La luz del amanecer se colaba en el departamento con una lentitud cruel. Rayos pálidos atravesaban las cortinas, proyectando sombras suaves sobre las paredes. Nathan parpadeó, con la garganta seca y la cabeza latiéndole como si la noche anterior hubiera sido un castigo. Todo dolía: el cuerpo, la boca, el alma.Se incorporó con torpeza, sintiendo los músculos tensos, el cuello agarrotado, la boca amarga. El aire olía distinto. A encierro, a licor… y a algo más. Un perfume tibio, dulce, como vainilla mezclada con piel. Cerró los ojos por un instante y aspiró. La sensación le recorrió el pecho como un eco de algo que no debía estar allí.—¿Qué…? —murmuró, llevándose una mano a la sien.Miró alrededor. El sofá estaba desordenado, con los cojines a un lado, una camisa arrugada colgando del respaldo, el cinturón en el suelo. Parpadeó. No recordaba haber llegado hasta ahí. No recordaba haberse desnudado. No recordaba… nada con claridad.—Dios… —susurró, al darse cuenta de que su ropa interio
Marie entró por la puerta lateral, con la cabeza gacha y las gafas oscuras que nunca usaba en interiores. Caminaba rápido, casi sin respirar, como si los pasillos pudieran tragarla si se movía lo suficientemente silenciosa.—No quiero verlo… no quiero verla… —se repitió mentalmente, una y otra vez.El ascensor tardó más de lo normal. Su reflejo en las puertas metálicas le devolvía una imagen pálida, con el maquillaje mal puesto y los ojos hinchados. Se arregló el cabello con dedos temblorosos, como si eso pudiera ocultar lo que cargaba por dentro.Cuando las puertas se abrieron, se apresuró a entrar. Saludó con un gesto vago a la recepcionista. Ni siquiera la miró. Fue directo a su escritorio, agradecida de que aún no hubieran llegado muchos. Se sentó, encendió el monitor, abrió la agenda… pero las letras bailaban frente a sus ojos.—Actúa normal… solo trabaja… —susurró, con los dedos apretados en el borde del escritorio.Sabía que Nathan aún no llega, podía sentir que no estaba ahí,
April retrocedió apenas. Quiso hablar, pero él levantó la mano con rabia contenida.—¡He estado desde el primer día, April! ¡Desde que nacieron, desde las noches sin dormir, desde los biberones y las pesadillas! ¡He estado ahí, más que él, más que nadie!—Lo sé…—¡No! ¡No lo sabes! —gritó, con la voz quebrada por la frustración—. ¡No voy a dejar que ese imbécil aparezca cinco años tarde y se lleve todo por lo que yo he luchado!Marie, desde su escritorio, escuchó cada palabra. Se le heló la sangre. Apretó los puños sobre la mesa.—Nathan… —susurró April—. No se trata de quitarte nada. No es una competencia.—¿Ah no? —preguntó él, dando otro paso hacia ella—. Entonces dime por qué siento que ya te está ablandando.El silencio fue brutal. Del otro lado de la puerta, Marie cerró los ojos, escuchó los gritos, los reclamos, todo. April cerró la puerta con cuidado. Dio un paso hacia Nathan, con las manos abiertas, buscando su mirada.—Tienes que entenderlo… Los niños quieren estar con su p
Nathan estaba de pie junto al ventanal, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. El cielo estaba despejado, pero su ánimo era un cúmulo de tormentas. Desde que April salió esa mañana, no podía quitarse de la cabeza esa sensación… como si algo hubiera pasado entre ella y Logan.Y como si eso no fuera suficiente, también pensaba en la noche anterior. En los vacíos. En los susurros. En la piel que no pudo identificar, pero que su cuerpo recordaba. En el perfume a vainilla… y en el rostro que apareció en la pantalla del video de seguridad.—¡Marie! —llamó de pronto, con voz cortante.Ella al escuchar su nombre sintió que el corazón se le subió a la garganta. —Me está llamando… ¿se acordará? ¿me reconocería? —se preguntó así misma en voz baja—, no, no, no, seguro necesita los documentos. Una vez más escuchó su nombre, se puso de pie, inhaló profundo, enseguida apareció en el marco de la puerta con una carpeta en la mano, el cabello recogido, los labios firmes… pero los dedos apretaban
El silencio en el pasillo era irreal. Cada segundo caía con un peso distinto, como si el tiempo se hubiera vuelto un enemigo invisible. April tenía los brazos cruzados sobre el pecho, la mirada clavada frente a la puerta, mientras Axel caminaba en círculos y Nathan apoyaba la espalda contra la pared, con las manos en los bolsillos, sin saber si debía acercarse o marcharse.Entonces, la puerta se abrió.Un médico joven, de bata blanca y expresión agotada, salió con una carpeta en la mano. Todos se volvieron hacia él al mismo tiempo.—¿Familiares de Logan Montgomery?—Yo —dijo Axel al instante, dando un paso adelante. April también se acercó, con el corazón en la garganta. Nathan se mantuvo inmóvil, observando todo desde la sombra.—¿Cómo está? —preguntó ella, casi sin aliento.El médico los miró a ambos. Luego consultó la hoja.—El señor Montgomery sufrió una contusión craneal leve y múltiples hematomas en la parte superior del cuerpo. También tiene costillas magulladas por el impacto
La palabra Positivo brilló con intensidad en la pequeña pantalla del test de embarazo, iluminando el rostro de April con una emoción indescriptible. Su corazón latía con fuerza, mientras sentía que su mundo entero cambiaría en un instante. Estaba embarazada.Las lágrimas brotaron en sus ojos, pero no de tristeza, sino de una felicidad absoluta. No podría haber mejor regalo para Logan que esa noticia. En apenas una semana celebrarían su primer aniversario de casados, y finalmente podría darle algo que ni siquiera él esperaba: sería padre.Se miró en el espejo del baño, acariciando su vientre aún plano. Su largo cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su piel clara tenía un rubor especial por la emoción del momento. Sus ojos, de un verde brillante y expresivo, reflejaban el amor inmenso que sentía por su esposo.—Vamos a ser una familia de verdad —susurró, dejando escapar una sonrisa ilusionada.A pesar de que su matrimonio se mantenía en secreto, a pesar de que vivía
April no quería presentarse en la empresa.Desde que firmó los papeles del divorcio, su cuerpo y su mente se negaban a regresar a ese lugar donde había construido tantas ilusiones. No quería verlo. No quería recordar.Pero ahora tenía una razón más grande que su orgullo.Su bebé.No podía permitirse perder esa indemnización. Necesitaba ese dinero para empezar de nuevo, para asegurarse de que su hijo tuviera todo lo que necesitara.Así que, tragándose el dolor y con la dignidad hecha pedazos, se levantó esa mañana y se dirigió a Montgomery Enterprises.Cuando llegó a la oficina, el ambiente era el mismo de siempre: trabajadores apurados, llamadas constantes, la elegancia de los pasillos perfectamente decorados. Pero para ella, todo era diferente.Ahora ese lugar solo representaba traición.Trató de pasar desapercibida, pero las miradas la seguían. Sus compañeros la observaban con curiosidad, algunos con lástima. Claro había sido despedida sin contemplaciones luego de ser la mano derec
April nunca había necesitado tanto el dinero como ahora.Había creído que al dejar Empresas Montgomery, cerraría para siempre ese capítulo de su vida, pero ahora todo había cambiado.Esperaba trillizos.El simple pensamiento la aterraba. No solo debía empezar de cero, sino que ahora tenía tres vidas por las que luchar.Y no tenía nada.Por eso, después de cumplir con el reposo recomendado por los médicos, se armó de valor y regresó a la empresa. Solo quería recibir su liquidación y desaparecer.Ya no era la esposa secreta del futuro CEO.Ahora solo era la mujer que había sido desechada.Se dirigió directamente al departamento de Recursos Humanos, pero el encargado la miró con incomodidad.—Señorita Collins… la señora Montgomery quiere hablar con usted antes de que reciba su liquidación.April parpadeó sorprendida.Nunca se había reunido con esa supuesta suegra, incluso sus llamadas telefónicas eran escasas y, para su sorpresa, el primer encuentro fue también el último.Así que, con el