—Voltéate.
—¿Por qué? —preguntó, mientras intentaba cubrirme los pechos con una mano y con la otra más abajo, buscando cualquier refugio para mi desnudez. —¿Cómo que por qué? Estoy desnuda, ¡voltéate, no me veas así! —le exigí, alzando la voz, sintiendo el calor subir por mis mejillas. Mis nervios estaban a flor de piel. Él solo sonrió, pero se puso de pie lentamente, sin apartar su mirada de la mía. —No te acerques —le advertí, dando un paso atrás en un intento desesperado por mantener la distancia. Tropecé torpemente con uno de mis zapatos y, antes de que pudiera caer, él me atrapó con sus fuertes brazos. El contacto fue como un choque de electricidad recorriendo mi piel. Mi corazón latía desbocado. —¿Por qué no? —murmuró, acercando su rostro al mío, sus labios rozaban mi oído, su aliento era cálido contra mi piel. —Estamos desnudos… Y siento tu… "arma" en mi vientre —balbuceé, sin saber cómo nombrar lo que claramente estaba presionando contra mí. Una risa suave escapó de sus labios, pero no fue burlona. Era como si disfrutara del efecto que tenía sobre mí. Ethan siempre había sido así, controlando cada situación, incluso esta. —Dijiste que sería una despedida a nuestro matrimonio, pero no es justo. No recuerdo cómo llegamos a mi departamento… Así que, deberíamos… Antes de que pudiera apartarlo, me atrajo más hacia su cuerpo y selló mis labios con los suyos. No quería corresponderle, o eso me dije a mí misma. Mi mente gritaba que lo empujara, que esto estaba mal, que estábamos divorciados. Pero mi cuerpo… mi cuerpo traicionaba todas esas palabras. Su beso era desesperado, hambriento, como si quisiera robarse cada parte de mí antes de que me fuera para siempre. Y, sin poder evitarlo, le correspondí con la misma intensidad. Nos movimos hacia la cama, donde él me tumbó con cuidado, y estuvimos juntos una última vez, nuestras manos explorando, memorias de lo que una vez compartimos surgen entre sus caricias y besos. El cuarto se llenó de susurros y jadeos, y nuestras respiraciones se volvieron descontroladas. Cuando todo terminó, me levanté rápidamente. El peso de la realidad cayó sobre mí de golpe. Esto había sido un error. Todo había sido un error. —Esto estuvo muy mal, Ethan. Tú y yo… estamos divorciados. Él permanecía en la cama, vistiéndose lentamente, sin dejar de mirarme, como si intentara captar cada movimiento mío, como si no quisiera olvidarme. —Esta tarde me depositan el pago de la casa —dijo, mientras abrochaba su camisa—. ¿A qué número de cuenta te transfiero tu parte? —Te lo enviaré por mensaje —respondí, incapaz de mirarlo directamente. —Ok, déjame ayudarte con eso. —Me di la vuelta y sentí cómo subía la cremallera de mi vestido, sus dedos robaban mi espalda, enviando un escalofrío por mi cuerpo. —Alisson se va a morir cuando le diga que estuve contigo —dije, tratando de romper el silencio. Él sonrió. —Freddy dirá que me has hechizado, bruja. —Ja, ja, Freddy está loco. —Es un buen amigo. Asentí. Lo era, pero en ese momento, no podía pensar con claridad. Tenía que irme, alejarme de Ethan antes de que todo se volviera más complicado. —Bueno, yo me tengo que ir, mi vuelo sale en unas horas. —¿Vuelo? —La expresión de Ethan cambió. Sus ojos se entrecerraron—. Vicky, ¿vas a irte? —Sí, me mudaré a otro país. De hecho, ya tengo las maletas en el auto. Alisson me alcanzará allá cuando termine sus pendientes. Pensábamos viajar juntas… Detuve mis palabras al darme cuenta de que no le debía explicaciones. Ya no. Aun así, una parte de mí quería que él me pidiera que me quedara. Que me rogara no irme, que me dijera que aún había algo entre nosotros. Pero no lo hizo. —Que tengas un buen viaje —dijo, mientras acomodaba un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. Tragué en seco, con el corazón oprimido en el pecho. —No hubiera funcionado, Vick. Tú y yo somos muy distintos. —Sí, no hubiera… —susurré, con mis palabras llenas de resignación. Me dirigí hacia la puerta, sintiendo cada paso como si me estuviera alejando de una parte de mí misma—. Ten una buena vida, Ethan. —Igual. —Se puso su camisa mientras se alejaba, evitando mi mirada. Me giré y empecé a caminar hacia la salida de su departamento. Pero antes de que pudiera alcanzar la puerta, sentí su mano rodeando la mía. Me giró de golpe, pegándome contra la pared y, sin pensarlo, me besó con una pasión desenfrenada. Respondí con la misma intensidad. Mis manos se movían por su cuerpo como si cada caricia fuera la última, como si intentara capturar ese momento para siempre. Me levantó y me sentó sobre la mesita del recibidor. Abrió mis piernas, posicionándose entre ellas mientras me sostenía por la cintura. Su respiración era irregular, la mía también. Cuando tiró de mi ropa interior y entró en mí, solté un gemido que ahogué en su boca. Todo lo que podía pensar, lo único que gritaba mi mente, era: "Pídeme que me quede, Ethan". Pero no lo hizo. Cuando terminamos, me acomodé la ropa y salí del departamento sin mirar atrás. Llegué a mi coche estacionado frente a su edificio y me quedé mirándolo. "¿Cómo es que llegué aquí?", me pregunté. Todo lo que había pasado la noche anterior estaba borroso. Subí al auto y apoyé mi cabeza contra el volante. Y entonces, las lágrimas cayeron. —¿Por qué no me pediste que me quedara, Ethan? Eres un idiota… —murmuré, golpeando el volante repetidamente. Entonces, vi a Ethan acercarse a mi ventanilla. —¿Todo bien? —preguntó con un tono suave—. ¿No puedes hacer que arranque? —No, no puedo —respondí, secándome las lágrimas apresuradamente. —Si quieres, te llevo al aeropuerto —ofreció, mirándome con compasión y algo más. —Claro… llévame. Me ayudó a subir las maletas a su auto, y condujimos en silencio. Ninguno de los dos parecía tener palabras para romper el muro que se había erigido entre nosotros. Cuando llegamos al aeropuerto, lo miré por última vez. —Gracias por traerme, Ethan. —Vick… —Comenzó, pero se detuvo, como si no supiera qué decir—. Que tengas un buen viaje. —Adiós, Ethan. Nos despedimos en el estacionamiento. Lo vi alejarse mientras me dirigía a las puertas de la terminal. Me senté en las sillas de espera hasta que escuché el anuncio de mi vuelo. Tomé aire y murmuré para mí misma: —Adiós, Ethan. Pero entonces, lo escuché gritar mi nombre. Me giré y lo vi corriendo hacia mí. Cuando me alcanzó, me abrazó con fuerza, como si no quisiera dejarme ir. —Lo lamento, Vick. Lamento que nuestro matrimonio no haya funcionado. Quizá nunca debimos habernos casado… —Quizá… —le dije, apartándome de su abrazo—. Pero ya es demasiado tarde. Adiós, Ethan. Que tengas una buena vida. Él me miró con intensidad, como si quisiera decirme algo más. Me dio un último beso en los labios, suave y triste. Y entonces, me fui. --- Diez años han pasado desde aquel día. No sé mucho de Ethan, solo lo que aparece en las revistas: es un gran empresario, sale con modelos… Su vida parece perfecta. La mía también ha cambiado. Con la venta de la casa y algunas inversiones acertadas, fundé mi propia empresa, Interpraiss Blake, una marca textil reconocida mundialmente. No fue fácil al principio, pero cada desafío me hizo más fuerte. Hoy, me siento en la cúspide del éxito. Pero a veces, en noches como esta, cuando todo está en silencio, no puedo evitar pensar en Ethan. Y me pregunto qué hubiera pasado si tan solo me hubiera pedido que me quedara.★ EthanLa vi aquella noche en la discoteca, riendo, tan despreocupada, como si el mundo no pudiera tocarla. Su risa resonaba sobre la música, como una melodía hipnótica que me atrajo sin poder evitarlo. Pero había algo más: estaba ebria, tropezando con sus propios pies. Y él… ese maldito tipo no dejaba de tocarla. Su mano sobre su cintura, deslizándose más abajo. Mis manos se cerraron en puños al ver cómo la manoseaba, cómo invadía su espacio sin ningún respeto. La sangre me hervía.No podía permitirlo.Me acerqué sin pensarlo dos veces. Lo empujé con tanta fuerza que cayó al suelo, tambaleándose torpemente.—Nadie toca lo que no le pertenece —gruñé, con mi voz baja, cargada de amenaza.El tipo me miró desde el suelo, aturdido, pero no se atrevió a replicar. Tal vez fue la mirada en mis ojos, o tal vez supo que no debía provocarme más. Se levantó y desapareció entre la multitud.Vicky se tambaleó, tratando de enfocarme. Sus ojos borrosos y brillantes de alcohol me recorrieron con una
Diez años han pasado desde aquella fatídica mañana en el aeropuerto. Diez años desde que vi a Vicky alejarse, llevándose con ella una parte de mi alma. Desde entonces, el tiempo ha sido mi único aliado y mi peor enemigo. La vida me ha llevado por caminos inesperados, transformándome en un hombre que muchos admiran y otros temen.Mi nombre, Ethan Blackwell, ahora resuena en los pasillos del poder y el prestigio. He construido un imperio empresarial con filiales en todo el mundo y una fortuna que crece día tras día. Sin embargo, el vacío en mi interior no se ha llenado. Las mujeres vienen y van, y sus rostros apareciendo en las revistas junto al mío, pero al final de cada noche, siempre vuelvo solo a casa.Mi residencia, es una mansión en las afueras de la ciudad, refleja el hombre en el que me he convertido: elegante, poderoso, pero también oscuro y solitario. La gente habla de mí con respeto y temor, describiéndome como un hombre implacable en los negocios y en la vida. La prensa me h
El amanecer trajo consigo un nuevo día, pero la oscuridad en mi interior permanecía inquebrantable. Los rayos de sol se filtraban a través de las cortinas, iluminando mi habitación con una luz que parecía burlarse de mi insomnio. Me levanté con pesadez, dispuesto a enfrentar otra jornada de desafíos y obligaciones.Mi rutina matutina era implacable y predecible: un café fuerte, una revisión rápida de los correos electrónicos y una ducha fría para despejar mi mente. Mientras me afeitaba frente al espejo, reflexioné sobre la traición del día anterior. Aquel intruso había sido solo un síntoma de un problema mayor, un recordatorio de que en mi mundo, la confianza era un lujo que no podía permitirme.Justo cuando terminaba de vestirme, el timbre de la puerta sonó, rompiendo el silencio. Era Freddy, mi asistente personal y mejor amigo. Su energía matutina contrastaba drásticamente con mi humor sombrío.—Buenos días, señor Blackwell —saludó con su habitual entusiasmo—. Tengo noticias importa
★ Ethan BlackwellLa luz tenue de las arañas de cristal se filtraba a través de las copas de vino, creando destellos dorados en la mesa. Freddy, estaba ocupado charlando con su acompañante, una mujer cuya belleza rivalizaba con la de las modelos de las revistas. Pero yo no estaba interesado en las conversaciones triviales ni en las sonrisas forzadas.Mi mirada se deslizó por la sala, escrutando a los invitados. La mayoría eran rostros familiares, figuras poderosas y ambiciosas que se movían como piezas en un tablero de ajedrez. Pero entonces la vi. Ella entró en la habitación como una ráfaga de viento fresco en una noche sofocante.Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, y su vestido blanco ceñido realzaba cada curva. No era solo su belleza lo que me atrajo, sino algo más profundo. Había una chispa en sus ojos, una determinación que no se dejaba eclipsar por la superficialidad de la gala.Freddy se inclinó hacia mí, con su aliento cálido rozando mi oído:—Ethan, permíteme
★ Ethan.La noche había caído completamente cuando salí de la gala. El aire fresco me envolvió, brindándome un alivio momentáneo de la sofocante atmósfera del evento. Me dirigí hacia el estacionamiento, sumido en mis pensamientos."Victoria está en la ciudad".Si eso era cierto, entonces mi búsqueda podría estar llegando a su fin.Mientras caminaba hacia mi auto, una figura a lo lejos llamó mi atención. Una mujer peleaba con la puerta de su vehículo, claramente frustrada. Me acerqué un poco más, intrigado por la escena. Al enfocarme mejor, sentí un vuelco en el estómago.Era ella. Victoria.La observé por un momento, como si mi mente necesitara confirmar lo que mis ojos veían. Estaba igual, pero diferente. Su cabello, siempre indomable, caía sobre sus hombros en suaves ondas. Llevaba un vestido sencillo, pero elegante, que realzaba su figura esbelta. Sus movimientos eran frenéticos, intentando abrir la puerta del auto que evidentemente había dejado cerrado con las llaves adentro.Una
Ni siquiera pude pegar un ojo en toda la noche; los pensamientos sobre Victoria y la intriga por descubrir quién intentaba sabotear mi empresa me mantenían despierto. La tensión me había llevado a un estado de alerta constante, repasando cada detalle en mi mente una y otra vez. Sabía que debía actuar rápido.Decidí levantarme temprano y dirigirme al hospital donde tenían al ladrón que habíamos capturado robando información crucial. Los pasillos del hospital estaban llenos de un aroma mixto de desinfectante y enfermedad, pero ignoré todo eso mientras me dirigía hacia la recepción.—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarlo? —me saludó la recepcionista, una joven con cabello castaño recogido en un moño perfecto.—Necesito saber en qué habitación está el paciente que ingresaron anoche por robo —respondí directo al grano, sin perder tiempo.Después de algunos intercambios y comprobaciones en la computadora, la recepcionista me indicó la habitación. Agradecí con un asentimiento y seguí mi camino
Por suerte, no era mi teléfono el que sonaba, sino el de Freddy. Él respondió con una sonrisa; era esa mujer con la que había ido a la gala, y comenzó a hablarle como un idiota. Su voz se tornó suave y melosa, y sus risitas me parecieron insoportables.No estaba de ánimos para escuchar romanticismos. Me sentía inquieto, con un nudo en el estómago, y necesitaba aclarar las cosas con Victoria.Salí de mi empresa y me dirigí hacia la empresa de Vicky. Tenía que hablar con ella de una vez por todas, y además, tenía ganas de verla. Los últimos días habían sido un torbellino, y sentía que solo ella podría ayudarme a encontrar algo de paz.Conduje mi auto hacia esa empresa, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en mis hombros. Al llegar, me recibió el valet parking, un hombre de mediana edad con una sonrisa amable. Le entregué las llaves y comencé a caminar hacia el interior del edificio, mis pasos resonaban en el suelo.El vestíbulo estaba impecablemente decorado, con grandes ventanales qu
★ Ethan—¿Están seguros de que desean firmar el divorcio? —preguntó el juez frente a nosotros, su mirada severa nos atravesaba como una sentencia inevitable.Giré la cabeza hacia Victoria. Estaba serena, como si la decisión ya hubiera sido tomada hace mucho tiempo en su mente. Sin vacilar, tomó la pluma con la misma rapidez que lo haría al firmar un contrato millonario, dejando claro que no había vuelta atrás.—Sí, es lo mejor —afirmó con voz firme, casi impaciente por terminar. Firmó los documentos que marcarían el fin de nuestro matrimonio sin titubear—. Firma, Ethan.La miré unos segundos, preguntándome si alguna vez volvería a ver en sus ojos el brillo que solían tener cuando me miraba. Pero no había emoción. Solo determinación. Suspiré, aceptando que el tiempo de los "qué pasaría si..." había terminado.Tomé la pluma con manos temblorosas y, al inclinarme para estampar mi firma, sentí un nudo en el estómago. Con cada trazo, el peso de los años juntos me golpeaba con una intensida