Hola mis bellos!! Han estado preguntando sobre el final, tranquilos, a esto ya solo le quedan 6 capítulos más. Gracias por estar siempre pendientes y comentando. Besos!!
Pamela se encuentra atareada cocinando dentro de la precaria choza en la que vive con su tía desde que su madre murió hace 20 años.Desde que llegó ayer en la mañana, su tía no ha dejado de reclamarle y llamarla de todas las formas posibles por haber escapado esa noche en la que quiso venderla a ese hombre asqueroso por un poco de dinero. Por supuesto que ella ya está acostumbrada a sus malos tratos con tantos años viviendo con ella, pero lo que hizo esa noche, sobrepasó todos los límites y no piensa dejar que vuelva a ocurrir. Todavía lleva puesta la venda en su rodilla, y aunque el dolor ya es casi inexistente, teme que sus heridas se infecten. Mientras guisa la carne para el almuerzo, toma un vaso de vidrio y sirve un poco de agua, pero al darse la vuelta, una figura oscura y grande sentada en el único sillón de la pequeña salita, la sobresalta, haciendo que el vaso caiga de entre sus manos al suelo. —Hola, pequeña —La voz ronca y firme de Benedict la estremece de pies a cabeza
—¿No es lo mismo que tú piensas hacer? ¿Acaso tú no vas a reclamar lo que compraste? —pregunta Pamela a Benedict en un tono amargo mientras se señala a sí misma. —Por supuesto que sí lo reclamaré —responde él, seco—. Con la diferencia que yo seré tu esposo, conmigo tendrás todo lo que nunca soñaste tener, no te tomaré a la fuerza, pero eso no garantiza que cuando tú misma decidas estar conmigo, no sea duro contigo, porque es así como me gusta follar. Serás la señora Arrabal, la madre de mis herederos, mi mujer. Un silencio abrumador los envuelve en ese momento. Pamela ni siquiera sabe qué responder a eso. Él le extiende su mano y Pamela tarda unos segundos en tomarla. Benedict la lleva a su regazo, así como cientos de veces tuvo a Adelaide. De cierto modo, Pamela le recuerda a ella, su inocencia, su espontaneidad, su sencillez. Benedict inhala el aroma de su pelo antes de dejar un beso nuevamente en su frente. Esto es algo que Pamela nunca antes ha vivido, ni siquiera sabe cómo re
En Roma, cinco años después…—¿Es en serio? —Adriano deja su copa de champaña a un lado y se acerca a Emma, quien está apoyada por el barandal de la terraza, pero mirándolo a él.—Por supuesto. Nunca estuve más segura de esto —responde ella con su habitual sonrisa que derrite de amor a Adriano. El hombre se acerca a ella y toma su rostro con ambas manos antes de dejar un beso suave en sus labios. Ha esperado por este día pacientemente por todos estos años. En muchas ocasiones quiso desistir, alejarse, intentar olvidarla, pero al darse cuenta de que no podía vivir sin ella, volvía a intentarlo una vez más. Hoy es el cumpleaños de Adriano y Emma organizó para él un almuerzo en un hotel muy renombrado de Roma, solo ellos dos, ya que Beatriz y Santos están de viaje en Marruecos, donde fueron a visitar a su madre y vuelven esta noche. En todos estos años, ellos compartieron momentos inolvidables juntos. Todos piensan que son pareja, pero la verdad es que no han podido dar ese paso hasta
Al salir del aeropuerto, Adriano lleva a todos a cenar a una pizzería, donde les comunica que él y Emma van a casarse mañana al medio día. Esa noche, todos se quedan despiertos hasta muy tarde programando lo que van a hacer. Bea se encarga de los postres y la comida, Emma contrata un servicio de planeador de bodas para que organice todo lo necesario, mientras ella escoge un vestido y la ropa para Eleonor y Gaspar. Santos hace las invitaciones a algunos de los socios y empresarios y llama al juez. Adriano organiza el viaje de luna de miel. Había querido ir hace mucho tiempo a Grecia y este es el momento ideal para hacerlo. Gracias al cielo consigue un hotel y un vuelo privado que los llevará hasta allí. El movimiento en la mansión Palumbo comienza desde la madrugada. Nadie está quieto y antes del mediodía, ya todo está listo. Adriano acomoda el boutonniere en la solapa de su saco frente al espejo. La sonrisa no se le ha borrado del rostro desde ayer. Siente que tanta felicidad no
—Amore mio —Emma llama la atención de Adriano, apenas se asoma por la puerta del baño mientras camina a paso lento hacia donde él se encuentra.—Per tutti gli angeli! —dice Adriano en un susurro mientras la detalla de pies a cabeza—. Emma, amore mio…—¿Te gusta? —pregunta ella avanzando con sus taconazos que retumban en toda la habitación, hasta quedarse a un paso de él. Adriano traga saliva un par de veces y ni aun así consigue desanudar su garganta. ¡Mierda! Él sabía que nada sería normal con ella en su luna de miel, pero esto supera ampliamente todas sus expectativas. Emma está tan bella que parece un ángel de seducción. De inmediato y sin ningún preámbulo, él cae de rodillas a sus pies, llevando sus manos a sus muslos y fijando su vista en la piel tersa y tan besable de esa parte de su cuerpo.—Estoy muy excitada, esposo mío —dice ella pasando sus dedos por el cabello de Adriano. Él cierra los ojos por un segundo y deja escapar un suspiro pesado—. ¿Qué harás al respecto?—Te dar
Emma mira con ojos de fuego a su esposo mientras él se esmera en salivar de manera correcta aquel objeto. Luego ella se coloca de espaldas a él, se agacha lo suficiente para ofrecerle una vista única, deliciosa y totalmente sexy de su trasero. La respiración de su esposo se triplica cuando su boca entra en contacto con su cuerpo. Vuelve a aspirar profundamente, sin el menor pudor, ese aroma tan característico de mujer que lo vuelve loco, luego sin más preámbulo y al borde del colapso toma por asalto su parte íntima. La lengua de Adriano está de fiesta esta noche. Recorre con afán cada pequeño espacio entre pliegues, saboreando, como si se tratase, de un néctar de los dioses. —Amor, así —gime desesperada, Emma—. Por favor, continúa. Adriano sigue con su labor, ahora con más ahínco, subiendo un poco más arriba y metiendo más presión en el lugar correcto para lubricar suficientemente ese orificio del cual se deleitará más tarde hasta cansarse. Dirige el tapón lentamente allí, donde
Dos semanas después, en Roma… —¡¿Qué significa esto, Benedict?! ¿Es por esto que querías venir a Italia? ¿Por ella? ¿Para buscarla? Pamela tira la carpeta en la mesa mientras llora amargamente. Ya no soporta esta situación, está cansada de luchar con el fantasma de Adelaide y de Gaspar. Benedict toma una servilleta y limpia las salpicaduras del café en su saco producidas por el choque de la carpeta con su taza, sin el humor suficiente para contestar absolutamente nada al reclamo de su esposa. —Ya no puedo soportarlo, nunca vas a olvidarla. Esta obsesión tuya con ella ya ha llegado demasiado lejos, quiero irme a casa. Pamela camina hasta el sofá donde se sienta para aminorar el dolor de su espalda. Cuando encontró la carpeta esta mañana entre las cosas de su esposo, no podía dar crédito de lo que allí decía. —Puedes irte cuando quieras —le dice él, seco, pero en tono bajo—. Nadie te obligó a venir conmigo, tampoco a meterte en cosas que no son de tu incumbencia. —¿Ella te i
El aire pesado y nauseabundo hace que a Adelaide se le dificulte respirar. Permanece inmóvil contra la pared, sosteniendo con fuerza el ruedo de su vestido, incapaz de dar un paso para ningún lado. La poca luz que entra por la abertura deja entrever lo sombrío del sitio, oscuro, sucio y mohoso, acrecentando su temor de que alguna alimaña se precipite contra ella de un momento a otro.Maldita su suerte ¿Por qué le suceden todas estas cosas?Sus ojos están hinchados de tanto llorar. Este lugar es muy húmedo y hace mucho frío. Solo ruega que Egil le absuelva, que la escuche y ordene que la saquen de aquí antes de que la noche caiga, aunque luego la mantenga encerrada de nuevo en su habitación. Incluso eso será mejor que este lugar tan horripilante.Escucha los murmullos de unos hombres que custodian la puerta y una leve esperanza nace en ella. Ya perdió la cuenta de las horas que lleva en este lugar y desde ese momento el silencio fue su única compañía, hasta ahora.—Señores, por favor,