Gwyneviere oyó a Nimh en la puerta. Se sentía exhausta por haber estado toda la noche conjurando para combatir a una familia de rocs, que habían raptado a un noble de Liandalyd, y le habían pagado una fortuna por rescatarlo.
- Hola belleza, ¿dónde has estado hoy?
- Fui a tomar un baño.
Nimh fue un poco distante en su respuesta y no hizo contacto visual. Algo le preocupaba.
- Yo haré lo mismo. Volveré más tarde.
A Gwyneviere se le ocurrió que podría ser fructífero para Nimh llevarla a Whaarham, la selva que se encontraba más allá del Bosque de Druwyddrerm, para practicar un poco sus conjuros. Partieron temprano, para aprovechar el día y usaron un portal para transportarse cerca de los límites de la selva. Nimh nunca había estado en un lugar así. Estaba fascinada con la vegetación característica de la selva y la diversidad de animales. Se adentraron en la selva y exploraron. - Recuerda -dijo Gwyneviere-, si nos atacan, tu objetivo no es matar. Sólo están defendiendo su territorio o a sus crías. Aquí nosotras somos las que estamos invadiendo. Nimh asintió con la cabeza. Observaron coloridas aves, tortugas gigantes y monitos columpiándose de los árboles. Cuando llegaron a un pantano, las sorprendió una boa gigante que las atacó. Nimh miró a Gwyneviere con sorpresa. Ella ya estaba preparada para actuar. Levantó sus manos y la lanzó de nuevo hacia
- ¿Por qué no quieres enseñarme conjuros más avanzados? - Claro que quiero Nimh, pero debemos avanzar con cautela. Tienes que dominar primero lo esencial, para poder continuar. Eres muy inteligente. Te convertirás rápidamente en una hechicera realmente talentosa. Pronto dominarás la magia incluso mejor que yo. Era media tarde y habían estado practicando durante todo el día miles y miles de conjuros del grimorio de Gwyneviere, pero no había querido avanzar a los más poderosos hasta que dominara su caos interior. Gwyneviere sabía que Nimh todavía era muy joven y no dominaba la magia desde pequeña. Había etapas que debía superar.
A la mañana siguiente, Gwyneviere se levantó temprano para ir a ver a Vandrell, y Nimh decidió ir a dar un paseo por el bosquecillo, equipada con algunos de los libros de Gwyneviere.Gwyneviere entró a la tienda y vio a Vandrell sosteniendo su cabeza con ambas manos, apoyando los codos sobre el mostrador, con un aspecto terrible.- Hola Van.- Mmm -fue todo lo que él dijo.- Veo que no te encuentras muy bien.
- Sabes, Gwyn, me gustaría aprender otros tipos de magia. - ¿Otros tipos de magia? ¿Qué quieres decir? - No lo sé, otros tipos de magia -hace una pausa-. Los elfos, ¿ellos podrían enseñarnos? - Los elfos ya no usan la magia de esa manera, Nimh. Ellos son los que en un principio enseñaron la magia a los humanos y su sangre sigue siendo mágica, lo que permite, por ejemplo, que puedan curar sus heridas de una forma increíblemente rápida. Pero con el paso del tiempo, dejaron de canalizarla de la misma manera que lo hacemos tú y yo, pues sintieron que no les era necesari
Gwyneviere regresó de cobrar su paga de Liandalyd, y escondió las monedas por toda la casa. Luego, se dirigió a la Ciudadela a chequear el estado de Vandrell. Le preocupaba cómo se había estado comportando. Cuando llegó a la tienda, la recibió su padre, Eamon. - Buenas tardes, Eamon. ¿Se encuentra Vandrell? - Hola, Gwyn. Si tú lo ves, dile que lo he estado buscando. Ha estado actuando muy extraño últimamente. - ¿No lo has visto? - Desde ayer.
- Hola, ¿quién está ahí? Yo soy Gwyneviere. - ¿Gwyneviere la hechicera? - Si. - Yo soy Darion, elfo. - Hola, Darion, ¿dónde estamos? - ¿Seguro quieres saber? ¿No prefieres sorprenderte? - Que bueno que no hayas perdido el sentido del humor… ¿
Pasó un día… pasaron dos. No había visto la luz de la luna o el sol en ese tiempo, por lo que asumió que estaban bajo tierra y esa tenue luz que podía ver era de las velas. Gwyneviere y Darion cruzaban algunas palabras en susurros cada tanto. Ya había comido y usado las cubetas. La primera vez que la comida apareció, desconfió y no quiso probar bocado, y luego todo desapareció pasadas unas horas. Al segundo día moría de hambre y devoró todo. Y sólo habían pasado dos días.Luego pasaron tres y cuatro y cinco días. Gwyneviere sacudía su
- Nigromante. Te lo dije -dijo Darion, del otro lado de la celda. - Cállate, Darion -respondió Gwyneviere-. Estoy soñando, esto no puede ser verdad. - Pero lo es, te pellizcaría, pero estas cadenas no me lo permiten. Poco después, el autómata regresó y extrajo sangre de Darion. Gwyneviere estuvo atenta escuchando. - Maldito -dijo Darion, en voz baja, cuando hubo terminado. Último capítulo