- ¿Por qué no quieres enseñarme conjuros más avanzados?
- Claro que quiero Nimh, pero debemos avanzar con cautela. Tienes que dominar primero lo esencial, para poder continuar. Eres muy inteligente. Te convertirás rápidamente en una hechicera realmente talentosa. Pronto dominarás la magia incluso mejor que yo.
Era media tarde y habían estado practicando durante todo el día miles y miles de conjuros del grimorio de Gwyneviere, pero no había querido avanzar a los más poderosos hasta que dominara su caos interior. Gwyneviere sabía que Nimh todavía era muy joven y no dominaba la magia desde pequeña. Había etapas que debía superar.
A la mañana siguiente, Gwyneviere se levantó temprano para ir a ver a Vandrell, y Nimh decidió ir a dar un paseo por el bosquecillo, equipada con algunos de los libros de Gwyneviere.Gwyneviere entró a la tienda y vio a Vandrell sosteniendo su cabeza con ambas manos, apoyando los codos sobre el mostrador, con un aspecto terrible.- Hola Van.- Mmm -fue todo lo que él dijo.- Veo que no te encuentras muy bien.
- Sabes, Gwyn, me gustaría aprender otros tipos de magia. - ¿Otros tipos de magia? ¿Qué quieres decir? - No lo sé, otros tipos de magia -hace una pausa-. Los elfos, ¿ellos podrían enseñarnos? - Los elfos ya no usan la magia de esa manera, Nimh. Ellos son los que en un principio enseñaron la magia a los humanos y su sangre sigue siendo mágica, lo que permite, por ejemplo, que puedan curar sus heridas de una forma increíblemente rápida. Pero con el paso del tiempo, dejaron de canalizarla de la misma manera que lo hacemos tú y yo, pues sintieron que no les era necesari
Gwyneviere regresó de cobrar su paga de Liandalyd, y escondió las monedas por toda la casa. Luego, se dirigió a la Ciudadela a chequear el estado de Vandrell. Le preocupaba cómo se había estado comportando. Cuando llegó a la tienda, la recibió su padre, Eamon. - Buenas tardes, Eamon. ¿Se encuentra Vandrell? - Hola, Gwyn. Si tú lo ves, dile que lo he estado buscando. Ha estado actuando muy extraño últimamente. - ¿No lo has visto? - Desde ayer.
- Hola, ¿quién está ahí? Yo soy Gwyneviere. - ¿Gwyneviere la hechicera? - Si. - Yo soy Darion, elfo. - Hola, Darion, ¿dónde estamos? - ¿Seguro quieres saber? ¿No prefieres sorprenderte? - Que bueno que no hayas perdido el sentido del humor… ¿
Pasó un día… pasaron dos. No había visto la luz de la luna o el sol en ese tiempo, por lo que asumió que estaban bajo tierra y esa tenue luz que podía ver era de las velas. Gwyneviere y Darion cruzaban algunas palabras en susurros cada tanto. Ya había comido y usado las cubetas. La primera vez que la comida apareció, desconfió y no quiso probar bocado, y luego todo desapareció pasadas unas horas. Al segundo día moría de hambre y devoró todo. Y sólo habían pasado dos días.Luego pasaron tres y cuatro y cinco días. Gwyneviere sacudía su
- Nigromante. Te lo dije -dijo Darion, del otro lado de la celda. - Cállate, Darion -respondió Gwyneviere-. Estoy soñando, esto no puede ser verdad. - Pero lo es, te pellizcaría, pero estas cadenas no me lo permiten. Poco después, el autómata regresó y extrajo sangre de Darion. Gwyneviere estuvo atenta escuchando. - Maldito -dijo Darion, en voz baja, cuando hubo terminado. Gwyneviere estaba comenzando a impacientarse dentro de su celda. No se le ocurría una forma de escapar de allí, y su magia era inútil.Nimh no había regresado a visitarla, y no sabía qué pensar al respecto de todo lo que habían vivido juntas.- Oigan -dijo Graeme, haciendo que Gwyneviere volviera a la realidad-, en cualquier momento vendrá el autómata.Habían pasado unos días, y Vandrell y Darion habían estado quitando rocas. Gwyneviere notó que Vandrell no estaba usando nada de la cintura para arriba. - Con estas cadenas ya no puedo vestirme -dijo él. - Bueno, ya no tienes que usarlas -dijo, usando la hebilla para quitarle las cadenas-. Oigan, les quitaré las cadenas a todos, pero tengan cuidado del autómata. Cuando vuelva, tendremos que fingir que las estamos usando. Gwyneviere pasó celda por celda y abrió los grilletes de todos. Había prisioneros de todas las razas. Pudo ver rostros muy asustados, incluso con la escasa luz que se filtraba desde el otro lado del pasillo. Luego, guardó CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17