Tenía miedo. Apenas me había acercado al helicóptero completamente apagado y sentía que, en cualquier momento, caería desplomada en el suelo, porque mi corazón se detuviera por el temor. Pero, más miedo a eso, me daba ver enojado a quien es mi esposo.Anoche ya había visto de lo que era capaz y no quería darle motivos para que hiciera lo que ayer no se atrevió a hacer. Por lo que, me quedo en silencio, intentando controlar mi miedo, aunque mis manos temblorosas, me delatan. — Pareces una gelatina. Deja de temblar tanto. No te estas enfrentando a la muerte — se queja Helmut y yo trago duro para humedecer mi garganta seca. — Para mí es algo como la muerte. Siento que, con solo verlo, podría morir y por eso, dudo que pueda subir a ese aparato que jamás debió ser inventado. Así que, si tienes prisa, puedes irte en eso, que yo me iré en el yate. Que tenga un buen viaje — digo intentando huir de mi situación.Pero, Helmut se niega a ser un buen esposo o al menos hacer una buena obra en el
No sabía que era lo que había hecho ceder a mi esposo, pero, claramente estaba contenta al ver que no tenía que subir a un aparato que seguramente iba a matarme y más calmada me sentía al estar acompañada de la versión más tranquila que he visto de mi esposo.Llegamos al yate y cuando estoy por subir, uno de sus hombres me extiende la mano, para subir al yate y no caerme por perder el equilibrio. Pero. cuando estoy por tomarla, un gruñido hace que los dos nos detengamos.— No te he dado permiso para que toques a mi esposa — dice Helmut y el chico de inmediato, aleja su mano con miedo.— Lo siento, señor — dice el chico, alejándose de mí.— Iba a ayudarme a subir.— ¿Tienes un problema en las piernas? Porque yo te veo muy bien, para que tengas que recibir ayuda para subir a un simple yate. — Dice Helmut s
Como si caminara siendo dominada por alguien más, me bajo del yate y subo a uno de los autos que es conducido por una mujer. Las amenazas de Helmut y lo que me ha dicho, retumban en mi mente con una señal de alerta, mientras las banderas rojas ondean violentamente.Mi mente hace corto circuito al procesar lo de morir acompañada y solo cuando llegamos a mi castillo, es que reacciono después de ver a más de treinta mujeres, de pie una frente a la otra, haciendo un camino para mí.— Bienvenida al castillo frio, señora Baumann — saludan todas al unísono y el desagrado por escuchar mi apellido al estar casada con Helmut, no se hace esperar.— Llámenme Aitana, por favor — suplico y todas se miran entre sí incomodas.— Señora, tenemos prohibida llamarla así. el señor Baumann dijo que solo podíamos llamarla por su apellido &mda
Quería correr, su mirada asesina me decía que lo hiciera o podría morir ahora, pero, cuando intenté dar un paso, mis piernas perdieron la batalla y caigo al suelo de una manera poco elegante.‘¿Por qué deben pasarme cosas vergonzosas justamente cuando él está cerca?’ Me pregunto mentalmente.— Levántate, ¿o es que te gusta estar en el suelo? — Pregunta Helmut con molestia y yo intento levantarme, pero, mis piernas no responden.— ¿Tienes algo más que decir? Porque si ya has terminado, puedes marcharte. — Digo con frialdad.— No puedes levantarte, ¿verdad?— Puedo levantarme.— Seguramente no has caminado desde que entraste aquí y estuviste todo el tiempo en la misma posición sentada. Eso y que no te alimentadas bien, debió haberte dejado sin fuerzas — dic
Todos se quedan en silencio y él se limita a acercar un plato a mí. Era evidente cuál era su petición, pero, yo me niego a complacerlo y me cruzo de brazos.— Come — ordena Helmut con frialdad.— No tengo hambre — digo y él suspira profundo — Debe ser terrible casarte con una niña, ¿no es así?— Si crees que voy a darte la comida en la boca, suplicando que comas, te equivocas. — Dice Helmut con frialdad — Un paso adelante, Cleotilde — ordena Helmut y la chica que me ha acompañado en la biblioteca, da un paso adelante.— Sí, señor. — Dice Cleo— Dile a tu jefa porque te voy a castigar — dice Helmut transformándose en hombre lobo.— El jefe me va a castigar porque no le recordé que debía comer, no la convencí de ir a
Narrador omnipresenteHelmut, quien había entrado a la habitación de Aitana al haber escuchado como vomitaba, se sorprendió y preocupó cuando la vio desplomarse. La última esperanza, para él ser un hombre lobo sin maldición, se desvanecía ante la posibilidad de que Aitana muriera.— ¡Traigan un médico ahora! — grita Helmut, tomando a Aitana en sus brazos.La mujer de contextura corporal delgada, se perdía en el cuerpo alto y musculoso de Helmut. Su temperatura corporal, escasamente se sentía y al ser una mujer lobo, era preocupante para Helmut.‘La he matado. He matado a una niña por mi maldición’ dice Helmut mentalmente.Uno de los lobos corre y mira a Aitana, lo primero que hace es confirmar que está viva y después de ello, la aleja de los brazos de Helmut, para tratarla, mientras Helmut, se atormenta por lo que
Sin saber dónde se encuentra, se levanta deseando que todo lo que había visto los últimos tres días, fuera solo una terrible pesadilla de la que apenas ha despertado, pero, apenas sale de la habitación, confirma que no fue una pesadilla y eso, hace que suspire profundo.— Señora, ¿se encuentra bien? No debería estar aquí sola — dice una de las chicas del servicio doméstico al verla.— ¿Cómo esta Cleo? — pregunta Aitana de inmediato y la chica baja la mirada — Por favor, dime que no ha muerto — dice Aitana suplicante.— No, ella está viva. Solo que su brazo no podrá usarse por un tiempo, mientras sana — informa la chica y Aitana suspira aliviada.— Es bueno que no lo haya perdido. — Susurra Aitana y la chica asiente.De inmediato, el enojo con su esposo aparece y aunque quiere ir
Tres meses despuésAitana había pasado unos meses frustrantes, no solo había tenido guardaespaldas hasta para ir al baño, sino que, por petición de su esposo, había tenido que asistir a clases y realizarse exámenes médicos cada dos semanas.Aunque no se mostraban en los mismos, algo extraño, los desmayos seguían ocurriendo y eso, preocupaba a Helmut, quien, desde la distancia, no sabía si la maldición esta vez estaba jugando con el sacrificio antes de llevárselo o si Aitana no moría aun porque si era la cura que estaba buscando.— Sigan buscando la causa. Necesito saber si solo es una coincidencia o si es la maldición — dice Helmut.— Sí, señor — dice la doctora antes que Helmut finalice la llamada.— Señor, ya no hay más nada que hacer aquí. Hemos acabado con todos los lad