Vender su alma

Pasaron los meses, la bebé de sus jefes nació y su bebé Kitt tuvo oficialmente una amiguita para jugar, aunque eso significaba que el matrimonio Quincy estaba más corto de dinero que nunca.

Como ahora los Quincy estaban muy ocupados con su hija, que además por culpa de los químicos que comía su madre tenía mechones rosas en el cabello, y Kate no había podido encontrar otro empleo, estaba más desesperada que nunca por ganar dinero, teniendo a su hijo necesitado de medicinas una vez más.

—¡¿Qué?! ¡¿Solo doscientos dólares?! ¡Es un celular último modelo perfectamente funcional!

—Es lo que le ofrezco, señora. Tómelo o déjelo.

Al final, tuvo que aceptar.

Salió a la calle con su hijito en sus brazos, que estaba enfermo y no tenía a quién lo cuidara.

Tenía demasiados gastos, su bebé necesitaba muchos cuidados, y estaba desesperada.

Estaba vendiendo todo lo que le quedara de valor, incluso su celular que había comprado poco antes de dar a luz después de que vendió el anterior en su época de pensamiento suicida. Pero no era suficiente, y ya se estaba quedando sin cosas que pudiera vender, excepto por…

Se detuvo en el parque a amamantar a su hijo y sacó del bolsillo de su chaqueta un anillo de plata con incrustaciones pequeñas de un rubí junto a un zafiro del lado derecho, una esmeralda junto a una turmalina, y en medio del zafiro y la esmeralda un diamante de un centímetro.

Su anillo de bodas era lo más valioso que poseía, no solo porque su ex esposo se había gastado una pequeña fortuna solo para impresionarla, sino porque era lo que simbolizó que ella era suya para siempre.

Vender el anillo sin duda sería un buen apoyo económico, pero…

Realmente no quería venderlo, no lo sentía como un bien material, era lo que simbolizaba un amor eterno hacia Ethan.

Tal vez él ahora la odiara, pero ella lo seguía amando y nunca dejaría de hacerlo por eso quería conservar el anillo. Sin embargo… Kitt era más importante que nada y sí tuviera que vender su alma por él lo haría.

Después de mucho pensar, fue a la joyería.

La mano le tembló muchísimo al sacar el anillo, pero al ver a su bebé se obligó a colocar el anillo en el mostrador.

Sin embargo, una mano enguantada lo tomó.

Volteó sorprendida, encontrándose con la última persona en el mundo que quería ver.

—No vendas cosas cuando no quieres hacerlo, Kate.

—¿Qué demonios haces aquí, David? —Hasta ella se sorprendió del odio palpable en su voz…

—Evitó que cometas un error que obviamente no quieres cometer. Discúlpenos, señor. —Se disculpó ante el dueño de la tienda antes de tomarla del brazo y jalarla hasta la salida de la joyería ignorando sus intentos por soltarse—. ¿Quieres tranquilizarte? Solo quiero que hablemos en un lugar a solas. —Rodó los ojos, soltándola solo cuando llegaron a un callejón entre la joyería y otra tienda.

—Sí, gracias por llevarnos a un lugar donde pueda matarte sin testigos. —Sonrió venenosamente—. ¿Qué quieres? Habla o te daré la paliza de tu vida.

—Esa ya me la dio tu maridito, no necesitó otra, muchas gracias.

—Eres un cínico —escupió ácidamente—. Y él ya no es mi marido, gracias a ti. No estoy de humor para esto, David. ¿Podrías dejarme en paz? Ya sé que me drogaste. —Él perdió la sonrisa y la miró sorprendido—. Como sea, yo tampoco debí confiar en ti, y estoy pagando por eso, así que devuélveme el maldito anillo y déjame en paz. —Extendió una mano con firmeza.

Con un suspiro, el rubio arrojó con su pulgar el anillo que cayó prolijamente en el centro de su palma abierta.

Asintió complacida, secó sus ojos y dio media vuelta para volver a la joyería, pero entonces él volvió a hablar.

—Lo siento. —Volteó exasperada, preguntándose por qué todavía no la dejaba sola—. Pero no fue tu culpa. Nada fue tu culpa, Kate. —Se mordió el labio y de repente su expresión se volvió llena de amargura, culpa y tristeza—. Toda la culpa es mía. Yo arruiné tu matrimonio y a tu familia. Y no lo digo solo por la botella, es que literalmente planee que esto suceda.

—¿De qué demonios estás hablando? —masculló entre dientes.

—Primero, déjame contarte una historia. —Tragó saliva—. La historia de un chiquillo huérfano, necesitado de afecto, envidioso y enamorado de un amor imposible. —Bajó la mirada—. Sabes que mis padres murieron de depresión, lo que nadie sabe es que esa depresión fue causada por mí cuando de adolescente encontré la forma de robarles todo su dinero.

—Luego me quedé al cuidado de mi tío, que me crío como si fuera un dios, y luego los conocí a Di Castro y a ti. —Suspiró—. Yo siempre fui el genio, el sobresaliente e insuperable, pero tu esposo me superó, me superó en todo lo que me proponía. Todo lo que yo hacía, él lo hacía mejor.

Kate frunció el ceño.

—Realmente lo odiaba, y cuando me di cuenta de lo enamorado que estaba de ti, pensé que era mi oportunidad de hacerlo sentir un poco de la envidia que me llenaba. Por eso empecé a salir contigo. Sin embargo, no era estúpido, se te notaba a diez kilómetros de distancia que solo salías conmigo porque querías ponerlo celoso.

Ella se sonrojó. Solía ser una chiquilla muy impulsiva.

—No estaba sorprendido cuando me dejaste para estar con él, ni siquiera estaba molesto porque me dejes. Estaba furioso porque él me había vuelto a derrotar. —Apretó los puños—. No sabes lo que es, haberme sentido como un dios toda mi vida hasta que llegó este tipo cualquiera.

—Pobre bebé. —Rodó los ojos.

—Sí, sí, sé que me odias, pero no siempre fui así. Cambié cuando conocí a la mujer de mis sueños.

—¿Mujer de tus sueños? Espero que no hables de mí.

—No es así.

—¿No? ¿Y por qué me dices esto sí no hablas de mí?

—Soy divorciado, claro que mi ex es de quien hablo.

—Entiendo…

—Yo era feliz. De hecho, varias veces me cruce con tu familia, pero no me importó. Nada me faltaba, no me importaba sí por ahí había alguien capaz de superarme en todo. Pero… hace más de dos años, todo mi mundo se cayó a pedazos, cuando me hicieron lo mismo que yo te hice a ti… cuando una empleada me drogo y me obligó a acostarme con ella.

—Luego de que mi esposa me dejara y me alejara de mis hijos, todo era trabajo en mi vida, no tenía nada más que hacer, solo trabajaba y me volvía más amargado y cruel cada día. Entonces, te vi en aquel restaurante.

—Desearía que no lo hubieras hecho…

—Aunque no me creas, yo también. En ese momento, pensé… ¿Por qué Di Castro tenía la vida perfecta cuando yo la perdí? ¿Por qué era feliz y yo miserable? ¿Por qué siempre me superaba en todo? Pude notar tu cara de abandonada en el restaurante, y creí que sería divertido averiguar sí había problemas en su paraíso.

—Eres un bastardo —gruñó.

—Lo sé, y todavía lamento mucho usar el mismo truco que uso mi ex empleada. Ella usó grandes cantidades de la bebida que te di, pero yo además use mi fuerza para someterte y obligarte a besarme.

—Escuché el auto de tu maridito mientras te besaba. Sabía que ibas a apartarme, solo bebiste un trago de la botella, el efecto no sería tan fuerte, pero entonces fue tarde. Tu marido nos vio. Mi plan salió a la perfección… pero yo no sabía que tu hija estaría ahí. Al principio no me importo, pero con el paso del tiempo la culpa no me dejó dormir.

—Perdóname, Kate. Yo quería lastimarlo a él, no a ti ni a tu hija. Y tampoco… a tu hijo. —Miró al bebé en sus brazos—. Cuando supe que estabas embarazada fui a buscarte a tu casa para disculparme y contarte todo apenas junté el valor, pero me enteré que te mudaste.

—Y luego me enteré que el bastardo de tu ex no creyó que era suyo, y que estabas trabajando en esa cafetería y te despidieron, y que tienes un sueldo que no es suficiente como enfermera en esa clínica del matrimonio Quincy y que…

—Espera, espera. —Lo miró con los ojos entrecerrados—. ¿Cómo demonios sabes todo eso, David? —Él sonrió nerviosamente, dándose cuenta de que había cometido un error—. ¡Estuviste espiándome e investigándome! ¡Y este encuentro en la joyería tampoco fue coincidencia! ¿O sí?

—No es lo que parece. —Suspiró—. Simplemente quería encontrarte para disculparme bien, no borracho como en esa llamada, pero termine enterándome de que estabas embarazada y encima el bastardo de tu maridito te había dejado prácticamente en la calle. Además, me enteré por un hospital que habías intentado suicidarte.

Kate jadeó y David se vio más culpable.

—Me preocupe, ¿de acuerdo? Sé que es mi culpa que estés así. Y… también me enteré de la enfermedad de tu hijo, sé que también es mi culpa. —Miró tristemente al pequeño—. Estabas arreglándotelas sola estos últimos meses, ese matrimonio te ayudó mucho, pero cuando volví a fijarme me encuentro con que estás a un pelo de que toda tu vida se arruine de nuevo.

—Me siento como un gran trozo de basura por lo que te hice, Kate, lo que te hice a ti y a tus hijos. Realmente no me importa el bastardo de tu ex, mucho menos desde que me entere que te dejó sola y embarazada, pero arruine tu vida y nunca me hiciste nada malo.

—Antes de ser mi novia en la secundaria éramos amigos, y siento que la enfermedad de tu hijo es mi culpa. Por eso quiero compensar mis errores. —La miró casi suplicante—. No necesitas vender ese anillo si no quieres, Kate. Te daré el dinero que necesites.

—¡No quiero tu sucio dinero! —gritó sin poder evitarlo. De inmediato, un agudo chillido se dejó oír en el callejón—. Demonios.

Empezó a consolar a su hijo, aun mirando mal a David.

—¿De verdad no quieres dinero, Kate? Porque parece que lo necesitas.

—No quiero tu dinero. ¡Debería demandarte! ¡Me drogaste, arruinaste mi vida! —Sintió sus ojos aguarse—. No sabes cómo te odio. Te entiendo, entiendo que te sientes mal, pero no puedo dejar de resentir todo lo que hiciste.

—Tal vez tú no quieras mi dinero, Kate. Pero tu hijo lo necesita y lo sabes —declaró—. ¿De verdad vas a rechazar la oportunidad de hacer sentir mejor a tu bebé solo por tu maldito orgullo? ¡Míralo! Va a empeorar sin medicamentos y lo sabes, y aunque vendas el anillo y lo ayudes ahora, seguirá empeorando.

—Pronto será invierno. Necesitará ropa de abrigo y más cuidados y precauciones. ¿Cómo se lo darás sí apenas puedes cuidarte a ti misma y vives en un edificio donde con suerte tienen agua caliente? ¡Deja de lado tu estúpido orgullo y acepta el dinero! No por ti, no por mí, por tu hijo. Porque sabes que lo necesita. Y tú no puedes dárselo. —Auch, golpe bajo.

—Eso es jugar sucio, David. —Sollozó, sintiéndose patética e inútil—. Me estás manipulando otra vez.

—Tal vez, pero esta vez con un buen motivo. —Se encogió de hombros—. ¿Aceptaras mi ayuda, Kate?

La pregunta era innecesaria y ambos lo sabían, a este punto era obvio que no aceptaría un no por respuesta.

Llorosa, asintió, muy en contra de todo lo que su orgullo, su odio y su rencor le gritaban.

Odiaba a este hombre, pero no tenía a nadie más.

Ethan no le creyó, sus jefes no eran ricos, ella no podía sola… No era tan fuerte...

Al aceptar la ayuda de David, sintió como si le vendiera su alma al diablo, pero no tenía más opción.

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