Pasó un día… pasaron dos. No había visto la luz de la luna o el sol en ese tiempo, por lo que asumió que estaban bajo tierra y esa tenue luz que podía ver era de las velas. Gwyneviere y Darion cruzaban algunas palabras en susurros cada tanto. Ya había comido y usado las cubetas. La primera vez que la comida apareció, desconfió y no quiso probar bocado, y luego todo desapareció pasadas unas horas. Al segundo día moría de hambre y devoró todo. Y sólo habían pasado dos días.
Luego pasaron tres y cuatro y cinco días. Gwyneviere sacudía su
- Nigromante. Te lo dije -dijo Darion, del otro lado de la celda. - Cállate, Darion -respondió Gwyneviere-. Estoy soñando, esto no puede ser verdad. - Pero lo es, te pellizcaría, pero estas cadenas no me lo permiten. Poco después, el autómata regresó y extrajo sangre de Darion. Gwyneviere estuvo atenta escuchando. - Maldito -dijo Darion, en voz baja, cuando hubo terminado. Gwyneviere estaba comenzando a impacientarse dentro de su celda. No se le ocurría una forma de escapar de allí, y su magia era inútil.Nimh no había regresado a visitarla, y no sabía qué pensar al respecto de todo lo que habían vivido juntas.- Oigan -dijo Graeme, haciendo que Gwyneviere volviera a la realidad-, en cualquier momento vendrá el autómata.Habían pasado unos días, y Vandrell y Darion habían estado quitando rocas. Gwyneviere notó que Vandrell no estaba usando nada de la cintura para arriba. - Con estas cadenas ya no puedo vestirme -dijo él. - Bueno, ya no tienes que usarlas -dijo, usando la hebilla para quitarle las cadenas-. Oigan, les quitaré las cadenas a todos, pero tengan cuidado del autómata. Cuando vuelva, tendremos que fingir que las estamos usando. Gwyneviere pasó celda por celda y abrió los grilletes de todos. Había prisioneros de todas las razas. Pudo ver rostros muy asustados, incluso con la escasa luz que se filtraba desde el otro lado del pasillo. Luego, guardó CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
- Van, vístete, antes de que los demás despierten.Vandrell abrió los ojos y acarició su mejilla, y lentamente se incorporó y tomó su ropa. Ambos se vistieron.Se dispusieron a confeccionar una especie de bolsas con las ropas de Vandrell. Ya no usaba nada del torso para arriba, ya que la primera vez que tuvo que quitarse todo, el autómata destrozó su ropa para desvestirlo, le contó a Gwyneviere mientras improvisaban las bolsas. Desde ese entonces, no usaba camisa.Gwyneviere anudó la camisa de Vandre
- Debemos determinar si escapar ahora o esperar a que el autómata haga nuevamente su recorrido. Quizá nos arriesgamos a que descubra que algo está fuera de lugar.- Ganaríamos una semana más si esperamos a que haga nuevamente su recorrido. No sucederá nada. Fingiremos que tenemos los grilletes en las muñecas y listo.- No sabemos lo que nos espera allá afuera, por lo que considero que es mejor esperar a que haga su recorrido.- Estoy de acuerdo. Gwyneviere pisó el césped y el portal se cerró rápidamente detrás de ella. Se encontraban fuera de la prisión del Nigromante, pero todavía no estaban a salvo. Sólo había podido transportarlos algunas millas más allá, y los ocultaban las copas de los árboles. - No puedo transportarnos más lejos que esto. Tendremos que caminar un poco hasta que pueda reponer mis energías. Caminaron en silencio. El peligro todavía estaba muy cerca y nadie pronunció palabra alguna por un largo rato. La sangre de la mordida del lobo corría por el brazo de Gwyneviere, pero no importaba. PCAPÍTULO 20
Después de comer en casa de Eamon, fueron a visitar al mejor herrero de la Ciudadela, Jaydon, un artesano muy hábil. Lo conocían desde hacía tiempo y confiaban en que haría un buen trabajo. Gwyneviere llevó consigo un boceto de cómo quería que fuera su báculo, junto con las pociones de Vandrell y una reliquia que había estado en su familia por generaciones. Se pusieron al día con su amigo y le contaron lo que habían vivido en la prisión del Nigromante. Jaydon aceptó de inmediato el trabajo, aunque
Atravesaron el portal en dirección a Emyrddrin. Gwyneviere probó su báculo en las afueras de la ciudad y respondía a la perfección a sus comandos. Era ligero y, además, muy bonito. Estaba realmente encantada con su nueva adquisición. La vara le confería cierto profesionalismo y le daba seguridad. Se dirigieron directo al centro de la ciudad, donde Gwyneviere sabía que podía encontrar a unas hechiceras que conocía hacía tiempo. Golpearon la puerta de un hogar y un joven respondió.
Último capítulo