En el hospedaje, Egil Arrabal espera impaciente la llegada de Gage.Con una botella de whisky en la mano intenta aplacar el terrible dolor de su hombro, su herida aún está sangrando a pesar de todos los medicamentos que le recetó el doctor. Se despoja de su abrigo y una gran mancha de sangre lo hace resoplar. Se quita la camisa lentamente, también las vendas que cubren esa parte y deja a la vista la herida de bala que aún se encuentra en carne viva. Toda la sangre que perdió por el disparo lo debilitó de sobre manera.Vuelve a tomar unos tragos de su bebida para darse valor. Toma su daga, el que heredó de su bisabuelo y coloca la punta en el fuego, dejando que el metal se caliente lo suficiente hasta volverse de un color rojo vivo antes de ubicarlo por unos segundos encima de su herida. Un grito desgarrador se oye por todo el lugar poniendo en alerta a Gage quien va llegando en ese momento.El intenso dolor deja a Egil semi consciente, tirado en el suelo. Él prefiere creer en los viej
El camino a la capital es muy turbulento debido a la lluvia y en varias ocasiones, Gage, se ve obligado a parar y verificar el estado de su jefe, quien está acostado en la parte trasera de la camioneta. Quizás el doctor tenía razón y la bala estaba envenenada realmente. Eso explicaría el estado de salud tan deplorable de Egil en tan poco tiempo. Lo bueno es que al menos ya no está sangrando y eso es un gran avance.—Llévame a la hacienda —pide Egil en una de esas paradas—. Ya me siento mejor. No quiero ir a la clínica. —Pero necesita atención especializada, señor —Gage trata de hacerlo entrar en razón—. En la clínica van a poder atender su herida de manera más adecuada. Si necesita otro antídoto, allí le van a poder aplicar.—¡Haz lo que te digo, Gage! —Pese a su estado, Egil lo mira de manera autoritaria. Su asistente no tiene de otra que asentir—. Quiero ir a la hacienda, ahora. Mientras tanto, luego de pasar por el bosque más espeso de entre los límites de Zhufun y Vinoxy, Nadia
Hoy es el segundo día que Adelaide se encuentra en esa horrible y oscura habitación, atada de pies y manos, con la muñeca ya herida a causa de la fricción de la cuerda y con un frío que apenas puede soportar. Todo su cuerpo tiene magulladuras y su tobillo, donde ese hombre le pegó, está hinchado y morado, con un dolor punzante que recorre hasta su hueso. —Por favor —dice tan bajito que aquel hombre que la observa desde cierta distancia no consigue escucharla. Está cansada, hambrienta y sedienta. Sus fuerzas amainaron hace mucho debido a los golpes y el ayuno forzado. Su mente es un lío absurdo. Su mirada borrosa ya no le permite comprender con claridad lo que sucede a su alrededor, su único anhelo es poder librarse de este duro castigo al que está siendo sometida, aun siendo inocente. —Hoy es el segundo día —murmura una mujer que se encuentra al lado de ese hombre asqueroso—. El secretario del señor Egil ordenó que ella estuviese en este lugar solo por tres días. Necesitas ser más
—Eso no sucederá. He servido fielmente a la familia Arrabal desde que tengo trece años, lo contrario a usted, que es solo la sustituta de su hermana, la traidora, la que huyó con su amante.—Le diré a Egil de la cicatriz que tiene en la espalda baja, así me creerá.Fabio abre los ojos, impresionado. Adelaide lo vio cuando estaba en la intimidad con la sirvienta. Ambos pensaron que ella estaba desmayada debido al hambre, pero no. Ahora él no tiene forma de refutar eso en caso de que el señor Egil decida comprobar si lo que dice ella es verdad.—Cuando él pida que se lo muestre, se dará cuenta de que tengo razón y lo condenará. Voy a detallar cada una de las atrocidades que me hizo, también le hablaré de esa mujer con quien estaba recientemente. No me callaré, haré que todos caigan conmigo.Fabio se aleja a pesar de su negativa. Esta perra es de armas tomar y no tiene más opciones que ceder, a menos que ella lo haga perder la paciencia, pero si piensa que tiene la última palabra, está m
—Me enviaron junto usted, señora, por ayuda. Vengo de la hacienda, mi niña, Adelaide Valencia, tercera hija del señor Bahram Valencia y la fallecida señora Amaranta, casada recientemente del señor Egil, está siendo torturada en secreto. El señor, quien se encuentra de viaje, no lo sabe. Temo por su vida, señora Irene.—¿Quién te dijo que yo podía ayudar a la joven Valencia?Por supuesto que Irene ya sabía de la boda de su sobrino y de la huida de la novia original y que Adelaide había sustituido a su hermana en el compromiso. Los cotilleos habían llegado a sus oídos por parte de la servidumbre.—El prisionero innombrable me mandó en su búsqueda —Irene lleva su mano a la boca cuando la escucha nombrarlo. Entonces él aún sigue vivo—. Ella de verdad necesita su ayuda, estamos solas en estas tierras, sin nadie que abogue por nosotras.Irene se queda callada, un buen rato, recorriendo la sala a pasos lentos, como si estuviera sopesando todas las posibilidades. Hace muchos años que no pisa
Adelaide está inconsciente cuando es llevada a su cuarto por tres sirvientes. Mercedes es notificada que debe ir a ayudar en su aseo y una tristeza profunda le acapara cuando nota su estado.Su espalda está toda mascullada, sus muñecas tienen heridas profundas y sangrantes y sus tobillos están muy hinchados y también con heridas. Su pierna izquierda es la más lastimada.No soporta la forma en que alguna de las sirvientas se burlan de la desgracia de Adelaide y murmuran cosas entre ellas, riéndose. Les pide que la dejen sola con ella y ayudada de una tijera va cortando su vestido para no moverla demasiado y lastimarla aún más. El rostro de Adelaide está muy pálido y sus pupilas muy dilatadas. Llama inmediatamente a Mónica, la doctora de la señora Irene, sospechando que ella haya ingerido algún tipo de veneno o alguna droga alucinógena.Mónica lo confirma en cuanto la inspecciona. Mientras ella se encarga de curar las heridas de la joven, Mercedes sale en búsqueda de las medicinas que
La noche es bastante larga para Egil y Adelaide.El medicamento que el médico le aplicó a Egil hizo ceder la fiebre, aunque sigue dormido, mientras que Adelaide pasó la noche muy inquieta y gimiendo de dolor. Las medicinas que Mónica empleó en su curación no surtieron el efecto deseado y hasta llegó a vomitar un par de veces.Llegada la madrugada, por fin se quedó dormida. Mercedes se quedó velando por ella en todo momento.Ya en la mañana, la señora Irene pasa al comedor para desayunar con Lilith. El secretario de Egil también ya se encuentra conversando con ella.—Buenos días, señora Irene —El anciano la saluda con mucha efusividad, Irene solo asiente para corresponder a su saludo—. Espero que haya pasado una buena noche. Si necesita cambiar algo, por favor no dude en pedirlo.—Gracias, Vítor, pero no necesito nada por ahora, sin embargo, me gustaría saber si tiene noticias de mi sobrino y de su regreso.—El señor Egil se encuentra en una misión importante, señora. Nos llegaron noti
Aún bastante mareado, Egil se sienta en su cama luego de un arduo trabajo. Todo su maldito cuerpo le duele. Su cabeza palpita fuerte y constantemente impidiéndole pensar con claridad.—Señor Egil, no es conveniente que se levante, aún está delicado —El médico se sorprende cuando entra a la habitación y lo ve sentado—. Por favor acuéstese, necesita mucho reposo para recuperar sus fuerzas.—Lo que tengo es mucho por hacer, eso del reposo no es asunto de jefes de familia —Egil intenta ponerse de pie, pero sus piernas ceden y cae nuevamente a la cama.—Le dije que no está apto para caminar todavía, señor. Su salud es delicada. Por favor, debe acostarse.Egil resopla y se acuesta nuevamente. Odia que le ordenen lo que debe hacer, pero nunca se había sentido tan débil como ahora, por lo que no le queda de otra que hacer caso al médico. Sus piernas no responden como él quisiera y su vista está borrosa.Malditos todos aquellos que quisieron matarlo. No saben donde se están metiendo. Ahora Egi