Esa mujer Petra es muy mala. ¿Vendrá alguien a salvar a Adelaide? Esperemos que sí...
Egil Arrabal y al menos una media docena de sus hombres, salen al encuentro con el informante. Aún es de madrugada, pero la neblina hace que la poca visibilidad en estas carreteras se acentúe.—¿Qué haremos después con ese hombre, jefe? —pregunta Gage, ordenando a los hombres en posiciones estratégicas. Desde ayer que hizo reconocimiento de estos terrenos, una sospecha nació en él. Sabe que no se puede confiar en todo en alguien que traiciona primero a su patrón, y luego a los ideales que decidió seguir. Eso es de gente sin escrúpulos y con ambiciones desmedidas, capaces de vender hasta su alma al mismísimo diablo con tal de llegar a sus objetivos.—Lo necesitamos por ahora —La voz profunda y grave de Egil, quien se encuentra en la parte trasera de la camioneta, lo hace asentir—. Debemos movernos con cautela para aparentar tener confianza. Necesito la información que tiene para darme y así poner fin a estas amenazas de huelga. No pondré en riesgo los productos a causa de un montón de
Petra permanece en la cama con un vendaje en la mano todo el día. Se siente aburrida y malhumorada sin poder hacer nada, pero no puede dar pie a que se sospeche de ella, por lo que no le queda de otra que fingir malestar y obtener así todos sus objetivos.Había mandado un recado a Vítor con Petrona en la mañana y este vino hasta su habitación para cerciorarse de su estado, apenas pudo desocuparse en la oficina.Como secretario de la hacienda es su deber atender todas las necesidades cuando Egil se encuentra ausente. Aunque Lilith es la encargada de la servidumbre y todo lo relacionado con la casa, no puede hacer caso omiso al pedido de Petra. Eso es también parte de su trabajo.—Espero que consiga recuperarse pronto, señorita —dice el hombre mirando a la mujer en la cama—. Y que no quede una cicatriz en su mano. Eso enfurecería mucho al señor Egil.Las palabras de Vítor iluminan la mente de la mujer. Claro, eso es lo que necesita para que termine definitivamente con esa pelirroja. Egi
—No sabía sobre esas órdenes de Egil, señor Vítor —dice Petra apenada, pero inmensamente feliz en su interior—. Yo misma la llamé señora algunas veces. Egil no me dijo nada, si lo hubiese sabido antes, no hubiese pecado ante mi ignorancia.—Lamento mucho que no se le haya informado, señorita. Pero el señor dejó en suspenso su certificado de matrimonio.—¿Y eso es bueno o malo?—Para un título tan importante como la esposa del heredero más conocido y próspero de todos los tiempos, es algo malo, definitivamente. El señor se está negando a reconocerla y darle su apellido, por lo mismo, ningún miembro de la familia la reconocerá como uno de ellos. Aunque, a pesar de eso, sigue siendo alguien importante y digna de respeto por llevar el apellido Valencia.—Sí, comprendo —Sonríe la mujer, pretendiendo ser apacible.Vítor se retira y Petra se queda pensando en su posición. Debe detener a toda costa ese certificado, aunque para eso deba matarla. No puede haber otra mujer más importante que ell
Los gritos de dolor de la mujer llegan hasta los oídos de los guardias que corren a auxiliarla. La llevan de inmediato a su habitación y llaman a la doctora, mientras Adelaide se queda allí, llorando con gran pena, por lo que acaba de pasar.—¿Qué sucedió? —Lilith, quien ese momento regresa de la capital, pregunta al ver la conmoción en la entrada. Baja de la camioneta de inmediato y corre hasta las habitaciones.—¿Pueden decirme qué sucedió aquí? —Entra gritando, empujando a su paso a los mirones que rodean la cama de Petra.—La señorita Petra fue herida nuevamente, mi señora —Informa una de las sirvientas encargadas de la limpieza. Lilith llega hasta ella y la mira sobresaltada. Toda su ropa está empapada de sangre y tiene una herida expuesta en el antebrazo que requiere sutura.—La señorita Petra se encuentra grave, señora Lilith. Necesita atención especializada en el hospital para una sutura correcta. Su herida es profunda y puede dejar cicatrices grandes si no es tratada como se
En los límites de la hacienda de Zhufun, Nadia Valencia resopla por su suerte mientras Gabriel intenta reconfortarla.Son dos las semanas que llevan viviendo en esta pequeña finca en medio del bosque y ella se siente molesta y aburrida, pero sobre todo iracunda debido a su precario pasar. Para ella este lugar es horrendo, sucio, sin comodidades y el frío le cala hasta los huesos. Los mosquitos no la dejan dormir en las noches y sin mencionar que no ha comido nada decente desde que vinieron a instalarse aquí.—Dijiste que estaríamos aquí solo por unos días —ella lo enfrenta—. Ya no soporto este sitio, Gabriel. No es lo que me prometiste. No merezco esto, solo mira mi cabello, mis uñas, mis piernas están llenas de picaduras de mosquitos, no hemos comido más que carne de pollo durante todos estos días, el agua no es potable y deja un malestar en mi estómago y todo esto aunado a que ni siquiera puedo darme un buen baño para relajarme. —Conoces nuestra situación, Nadia. Sabes que los homb
—¡Tenga cuidado, mujer! —gruñe Gage cuando Nadia choca contra su auto en su prisa por cruzar la calle—. Está muy distraída.El hombre la mira de manera despectiva y amenazante. La joven baja la mirada y con su capucha oculta su rostro para no ser reconocida por él, aunque es casi imposible debido a su atuendo, pero es mejor asegurarse.Gage mira a la mujer en frente y le parece conocida. Está seguro que la vio antes en otro lugar, pero es imposible. Ella está desarrapada y sucia. Su pelo está desordenado y también sucio. No hay forma de que la haya visto por estos lugares.—Disculpe, señor —Murmura, ella, con la voz fingidamente ronca. Gage gruñe en respuesta y da marcha al auto y se aleja. Unos metros después se para y voltea nuevamente, pero ella ya desapareció entre el gentío que se encuentra en la calle principal a esta hora.—¿Qué sucede? —Un hombre con un sombrero ancho y vestido de campesino pregunta acercándose de manera discreta a su ventanilla—. Actúas como si hubieses vist
En el hospedaje, Egil Arrabal espera impaciente la llegada de Gage.Con una botella de whisky en la mano intenta aplacar el terrible dolor de su hombro, su herida aún está sangrando a pesar de todos los medicamentos que le recetó el doctor. Se despoja de su abrigo y una gran mancha de sangre lo hace resoplar. Se quita la camisa lentamente, también las vendas que cubren esa parte y deja a la vista la herida de bala que aún se encuentra en carne viva. Toda la sangre que perdió por el disparo lo debilitó de sobre manera.Vuelve a tomar unos tragos de su bebida para darse valor. Toma su daga, el que heredó de su bisabuelo y coloca la punta en el fuego, dejando que el metal se caliente lo suficiente hasta volverse de un color rojo vivo antes de ubicarlo por unos segundos encima de su herida. Un grito desgarrador se oye por todo el lugar poniendo en alerta a Gage quien va llegando en ese momento.El intenso dolor deja a Egil semi consciente, tirado en el suelo. Él prefiere creer en los viej
El camino a la capital es muy turbulento debido a la lluvia y en varias ocasiones, Gage, se ve obligado a parar y verificar el estado de su jefe, quien está acostado en la parte trasera de la camioneta. Quizás el doctor tenía razón y la bala estaba envenenada realmente. Eso explicaría el estado de salud tan deplorable de Egil en tan poco tiempo. Lo bueno es que al menos ya no está sangrando y eso es un gran avance.—Llévame a la hacienda —pide Egil en una de esas paradas—. Ya me siento mejor. No quiero ir a la clínica. —Pero necesita atención especializada, señor —Gage trata de hacerlo entrar en razón—. En la clínica van a poder atender su herida de manera más adecuada. Si necesita otro antídoto, allí le van a poder aplicar.—¡Haz lo que te digo, Gage! —Pese a su estado, Egil lo mira de manera autoritaria. Su asistente no tiene de otra que asentir—. Quiero ir a la hacienda, ahora. Mientras tanto, luego de pasar por el bosque más espeso de entre los límites de Zhufun y Vinoxy, Nadia