algo en la Ciudadela -suspiró Gwyneviere.
- ¿Quieres que vaya contigo?
- Puedes venir si quieres.
Gwyneviere observó la dirección del noble que figuraba en el pergamino (debajo de donde mencionaba que luego de que la tarea estuviera realizada, pagaría una muy buena suma) y ambas se dirigieron a la Ciudadela.
***
Nimh visitó a Vandrell mientras Gwyneviere se ocupaba de su problema.
- Hola -dijo, entrando a su tienda.
- Hola, Nimh -contestó él.
- ¿Cómo estás? Te traje una jalea hecha con frutos del Bosque de Druwyddrerm.
- Muchas gracias. ¿Qué te trae por aquí?
- Vine con Gwyn, y mientras ella atiende unos asuntos de hechiceras yo paseo un poco.
- Te ha tocado una gran maestra, ¿eh?
- Tengo suerte, ¿no crees?
- Demasiada. Gwyneviere es no sólo una gran hechicera sino una gran persona.
- ¿Cómo se encuentra tu madre? Me ha dicho Gwyn que está muy enferma.
- Por ahora está estable. Gracias por preguntar. Hay días en los que se siente muy mal.
- ¿Qué le ha pasado? Si no te molesta contarme…
- Está bien. Realmente es irónico, ¿sabes? Mi madre no tiene una enfermedad común y corriente. La han hechizado. Lo peor es que tiene dos alquimistas en casa y ninguno puede ayudarla. Hemos probado de todo y lo único que podemos hacer por ella es aliviar un poco su dolor, pero su enfermedad sigue ahí. Conozco a todos los alquimistas de aquí y nadie pudo haber hecho algo así.
- Pero… ¿cómo? -preguntó Nimh, consternada.
En ese momento entró Gwyneviere.
- ¿Lo hiciste? -preguntó Nimh.
- Claro, le dije al cretino que no mataría a una mujer por haberlo estafado. Que se hiciera cargo de sus problemas él mismo y que no me contactara nunca más. No soy un asesino a sueldo. Se atrevió a llamar a sus guardias para amenazarme y aumenté los fuegos de sus chimeneas con magia para asustarlo.
- Me hubiese encantado ver su cara.
- Es un cobarde. La mujer e****a a idiotas, no puedo culparla.
- Te dije que tienes suerte, Nimh -dijo Vandrell-. Tienes a la mejor hechicera de Maestra.
Gwyneviere observó que Nimh iba bastante avanzada en sus estudios de hechicería y dejó que se relajara. Claro que practicaban lo estudiado, pero dejó de ser tan severa con las clases teóricas y comenzó a disfrutar ella también. Los conjuros más poderosos y peligrosos decidió dejarlos para más adelante, al menos por el momento. La niña cumpliría sus dieciocho años la semana entrante y sólo había conocido el Templo hasta que se fue a vivir con Gwyneviere. Así que la dejó vivir un poco. Nimh era una de esas personas con quienes nunca te aburrirías y alegraba con su mera presencia. Mientras ella resolvía sus regulares trabajos consiguiendo alguna cosa para algún noble inútil o
Gwyneviere oyó a Nimh en la puerta. Se sentía exhausta por haber estado toda la noche conjurando para combatir a una familia de rocs, que habían raptado a un noble de Liandalyd, y le habían pagado una fortuna por rescatarlo. - Hola belleza, ¿dónde has estado hoy? - Fui a tomar un baño. Nimh fue un poco distante en su respuesta y no hizo contacto visual. Algo le preocupaba. - Yo haré lo mismo. Volveré más tarde.
A Gwyneviere se le ocurrió que podría ser fructífero para Nimh llevarla a Whaarham, la selva que se encontraba más allá del Bosque de Druwyddrerm, para practicar un poco sus conjuros. Partieron temprano, para aprovechar el día y usaron un portal para transportarse cerca de los límites de la selva. Nimh nunca había estado en un lugar así. Estaba fascinada con la vegetación característica de la selva y la diversidad de animales. Se adentraron en la selva y exploraron. - Recuerda -dijo Gwyneviere-, si nos atacan, tu objetivo no es matar. Sólo están defendiendo su territorio o a sus crías. Aquí nosotras somos las que estamos invadiendo. Nimh asintió con la cabeza. Observaron coloridas aves, tortugas gigantes y monitos columpiándose de los árboles. Cuando llegaron a un pantano, las sorprendió una boa gigante que las atacó. Nimh miró a Gwyneviere con sorpresa. Ella ya estaba preparada para actuar. Levantó sus manos y la lanzó de nuevo hacia
- ¿Por qué no quieres enseñarme conjuros más avanzados? - Claro que quiero Nimh, pero debemos avanzar con cautela. Tienes que dominar primero lo esencial, para poder continuar. Eres muy inteligente. Te convertirás rápidamente en una hechicera realmente talentosa. Pronto dominarás la magia incluso mejor que yo. Era media tarde y habían estado practicando durante todo el día miles y miles de conjuros del grimorio de Gwyneviere, pero no había querido avanzar a los más poderosos hasta que dominara su caos interior. Gwyneviere sabía que Nimh todavía era muy joven y no dominaba la magia desde pequeña. Había etapas que debía superar.
A la mañana siguiente, Gwyneviere se levantó temprano para ir a ver a Vandrell, y Nimh decidió ir a dar un paseo por el bosquecillo, equipada con algunos de los libros de Gwyneviere.Gwyneviere entró a la tienda y vio a Vandrell sosteniendo su cabeza con ambas manos, apoyando los codos sobre el mostrador, con un aspecto terrible.- Hola Van.- Mmm -fue todo lo que él dijo.- Veo que no te encuentras muy bien.
- Sabes, Gwyn, me gustaría aprender otros tipos de magia. - ¿Otros tipos de magia? ¿Qué quieres decir? - No lo sé, otros tipos de magia -hace una pausa-. Los elfos, ¿ellos podrían enseñarnos? - Los elfos ya no usan la magia de esa manera, Nimh. Ellos son los que en un principio enseñaron la magia a los humanos y su sangre sigue siendo mágica, lo que permite, por ejemplo, que puedan curar sus heridas de una forma increíblemente rápida. Pero con el paso del tiempo, dejaron de canalizarla de la misma manera que lo hacemos tú y yo, pues sintieron que no les era necesari
Gwyneviere regresó de cobrar su paga de Liandalyd, y escondió las monedas por toda la casa. Luego, se dirigió a la Ciudadela a chequear el estado de Vandrell. Le preocupaba cómo se había estado comportando. Cuando llegó a la tienda, la recibió su padre, Eamon. - Buenas tardes, Eamon. ¿Se encuentra Vandrell? - Hola, Gwyn. Si tú lo ves, dile que lo he estado buscando. Ha estado actuando muy extraño últimamente. - ¿No lo has visto? - Desde ayer.
- Hola, ¿quién está ahí? Yo soy Gwyneviere. - ¿Gwyneviere la hechicera? - Si. - Yo soy Darion, elfo. - Hola, Darion, ¿dónde estamos? - ¿Seguro quieres saber? ¿No prefieres sorprenderte? - Que bueno que no hayas perdido el sentido del humor… ¿