★ Ethan
—¿Están seguros de que desean firmar el divorcio? —preguntó el juez frente a nosotros, su mirada severa nos atravesaba como una sentencia inevitable. Giré la cabeza hacia Victoria. Estaba serena, como si la decisión ya hubiera sido tomada hace mucho tiempo en su mente. Sin vacilar, tomó la pluma con la misma rapidez que lo haría al firmar un contrato millonario, dejando claro que no había vuelta atrás. —Sí, es lo mejor —afirmó con voz firme, casi impaciente por terminar. Firmó los documentos que marcarían el fin de nuestro matrimonio sin titubear—. Firma, Ethan. La miré unos segundos, preguntándome si alguna vez volvería a ver en sus ojos el brillo que solían tener cuando me miraba. Pero no había emoción. Solo determinación. Suspiré, aceptando que el tiempo de los "qué pasaría si..." había terminado. Tomé la pluma con manos temblorosas y, al inclinarme para estampar mi firma, sentí un nudo en el estómago. Con cada trazo, el peso de los años juntos me golpeaba con una intensidad inesperada. Esa firma no solo me separaba de Victoria Blackwell, mi exesposa, sino que cerraba la puerta a todos los recuerdos que compartimos. Ahora volvería a usar su apellido de soltera. La división de bienes se haría en partes iguales, al igual que la de nuestros fracasos. Me pregunto si realmente habíamos sido justos el uno con el otro o simplemente habíamos fracasado en ver lo que cada uno necesitaba. No éramos una pareja de grandes riquezas ni poseíamos un alto estatus social, pero durante un tiempo habíamos sido inmensamente ricos en amor. Eso, al menos, parecía cierto en algún momento. Recuerdo cuando creía que el amor era suficiente, pero ahora sé que no siempre lo es. Cuando conocí a Victoria en la universidad, me sentí perdidamente enamorado de ella. Para mí y para el resto del mundo, era la mujer perfecta. Su belleza era deslumbrante, como un atardecer que nunca deja de sorprender. Cada vez que sonreía, iluminaba la habitación; y cuando me miraba, era como si el universo se redujera a ese instante. En esos días, pensaba que teníamos todo bajo control, que el futuro nos pertenecía. Nos conocimos durante nuestras jornadas de estudio en la biblioteca. Victoria se sumergía en los libros, mientras yo me las ingeniaba para hacerla reír con mis chistes malos. Siempre lograba sacarle una sonrisa, aunque fuera pequeña. Eso me hacía sentir especial. Pero con el tiempo, las risas se volvieron menos frecuentes. —Con el poder que me confiere el Estado, señor y señora Blackwell, yo los declaro oficialmente divorciados —la voz del juez rompió el silencio, cerrando el capítulo final de nuestra historia juntos. Victoria y yo nos miramos. Había algo irónico en todo esto. La sensación de alivio en este momento se parecía al júbilo que sentimos el día de nuestra boda. Recuerdo aquel día lluvioso. Era como si el universo nos advirtiera de lo que estaba por venir, pero éramos jóvenes y estúpidos, cegados por el amor. Nos casamos bajo la lluvia, sin importarnos mojar nuestros trajes o arruinar la fiesta. Mientras los invitados corrían a refugiarse, nosotros nos quedamos allí, empapados, pensando que ese momento encapsulaba nuestra felicidad. Hoy, al escuchar las palabras del juez, "Con el poder que me confiere el Estado...", sentí una especie de alivio similar, pero en una dirección completamente opuesta. Era como si ahora estuviéramos corrigiendo el error que habíamos cometido ese día bajo la lluvia. El final de nuestro matrimonio se sentía, de alguna manera, inevitable desde el principio. —Al fin me libré de este infierno, Ethan. Espero no volver a verte jamás —dijo Victoria, extendiendo su mano hacia mí, sellando lo que habíamos acordado, el cierre definitivo de nuestro trato. —Lo mismo digo, Victoria. Espero no volver a verte nunca más —respondí, tomando su mano. Intenté mantener una sonrisa, aunque la amargura se mezclaba con un extraño sentido de alivio. Ella no perdió tiempo en salir de la sala del juzgado, caminando apresurada hacia el estacionamiento. Observé cómo su silueta desaparecía a lo lejos, preguntándome si alguna vez habíamos tenido una oportunidad real o si simplemente fuimos dos personas que querían cosas diferentes desde el principio. Cuando llegué a mi auto, vi a Victoria peleando con el suyo. Era una escena demasiado familiar. —¿Todo bien, exesposa? —pregunté, intentando mantener el sarcasmo como escudo. Ella se giró para mirarme, con los ojos encendidos por la frustración. —Esta m*****a cosa no arranca —espetó, dándole una patada al neumático. No pude evitar sonreír ante su típica impaciencia. Le había dicho innumerables veces que llevara su coche a revisión, pero nunca tenía tiempo, o simplemente no quería escuchar. —Si lo sigues pateando, nunca arrancará —dije, acercándome—. Abre el cofre, déjame echar un vistazo. Ella suspiró y, aunque lo odiara, abrió el capó. Comencé a revisar el motor y vi que el problema estaba en el arrancador, pegado como siempre. —Intenta encenderlo —le dije, y el coche rugió con vida. Ella me miró con alivio y resignación. —Gracias... eres el mejor exesposo —dijo con una pequeña sonrisa. —Sí, ya me voy. Lleva esta cosa al mecánico, Victoria. —Lo haré. Adiós, Ethan. La observé mientras se alejaba, y un extraño vacío se asentaba en mi pecho. No era tristeza, exactamente, pero algo en mí sabía que ese sería el último acto de "ayuda" que compartiríamos. Nuestra historia había terminado. Suspiré y caminé hacia mi propio coche. El sonido del motor llenó el silencio mientras me dirigía a la casa que una vez compartimos. Aún quedaban algunas cosas por recoger antes de que todo se vendiera y los bienes se dividieran. Una fría transacción que marcaría el final de nuestra vida juntos. Al llegar, Freddy ya me estaba esperando con una botella de champán en la mano, como si esto fuera motivo de celebración. —¡Ethan, al fin eres un hombre libre! —dijo con una risa exagerada y un ridículo bailecito. —Sí, ahora muévete. Tengo que recoger mis cosas —respondí, pasando junto a él. —Aún no puedo creer que hayas aceptado vender la casa. Era tuya, tú la compraste. —Freddy, nos casamos con bienes compartidos. Era justo que Victoria se quedara con la mitad de la casa —expliqué mientras él torcía el gesto, pero no dejaba de sonreír. —Eres demasiado bueno con ella, siempre lo fuiste. —No, si hubiera sido tan bueno, todavía estaríamos casados. Freddy intentó responder, pero sus palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando notó que Victoria había llegado también, caminando hacia la casa. —Hola, Freddy —dijo ella con desdén, pasando a su lado sin mirarlo. Nos miramos en silencio por un segundo antes de seguir adelante. Había algo casi cómico en la situación, dos exesposos recogiendo las piezas de lo que alguna vez fue su hogar. —¿Qué hacemos con este cuadro? —preguntó uno de los empleados, sosteniendo el retrato de nuestra boda. Victoria y yo nos quedamos mirando el cuadro. Mostraba un momento que parecía tan simple y feliz, antes de que todo se complicara. Era casi doloroso recordar cuánto habíamos creído en ese amor. —Bótalo —dijimos al unísono. Y con eso, cerramos otro pequeño capítulo. Ambos nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones, recogiendo lo que quedaba de nuestras vidas juntos. Salí de la casa por última vez, sin volver a ver a Victoria. Sabía que ese sería el último recuerdo que tendría de ella. —¡Vamos a celebrar! —dijo Freddy, ya con planes para mi "nueva libertad"—. Al fin te has librado de la bruja. Esto se tiene que celebrar a lo grande. —Sí, está bien —respondí, sabiendo que mi vida, por fin, estaba tomando un rumbo diferente. Conduje hacia mi nuevo departamento, listo para empezar de nuevo. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal vez, la libertad no era tan amarga como había imaginado.★ VictoriaMi matrimonio con Ethan estuvo lleno de altibajos: momentos crueles y breves destellos de gloria que, con el tiempo, se desvanecieron por completo. Al principio, parecíamos tenerlo todo: la pasión, la ambición y un futuro lleno de promesas. Pero, lentamente, nos convertimos en extraños atrapados en una relación donde nuestras aspiraciones eran diametralmente opuestas. Ethan soñaba con formar una familia, tener hijos, mientras que yo tenía una única ambición: mi carrera. Quería ascender, alcanzar metas, dejar mi huella en el mundo corporativo. Esa diferencia, que al principio parecía manejable, se convirtió en una grieta insalvable.Ethan siempre me hizo sentir limitada, como si mi deseo de triunfar fuera una amenaza para su concepto de lo que debía ser una esposa. Las peleas comenzaron pequeñas, insignificantes, pero rápidamente se transformaron en batallas de voluntades. Cada discusión era un tira y afloja, cada silencio se sentía como una tregua incómoda en una guerra s
—Voltéate.—¿Por qué? —preguntó, mientras intentaba cubrirme los pechos con una mano y con la otra más abajo, buscando cualquier refugio para mi desnudez.—¿Cómo que por qué? Estoy desnuda, ¡voltéate, no me veas así! —le exigí, alzando la voz, sintiendo el calor subir por mis mejillas. Mis nervios estaban a flor de piel. Él solo sonrió, pero se puso de pie lentamente, sin apartar su mirada de la mía.—No te acerques —le advertí, dando un paso atrás en un intento desesperado por mantener la distancia.Tropecé torpemente con uno de mis zapatos y, antes de que pudiera caer, él me atrapó con sus fuertes brazos. El contacto fue como un choque de electricidad recorriendo mi piel. Mi corazón latía desbocado.—¿Por qué no? —murmuró, acercando su rostro al mío, sus labios rozaban mi oído, su aliento era cálido contra mi piel.—Estamos desnudos… Y siento tu… "arma" en mi vientre —balbuceé, sin saber cómo nombrar lo que claramente estaba presionando contra mí.Una risa suave escapó de sus labio
★ EthanLa vi aquella noche en la discoteca, riendo, tan despreocupada, como si el mundo no pudiera tocarla. Su risa resonaba sobre la música, como una melodía hipnótica que me atrajo sin poder evitarlo. Pero había algo más: estaba ebria, tropezando con sus propios pies. Y él… ese maldito tipo no dejaba de tocarla. Su mano sobre su cintura, deslizándose más abajo. Mis manos se cerraron en puños al ver cómo la manoseaba, cómo invadía su espacio sin ningún respeto. La sangre me hervía.No podía permitirlo.Me acerqué sin pensarlo dos veces. Lo empujé con tanta fuerza que cayó al suelo, tambaleándose torpemente.—Nadie toca lo que no le pertenece —gruñé, con mi voz baja, cargada de amenaza.El tipo me miró desde el suelo, aturdido, pero no se atrevió a replicar. Tal vez fue la mirada en mis ojos, o tal vez supo que no debía provocarme más. Se levantó y desapareció entre la multitud.Vicky se tambaleó, tratando de enfocarme. Sus ojos borrosos y brillantes de alcohol me recorrieron con una
Diez años han pasado desde aquella fatídica mañana en el aeropuerto. Diez años desde que vi a Vicky alejarse, llevándose con ella una parte de mi alma. Desde entonces, el tiempo ha sido mi único aliado y mi peor enemigo. La vida me ha llevado por caminos inesperados, transformándome en un hombre que muchos admiran y otros temen.Mi nombre, Ethan Blackwell, ahora resuena en los pasillos del poder y el prestigio. He construido un imperio empresarial con filiales en todo el mundo y una fortuna que crece día tras día. Sin embargo, el vacío en mi interior no se ha llenado. Las mujeres vienen y van, y sus rostros apareciendo en las revistas junto al mío, pero al final de cada noche, siempre vuelvo solo a casa.Mi residencia, es una mansión en las afueras de la ciudad, refleja el hombre en el que me he convertido: elegante, poderoso, pero también oscuro y solitario. La gente habla de mí con respeto y temor, describiéndome como un hombre implacable en los negocios y en la vida. La prensa me h
El amanecer trajo consigo un nuevo día, pero la oscuridad en mi interior permanecía inquebrantable. Los rayos de sol se filtraban a través de las cortinas, iluminando mi habitación con una luz que parecía burlarse de mi insomnio. Me levanté con pesadez, dispuesto a enfrentar otra jornada de desafíos y obligaciones.Mi rutina matutina era implacable y predecible: un café fuerte, una revisión rápida de los correos electrónicos y una ducha fría para despejar mi mente. Mientras me afeitaba frente al espejo, reflexioné sobre la traición del día anterior. Aquel intruso había sido solo un síntoma de un problema mayor, un recordatorio de que en mi mundo, la confianza era un lujo que no podía permitirme.Justo cuando terminaba de vestirme, el timbre de la puerta sonó, rompiendo el silencio. Era Freddy, mi asistente personal y mejor amigo. Su energía matutina contrastaba drásticamente con mi humor sombrío.—Buenos días, señor Blackwell —saludó con su habitual entusiasmo—. Tengo noticias importa
★ Ethan BlackwellLa luz tenue de las arañas de cristal se filtraba a través de las copas de vino, creando destellos dorados en la mesa. Freddy, estaba ocupado charlando con su acompañante, una mujer cuya belleza rivalizaba con la de las modelos de las revistas. Pero yo no estaba interesado en las conversaciones triviales ni en las sonrisas forzadas.Mi mirada se deslizó por la sala, escrutando a los invitados. La mayoría eran rostros familiares, figuras poderosas y ambiciosas que se movían como piezas en un tablero de ajedrez. Pero entonces la vi. Ella entró en la habitación como una ráfaga de viento fresco en una noche sofocante.Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, y su vestido blanco ceñido realzaba cada curva. No era solo su belleza lo que me atrajo, sino algo más profundo. Había una chispa en sus ojos, una determinación que no se dejaba eclipsar por la superficialidad de la gala.Freddy se inclinó hacia mí, con su aliento cálido rozando mi oído:—Ethan, permíteme
★ Ethan.La noche había caído completamente cuando salí de la gala. El aire fresco me envolvió, brindándome un alivio momentáneo de la sofocante atmósfera del evento. Me dirigí hacia el estacionamiento, sumido en mis pensamientos."Victoria está en la ciudad".Si eso era cierto, entonces mi búsqueda podría estar llegando a su fin.Mientras caminaba hacia mi auto, una figura a lo lejos llamó mi atención. Una mujer peleaba con la puerta de su vehículo, claramente frustrada. Me acerqué un poco más, intrigado por la escena. Al enfocarme mejor, sentí un vuelco en el estómago.Era ella. Victoria.La observé por un momento, como si mi mente necesitara confirmar lo que mis ojos veían. Estaba igual, pero diferente. Su cabello, siempre indomable, caía sobre sus hombros en suaves ondas. Llevaba un vestido sencillo, pero elegante, que realzaba su figura esbelta. Sus movimientos eran frenéticos, intentando abrir la puerta del auto que evidentemente había dejado cerrado con las llaves adentro.Una
Ni siquiera pude pegar un ojo en toda la noche; los pensamientos sobre Victoria y la intriga por descubrir quién intentaba sabotear mi empresa me mantenían despierto. La tensión me había llevado a un estado de alerta constante, repasando cada detalle en mi mente una y otra vez. Sabía que debía actuar rápido.Decidí levantarme temprano y dirigirme al hospital donde tenían al ladrón que habíamos capturado robando información crucial. Los pasillos del hospital estaban llenos de un aroma mixto de desinfectante y enfermedad, pero ignoré todo eso mientras me dirigía hacia la recepción.—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarlo? —me saludó la recepcionista, una joven con cabello castaño recogido en un moño perfecto.—Necesito saber en qué habitación está el paciente que ingresaron anoche por robo —respondí directo al grano, sin perder tiempo.Después de algunos intercambios y comprobaciones en la computadora, la recepcionista me indicó la habitación. Agradecí con un asentimiento y seguí mi camino