Adelaide pasa todo el día en la habitación lamentándose. Sus ojos están tan hinchados que hasta le dificulta abrirlos por completo.
Mercedes vino muchas veces a preguntar desde la puerta si necesitaba algo; sin embargo, ella solo le dijo que se fuera y la dejara sola. No comió ni bebió nada durante el día.
Se levanta perezosa y mira alrededor. La noche ya cayó y la fría ventisca que entra por su ventana la hace estremecer.
A pesar de lo cansada que se encuentra, consigue deshacerse del pomposo vestido de novia que ya le está empezando a dar comezón y va directo al baño a limpiarse la cara con agua fría.
En el espejo consigue ver las enormes ojeras que cuelgan bajo sus ojos y su peinado ya maltrecho. Suspira, se ve terrible.
Se baña y busca ella misma una muda de ropa para estar más cómoda y con un chal sobre hombros sale hasta el balcón a admirar el paisaje nocturno de la hacienda Arrabal.
Hoy es un día despejado y muchas estrellas titilan en el oscuro cielo. ¿Qué más se supone que pueda hacer encerrada en este lugar? No cree que sea pecado salir en su propio balcón de vez en cuando.
Petra camina por el pasillo que conduce a la habitación de Adelaide y al notarla sin vigilancia, siente que la suerte se encuentra hoy de su lado.
Con mucho sigilo, coloca su oído en la puerta y al no escuchar nada, gira la perilla y entra. Mira alrededor con la cara asqueada. El espacio es horrendo, las cortinas son de unas telas de muy poca calidad, al igual que las sábanas y ni qué decir de la decoración. Esto parece más la habitación de una sirvienta que la recámara de la esposa de Egil.
Se pregunta cómo alguien puede ser tan poco ambiciosa y exigente. Si ella estuviera en su lugar, disfrutaría y exigiría todos los beneficios que le corresponde por derecho, jamás permitiría este tipo de tratos tan degradantes.
Desde donde está puede verla parada en el balcón. Se acerca lo suficiente para mirarla detenidamente. Ella solo la vio por unos minutos en la ceremonia de la boda, por eso no la había podido detallar muy bien, pero ahora viéndola detenidamente se da cuenta de que Adelaide es hermosa y mucho más joven que ella, que ya había cumplido 25 años hace un mes. Su piel, aunque pecosa, se ve muy tersa y blanca, sus labios finos y rojizos, pero lo que más llama la atención es sin duda su pelo rojizo y ondulado.
Al momento un caudal de envidia y celos se forma en su pecho. No puede permitir que Egil sienta un ápice de atracción por ella. Así como había conseguido mantener a raya a las demás mujeres, lo hará con ella sin duda.
De pronto, como sintiendo la presencia de alguien más en su habitación, Adelaide se voltea asustada por la presencia de esa mujer que ya conoce bien. ¿Qué hace ella aquí?
—¿Qué hace aquí? ¿Quién le dio permiso de entrar? —Consigue preguntar tratando de mantenerse impasible, aunque por dentro está muy nerviosa.
—Soy Petra —Responde la mujer con la ceja arqueada y una arrogancia que a Adelaide no le gusta para nada. Ella no se ha relacionado con muchas personas en el pasado, pero hay algo que nunca le falla y esa es su intuición. Esta mujer es mala y lo puede ver en sus ojos.
—¿Qué hace en mi recámara, Petra? ¿Quién la autorizó a entrar a estas horas? —Vuelve a preguntar, Adelaide, al no recibir esa respuesta de ella.
—No necesito ninguna autorización para entrar aquí —Señala Petra con el dedo—. Tengo el permiso de Egil para circular por toda la hacienda, sin restricción alguna.
Por su tono, la joven sabe que Petra no es de fiar. Muy seguramente es de esas que cree tener poder para controlar al mundo solo porque son capaces de satisfacer sexualmente a un hombre.
—No creo que sea hora para visitas, Petra —Replica de nuevo, la joven. —En todo caso podríamos vernos otro día para platicar, si eso es lo que desea, ahora ya es tarde.
—Estaba con Egil en su habitación y decidí dar una vuelta por aquí antes de volver a la mía y así conocer mejor a la esposa —Petra se quita el chal que trae sobre sus hombros y deja a la vista unas manchas en su cuello y pecho que parecen ser moretones o chupetones. Adelaide siente una incomodidad revolviéndose en su estómago, algo parecido a la decepción. Además, percibe el aroma de Egil en ella y eso la aturde de una manera que no entiende.
—Le agradezco mucho su visita, pero deseo descansar, así que tendré que pedirle que se vaya —Petra tiene otros planes distintos a los de Adelaide y solo sonríe ante su pedido.
—Unos minutos más no le harán daño —Petra se pone a su lado invadiendo su espacio personal y la mira detenidamente—. Además, no necesitará hacer demasiado en la hacienda Arrabal como para que necesite descansar temprano, no creo que su esposo la llame a su habitación después de lo sucedido en la ceremonia. Le diré la verdad, señorita, usted no es su gusto precisamente y creo que ya lo tiene comprobado, ya que él ni siquiera quiso estar a su lado el festejo de su boda. Eso debe ser muy humillante, ¿no es así?
La forma despectiva en que Petra habla deja a Adelaide muy dolida. Lo mismo pensó ella cuando le ordenó que se retirara.
—Yo no soy nadie para discutir los gustos de Egil, además solo nos conocimos ayer —Responde ella inteligentemente. A Petra se le borra su sonrisa de un momento a otro—. Solo me queda acatar sus órdenes como todos en esta hacienda. Él está en su derecho de elegir a la persona que desea que lo acompañe en las reuniones y siempre será la mejor decisión.
La amante de Egil desea replicar, pero unas voces en el pasillo la obligan a desistir. Sonríe y hace un asentimiento antes de dirigirse hasta la salida. Desaparece del mismo modo en que llegó.
Este encuentro entre ellas deja un mal sabor en la boca de Adelaide. No está en su casa ni en su territorio y es obvio que esa mujer le va a poner las cosas muy difíciles en la hacienda Arrabal.
A la mañana siguiente, en el jardín de rosas, Petra y otras jóvenes se hallan hablando entre ellas y riendo mientras señalan hacia donde se encuentra la habitación de Adelaide.Por su tranquilidad, ella decide ignorarlas, abre el libro en sus manos y se concentra en la trama de romance que está leyendo. Mercedes se había encargado de su educación de manera diligente en todos estos años, es por eso que sabe leer y escribir de manera fluida, además de tener conocimiento en varias áreas. Su padre, Bahram Valencia, siempre fue un hombre despiadado con su hija, y a Adelaide no le cabe duda que la odia con todas sus fuerzas, pero aun así dio órdenes para que ella recibiera las clases que necesita una joven de su edad. Si hay algo que le gusta a Adelaide es estudiar y siempre se ha destacado por eso. Lee, escribe y se dedica incluso más que su hermana Nadia y eso se lo había dicho uno de los maestros.Las mujeres en el jardín al final optan por retirarse. Petra, quien había sugerido a las d
La sangre empieza a manchar la ropa de la mujer, mientras algunos guardias vienen a ver lo que sucede. Adelaide se siente aturdida al escuchar los gritos de las otras jóvenes, no entiende lo que pasa, ni por qué Petra la acusó si ella ni siquiera vio lo que había pasado. —¿Quería matarme porque me odia? —Los gritos de Petra alertan a Lilith, quien se encuentra vigilando algunas actividades de los sirvientes en el jardín adyacente. Adelaide permanece callada, aturdida, sin saber qué decir. La prima de Egil acude rápidamente al lugar para ver lo que sucede. Por la sangre en el vestido de Petra, quien llora amargamente, y los gritos de las otras acusando Adelaide, ella puede deducir lo que ha pasado. Lilith se acerca a pasos firmes hasta el tumulto y al momento un silencio profundo inunda el lugar. Adelaide niega con la cabeza mientras su esperanza se desmorona como un castillo de arena cuando Petra dice que ella fue quien la empujó.El rostro de Adelaide se voltea al recibir una bofe
Egil está ocupado haciendo las verificaciones de las otras haciendas. La noticia sobre una inminente huelga de algunos campesinos ocupó toda su atención en este tiempo. Ordenó a Gage acompañarlo y dejó encargado a Vítor sobre los asuntos importantes de la casa con la orden explícita de avisar en caso de que algo urgente requiera su atención. Muy llegada la noche, con un cansancio que pesa sobre su espalda, va hasta su habitación, se quita su saco y las botas llenas de lodo de sus pies por estar recorriendo las siembras y verificando la producción. Lleva una semana entera aquí, el frío cala hasta sus huesos en estas tierras mientras intenta entrar en razón con sus trabajadores. Le está costando más de lo que había creído. Necesita al menos un mes para ordenar todo aquí antes de volver a la hacienda Arrabal. Una huelga de trabajadores es lo que menos necesita justo ahora. Su viaje había sido en total sigilo, nadie se enteró el día que salió de la hacienda para poder resguardar su seg
Muy temprano a la mañana, Mercedes vuelve a pedir reunirse con Lilith, pero los guardias le informan que tuvo que salir de la hacienda para hacer unos pendientes en la capital. Luego de mucho pensarlo y sin poder soportar la incertidumbre, con unas manzanas metidas en sus medias, la nana camina a pasos presurosos por los pasillos que conducen a la parte baja de la casa, donde se encuentran las celdas. Esta casa es muy grande, nada comparado con la de los Valencia, pero gracias a que algunos sirvientes le dieron las coordenadas, al fin puede llegar hasta la parte más baja, en los sótanos. El frío en esta zona es incómodo y el olor de las paredes es atroz. A Mercedes no le cabe en la mente por qué trajeron a Adelaide en este sitio. Si su esposo no estuviera de viaje, esto no hubiese pasado, de eso está segura. Él no sería tan cruel con ella por algo tan insignificante. Cuando llega hasta la entrada, se topa con cuatro hombres armados custodiando el lugar y seis más patrullando la zon
Egil Arrabal y al menos una media docena de sus hombres, salen al encuentro con el informante. Aún es de madrugada, pero la neblina hace que la poca visibilidad en estas carreteras se acentúe.—¿Qué haremos después con ese hombre, jefe? —pregunta Gage, ordenando a los hombres en posiciones estratégicas. Desde ayer que hizo reconocimiento de estos terrenos, una sospecha nació en él. Sabe que no se puede confiar en todo en alguien que traiciona primero a su patrón, y luego a los ideales que decidió seguir. Eso es de gente sin escrúpulos y con ambiciones desmedidas, capaces de vender hasta su alma al mismísimo diablo con tal de llegar a sus objetivos.—Lo necesitamos por ahora —La voz profunda y grave de Egil, quien se encuentra en la parte trasera de la camioneta, lo hace asentir—. Debemos movernos con cautela para aparentar tener confianza. Necesito la información que tiene para darme y así poner fin a estas amenazas de huelga. No pondré en riesgo los productos a causa de un montón de
Petra permanece en la cama con un vendaje en la mano todo el día. Se siente aburrida y malhumorada sin poder hacer nada, pero no puede dar pie a que se sospeche de ella, por lo que no le queda de otra que fingir malestar y obtener así todos sus objetivos.Había mandado un recado a Vítor con Petrona en la mañana y este vino hasta su habitación para cerciorarse de su estado, apenas pudo desocuparse en la oficina.Como secretario de la hacienda es su deber atender todas las necesidades cuando Egil se encuentra ausente. Aunque Lilith es la encargada de la servidumbre y todo lo relacionado con la casa, no puede hacer caso omiso al pedido de Petra. Eso es también parte de su trabajo.—Espero que consiga recuperarse pronto, señorita —dice el hombre mirando a la mujer en la cama—. Y que no quede una cicatriz en su mano. Eso enfurecería mucho al señor Egil.Las palabras de Vítor iluminan la mente de la mujer. Claro, eso es lo que necesita para que termine definitivamente con esa pelirroja. Egi
—No sabía sobre esas órdenes de Egil, señor Vítor —dice Petra apenada, pero inmensamente feliz en su interior—. Yo misma la llamé señora algunas veces. Egil no me dijo nada, si lo hubiese sabido antes, no hubiese pecado ante mi ignorancia.—Lamento mucho que no se le haya informado, señorita. Pero el señor dejó en suspenso su certificado de matrimonio.—¿Y eso es bueno o malo?—Para un título tan importante como la esposa del heredero más conocido y próspero de todos los tiempos, es algo malo, definitivamente. El señor se está negando a reconocerla y darle su apellido, por lo mismo, ningún miembro de la familia la reconocerá como uno de ellos. Aunque, a pesar de eso, sigue siendo alguien importante y digna de respeto por llevar el apellido Valencia.—Sí, comprendo —Sonríe la mujer, pretendiendo ser apacible.Vítor se retira y Petra se queda pensando en su posición. Debe detener a toda costa ese certificado, aunque para eso deba matarla. No puede haber otra mujer más importante que ell
Los gritos de dolor de la mujer llegan hasta los oídos de los guardias que corren a auxiliarla. La llevan de inmediato a su habitación y llaman a la doctora, mientras Adelaide se queda allí, llorando con gran pena, por lo que acaba de pasar.—¿Qué sucedió? —Lilith, quien ese momento regresa de la capital, pregunta al ver la conmoción en la entrada. Baja de la camioneta de inmediato y corre hasta las habitaciones.—¿Pueden decirme qué sucedió aquí? —Entra gritando, empujando a su paso a los mirones que rodean la cama de Petra.—La señorita Petra fue herida nuevamente, mi señora —Informa una de las sirvientas encargadas de la limpieza. Lilith llega hasta ella y la mira sobresaltada. Toda su ropa está empapada de sangre y tiene una herida expuesta en el antebrazo que requiere sutura.—La señorita Petra se encuentra grave, señora Lilith. Necesita atención especializada en el hospital para una sutura correcta. Su herida es profunda y puede dejar cicatrices grandes si no es tratada como se