—¡Ya llegamos! —Anuncia Egil a Petra con una sonrisa de suficiencia y una mirada aterradora—. Es aquí. Te encantará la sorpresa que preparé para ti.La puerta se abre y Petra ve a Petrona, parada de puntillas en una silla, con grilletes en ambas muñecas y del cuello, colgada del techo, con heridas sangrantes en todo su cuerpo producto de la tortura a la que fue sometida. Un grito desgarrador se oye por parte de Petra en ese mismo instante. Corre hasta ella sin dejar de llorar. Petrona aún sigue viva, pero muy malherida, es imposible que sobreviva por mucho tiempo.—¡Atenla! —Ordena Egil y Petra ni siquiera intenta resistirse esta vez. Sabe que ya es imposible huir. —¿No piensas llorar y rogar por tu vida? —Egil se acerca a ella de manera amenazante y la toma del cuello—. ¿No piensas decir algo a tu favor? ¿Qué todo esto es una farsa creada por tus enemigos? ¿Qué Adelaide tiene la culpa?Petra no dice nada, pero su mirada cambia de un segundo a otro con la mención de Adelaide. La muj
Horas antes, en la carretera que lleva a Zhufun…Dos horas han transcurrido desde que la camioneta que traslada a Lilith y a Vítor salió de la hacienda Arrabal para dirigirse a Zhufun. Esta carretera es totalmente desconocida para Lilith porque nunca antes había visitado la hacienda de esa región; sin embargo, sabe que anteriormente eran solo tierras en decadencia y áridas. A Egil le costó mucho hacerla fértil. Ahora el futuro de todos los trabajadores de esa zona es más prometedor.No ha podido dejar de pensar en él y en lo que escuchó de Petra anoche. Algo de este repentino viaje le da mala espina. Hace ya tiempo que su primo le quitó muchas de sus obligaciones y ahora le pide que se encargue de la hacienda de Zhufun. ¿Por qué la quiere fuera de la hacienda Arrabal?La mirada de Vítor, sentado a su lado, no se aparta del camino oscuro y rocoso, aunque no es capaz de ver nada a su paso. Se lleva sus dedos a sus sienes para masajearlos y mermar el dolor que lo aqueja desde que partier
En la finca, Adelaide se encuentra atareada limpiando su huerto. Desde que su esposo la destinó a ella y a su hija a este lugar, ella misma cosecha las verduras que utiliza para sus comidas y crían algunas gallinas que algunos de los campesinos les regalaron después de que se mudaron. Estas se han multiplicado para este tiempo y tienen carne, huevos y vegetales frescos todos los días. Gracias a Dios no les falta comida y, aunque la casa es pequeña, han vivido tranquilas y ella, dentro de todo, es feliz aquí. Supo de la muerte de Lilith y Vítor. Algunas de las sirvientas que suelen pasar por allí dicen que fue el mismo Egil quien los mandó a su muerte por una traición que había descubierto, pero ni Mercedes ni Irene le han hablado de lo que pasó realmente. Ella, por su parte, prefirió no preguntar demasiado respecto a eso para no abrir heridas a la señora Irene, quien ha sufrido mucho por la muerte de su hija adoptiva. De quién nunca más supo es de Petra, nadie en la hacienda sabe de
—Por favor, Egil —suplica Adelaide, intentando acercarse, pero dos guardias se lo impiden—. Es solo una bebé que apenas está aprendiendo a gatear, por favor, no le hagas daño. Los capataces se conmueven con el llanto de dolor de Adelaide, Egil también, pero no lo demuestra. —¡Vete a tu finca! —Ordena Egil a pesar del nudo en su garganta y los guardias caminan hasta ella para tomarla del codo y hacerla caminar. —Egil, por favor... —Su llanto ronco se apaga cuando ambos hombres la obligan a ir. Ella se resiste a dejar a su hija en manos de su esposo. Patalea, grita, pelea, se arrastra. Eleonor también llora al oír a su madre. Gage da un paso para dirigirse hasta ella, pero Egil coloca su mano frente a él para impedir que intervenga. Él puede ver como la mano de su jefe tiembla incontrolablemente mientras su vista está fija en Adelaide. La joven llora con angustia real creyendo que su esposo va a hacerle daño a su hija. Egil traga saliva un par de veces y se da la vuelta con la niñ
Gage entra en ese momento a la habitación y se da cuenta de la discusión entre ellos.—Sí, eres ese padre que deseó su muerte y la de su madre cientos de veces —replica Irene entre sollozos—, el que la repudió y no le importó que pasara hambre y frío en esa precaria finca durante toda su corta vida mientras tú dormías en las mejores camas, el mismo padre que nunca permitió que la médica la atendiera cuando se encontraba enferma y no dejó que yo le llevara un vaso de leche a Adelaide cuando había dado a luz.—¡Suficiente! —Ahora es Egil quien grita enojado por sus palabras que le duelen más de lo que él admitiría jamás—. ¡No voy a permitir que me insultes de esa forma solo porque estás enojada! ¡Te exijo que me respetes!Gage se acerca a ella y la toma del codo para instarle a salir. La tensión entre ellos es evidente y si no los separa, esta discusión puede acabar mal. Egil está tan molesto que su pecho sube y baja mientras su mirada se torna sombría. —Claro que estoy enojada —Irene
Ester sigue de cerca a Egil mientras se dirigen a la habitación de Eleonor. Egil está muy enfadado, pero ella no podía ocultarle algo tan importante. Entran a la habitación y la niña empieza a llorar más fuerte al ver a su padre, extiende sus manos hacia él rogando ser rescatada. —Ha estado así desde hace horas, señor. Ya no sé qué hacer por ella —dice una de las niñeras que la tenía en brazos cuando llegaron. Egil toca la cara de su hija y efectivamente está con mucha fiebre. Su cara está roja y ella misma se toma la cabeza como si no soportara el dolor que siente. Con gran aflicción la toma en brazos y empieza a caminar con ella de un lado a otro, pero aun así Eleonor no deja de llorar. —Llama al médico ahora mismo, que venga con un pediatra —Indica a Ester y ella sale inmediatamente a hacer la llamada. Poco tiempo después, el anciano llega con otro doctor y examinan a la niña frente a su padre y le recetan unos jarabes diferentes a los que ya la médica le había suministrado.
En las noches, Egil lleva a su hija a su habitación para no perderla de vista y de día es cuidada por su niñera mientras él se ocupa de sus asuntos. En la finca, Adelaide mejora debido a algunos tés que Nora envió para ella por medio de Mercedes. A la noche se sienta encima de una roca y mira hacia el balcón de la habitación de su esposo. Ya había olvidado esa sensación de pérdida que ahora la ahoga. No puede creer que esté separada de su hija, tan cerca y tan lejos a la vez.No puede evitar ponerse triste mientras recuerda cómo él se la llevó. ¿Cómo es posible que él le haya hecho eso? ¿Por qué obliga a su hija a estar sin su mamá siendo aún tan pequeña?Con la vista fija en el jardín recuerda algo muy importante que había olvidado completamente. Se levanta bruscamente y se limpia sus lágrimas antes de mirar a sus lados para verificar que no haya algún guardia cerca. ¿Cómo pudo olvidarlo? Los pasillos por donde él la había llevado hasta el mausoleo de sus padres van a servir para ent
—Hoy su hija estuvo muy tranquila, señor —Ester saca a Egil de su ensoñación—. Comió toda su papilla sin protestar, también hizo su siesta sin mucho esfuerzo. Parece que ya se está acostumbrando a la casa.—¿La médica ya la revisó hoy?—Sí, señor. Ella ya no tiene fiebre y ya no necesita su medicación.Egil se tranquiliza y vuelve a fijar su vista en el documento que está redactando.Esa noche Eleonor duerme bastante temprano luego de su cena. Egil permanece despierto hasta tarde y decide ir por un libro a su biblioteca. Permanece allí un buen rato perdido en sus pensamientos, mirando hacia la puerta que conduce a los pasillos, luego sale al balcón.Adelaide, sentada en la ventana con la luz apagada, puede ver a su esposo aún despierto, asomado en el balcón. Hoy también irá a ver a su hija, ya lo tiene decidido. Lo hará todos los días, solo debe ser paciente y esperar la hora adecuada. —¿En qué piensas, mi niña? —pregunta Mercedes colocándose a su lado—. Te he visto muy distraída des