Sabía que estaba cometiendo una locura y es que, ¿Cómo podía ser tan osada y atrevida con alguien que evidentemente no me agrada? Pero, aquí estaba la Aitana competitiva que no quería perder y si esta vez iba a hacerlo, debía ser en grande. Por lo que, decidida, lo besé con todas las ganas de reproducirme con su ayuda, aunque realmente no me agradará mucho la idea. Necesitaba doblegarlo y si debía usar las armas que la lujuria proporcionaba a las mujeres, lo haría. Helmut intenta apartarme y yo me pego a su cuerpo, como si fuera un oso polar aferrado a su árbol. Debía seducirlo y no me importaba que fuera básicamente la persona que más me desagradaba de la tierra.Fue solo cuando estaba quedándome sin aire, que me alejé del hombre con una mirada perdida. Por lo que, lentamente me alejé de él, esperando que dijera algo que me lastimara o alimentara mi deseo de que fuera el hombre que me habían hecho imaginar al momento de anunciar nuestro compromiso. — Estas loca — susurra con sus l
Es solo cuando recupero mi ritmo cardiaco normal, que recuerdo algo que él ha dicho y mi miedo hace que prácticamente hiperventile. Ha dicho helicóptero, ¿Por qué debemos irnos en helicóptero? ¿Acaso lo escogió porque sabe que me da miedo las alturas?Trago duro y camino por donde él desapareció, pero, antes de llegar al primer piso, escucho un helicóptero acercarse, causando que tema por mi vida. Sin embargo, avanzó deseando que él note mi miedo y quiera irse solo o en el mejor de los casos, me deje aquí.Estoy segura de que estaré mejor aquí, lejos de él que en ese castillo. Por lo que, me acerco al hombre del que debo aceptar, se ve más atractivo que en las fotos e ignorando el aura de peligro a su alrededor, llego a su lado. — ¿Qué pasa? — pregunta con frialdad, tomando la máscara que siempre usa para ser frio y grosero.‘Esto no es una buena señal’ murmuro mentalmente. — Yo… ¿puedo quedarme aquí?! — No — dice Helmut firme mirándome, para después mirar hacia el lugar donde ater
Tenía miedo. Apenas me había acercado al helicóptero completamente apagado y sentía que, en cualquier momento, caería desplomada en el suelo, porque mi corazón se detuviera por el temor. Pero, más miedo a eso, me daba ver enojado a quien es mi esposo.Anoche ya había visto de lo que era capaz y no quería darle motivos para que hiciera lo que ayer no se atrevió a hacer. Por lo que, me quedo en silencio, intentando controlar mi miedo, aunque mis manos temblorosas, me delatan. — Pareces una gelatina. Deja de temblar tanto. No te estas enfrentando a la muerte — se queja Helmut y yo trago duro para humedecer mi garganta seca. — Para mí es algo como la muerte. Siento que, con solo verlo, podría morir y por eso, dudo que pueda subir a ese aparato que jamás debió ser inventado. Así que, si tienes prisa, puedes irte en eso, que yo me iré en el yate. Que tenga un buen viaje — digo intentando huir de mi situación.Pero, Helmut se niega a ser un buen esposo o al menos hacer una buena obra en el
No sabía que era lo que había hecho ceder a mi esposo, pero, claramente estaba contenta al ver que no tenía que subir a un aparato que seguramente iba a matarme y más calmada me sentía al estar acompañada de la versión más tranquila que he visto de mi esposo.Llegamos al yate y cuando estoy por subir, uno de sus hombres me extiende la mano, para subir al yate y no caerme por perder el equilibrio. Pero. cuando estoy por tomarla, un gruñido hace que los dos nos detengamos.— No te he dado permiso para que toques a mi esposa — dice Helmut y el chico de inmediato, aleja su mano con miedo.— Lo siento, señor — dice el chico, alejándose de mí.— Iba a ayudarme a subir.— ¿Tienes un problema en las piernas? Porque yo te veo muy bien, para que tengas que recibir ayuda para subir a un simple yate. — Dice Helmut s
Como si caminara siendo dominada por alguien más, me bajo del yate y subo a uno de los autos que es conducido por una mujer. Las amenazas de Helmut y lo que me ha dicho, retumban en mi mente con una señal de alerta, mientras las banderas rojas ondean violentamente.Mi mente hace corto circuito al procesar lo de morir acompañada y solo cuando llegamos a mi castillo, es que reacciono después de ver a más de treinta mujeres, de pie una frente a la otra, haciendo un camino para mí.— Bienvenida al castillo frio, señora Baumann — saludan todas al unísono y el desagrado por escuchar mi apellido al estar casada con Helmut, no se hace esperar.— Llámenme Aitana, por favor — suplico y todas se miran entre sí incomodas.— Señora, tenemos prohibida llamarla así. el señor Baumann dijo que solo podíamos llamarla por su apellido &mda
Quería correr, su mirada asesina me decía que lo hiciera o podría morir ahora, pero, cuando intenté dar un paso, mis piernas perdieron la batalla y caigo al suelo de una manera poco elegante.‘¿Por qué deben pasarme cosas vergonzosas justamente cuando él está cerca?’ Me pregunto mentalmente.— Levántate, ¿o es que te gusta estar en el suelo? — Pregunta Helmut con molestia y yo intento levantarme, pero, mis piernas no responden.— ¿Tienes algo más que decir? Porque si ya has terminado, puedes marcharte. — Digo con frialdad.— No puedes levantarte, ¿verdad?— Puedo levantarme.— Seguramente no has caminado desde que entraste aquí y estuviste todo el tiempo en la misma posición sentada. Eso y que no te alimentadas bien, debió haberte dejado sin fuerzas — dic
Todos se quedan en silencio y él se limita a acercar un plato a mí. Era evidente cuál era su petición, pero, yo me niego a complacerlo y me cruzo de brazos.— Come — ordena Helmut con frialdad.— No tengo hambre — digo y él suspira profundo — Debe ser terrible casarte con una niña, ¿no es así?— Si crees que voy a darte la comida en la boca, suplicando que comas, te equivocas. — Dice Helmut con frialdad — Un paso adelante, Cleotilde — ordena Helmut y la chica que me ha acompañado en la biblioteca, da un paso adelante.— Sí, señor. — Dice Cleo— Dile a tu jefa porque te voy a castigar — dice Helmut transformándose en hombre lobo.— El jefe me va a castigar porque no le recordé que debía comer, no la convencí de ir a
Narrador omnipresenteHelmut, quien había entrado a la habitación de Aitana al haber escuchado como vomitaba, se sorprendió y preocupó cuando la vio desplomarse. La última esperanza, para él ser un hombre lobo sin maldición, se desvanecía ante la posibilidad de que Aitana muriera.— ¡Traigan un médico ahora! — grita Helmut, tomando a Aitana en sus brazos.La mujer de contextura corporal delgada, se perdía en el cuerpo alto y musculoso de Helmut. Su temperatura corporal, escasamente se sentía y al ser una mujer lobo, era preocupante para Helmut.‘La he matado. He matado a una niña por mi maldición’ dice Helmut mentalmente.Uno de los lobos corre y mira a Aitana, lo primero que hace es confirmar que está viva y después de ello, la aleja de los brazos de Helmut, para tratarla, mientras Helmut, se atormenta por lo que