En el momento que Adelaide regresa a la habitación de su esposo para preparar el baño, él aún sigue con los ojos cerrados. Ella se arrodilla a su lado y lo despoja de sus zapatos, aprovecha para darle algunos masajes y buscar su bata.El baño lo deja listo en un rato.Cuando Egil se levanta para ir hasta la bañera, nota al instante la mancha roja en la cara de Adelaide. Mientras ella lo ayuda a quitar su saco, él la mira detenidamente. Sus dedos pican por quitarle ese mechón de pelo cobrizo que cae suavemente sobre su frente y ver el tono exacto de sus ojos.—¿Quién te hizo esto? —Pregunta en tono firme, pero bajo. Adelaide lo mira directamente a los ojos por unos segundos— ¿Quién le dio ese golpe en el rostro?—Tuve un encuentro con Petra en el pasillo cuando me dirigía aquí —Titubea, Adelaide. Egil la mira con las cejas fruncidas.—¿Ella te hizo esto? —Egil toma su mentón con los dedos y mira la marca roja minuciosamente.—Sí, fue ella —Adelaide traga grueso al contestar. Tiene much
Nadia se queda mirando por la ventana por un largo rato para sosegarse. Nora le salvó la vida y la mantuvo oculta todo este tiempo para que nadie pudiera darse cuenta de que había sobrevivido, curó cada una de sus heridas sin siquiera conocerla o pedirle algo a cambio, debe confiar en ella.—Ven a comer que se te va a enfriar la sopa —dice la anciana desde la mesa—. No te preocupes tanto, ya tengo listo lo que usaremos. Será fácil y rápido.Lo dicho por la mujer hace voltear a la princesa. Nora señala con el dedo unos frascos con un líquido azulado. Nadia vio cuando ella los estaba preparando ayer de noche, pero pensó que eran unos de esos mejunjes que lleva al hospital para los leprosos.—¿Qué es eso? —Se acerca e intenta tocar la botella, pero Nora se lo impide.—Nuestra arma, Nadia —Contesta simplemente, Nora—. Come y trata de descansar porque mañana será un día crucial para el comienzo de tu venganza.Nadia asiente y luego de ayudar a la mujer a lavar los platos, va a descansar co
—¡¿Qué significa esto?! —Grita el hombre al despertar y encontrarse totalmente atado de manos y pies de una gran madera del techo—. ¡¿Por qué me tienen atado?!El lugar es maloliente y oscuro. Parece ser un viejo establo, hay todo tipo de animales recorriendo por el sitio. El techo está lleno de agujeros por donde se cuela el agua de la lluvia y a sus pies solo hay charco.—¡Libérenme ahora mismo porque no serán capaces de soportar las consecuencias! No saben quién soy y ni de lo que soy capaz. Nadia lo mira desde una ventana a su espalda, con una sonrisa macabra en su rostro que presagia el aterrador destino que le espera a ese hombre.—El bello durmiente al fin despertó —La voz de Nadia lo sobresalta. Él intenta voltearse para saber su posición—. ¿O debería llamarte Lucio? Lucio Burnett, conocido ladrón, violador y asesino de mujeres.—¡No puedes acusarme de lo que no tienes pruebas, maldita! Mis hombres me buscarán y cuando me encuentren, terminaré lo que no hice antes.La joven s
Nadia, baja del auto y entra al establo donde prepara algunas cosas antes de bajar a Pedro, pero cuando va saliendo de allí, el policía la intercepta en la puerta.La joven se lleva la mano al pecho para aminorar el susto al ser descubierta. ¿Acaso la vio subir a ese hombre al auto y por eso la siguió? El policía le apunta con su arma mientras se acerca lentamente.—Señorita Nadia Valencia, en nombre de su padre, Bahram Valencia, ordeno que venga ahora mismo conmigo a la jefatura antes de entregarla a su familia.El policía mira a su alrededor con cautela por si alguien más se encuentre en el lugar.—Estoy sola y desarmada, oficial —dice Nadia buscando tregua—. No es necesario que me amenaces con tu arma. ¿Qué podría hacer yo, una mujer débil, para luchar contra un hombre grande como tú?—No te estoy amenazando, señorita. Solo me estoy asegurando de que no haya alguien que me ataque de sorpresa. —Te repito que estoy sola. Si deseas puedo mostrarte el resto de la casa. Vivo con una an
Nadia, Nora y el oficial Peña llegan al pueblo de Vinoxy e investigar sobre los dos hombres, es más difícil de lo que creían. Ninguno de los tres consigue nada relevante, aunque algunos dicen haberlos visto por la casa de una prostituta la noche anterior con otro hombre mayor, pero que desconocen el nombre. Peña aprovecha que las mujeres se encuentran distraídas y llama a uno de sus camaradas para que le dé un mensaje al mismo Bahram Valencia con la ubicación de su hija Nadia. Sabe que está fallando a la promesa que le hizo a la joven, pero fallar a su juramento como policía es mucho peor, según él.Nora, quien lo observa de manera disimulada desde un punto, se da cuenta de su intención y tras escuchar su conversación telefónica, busca inmediatamente a Nadia. Le comenta lo que escuchó y ambas tienen claro lo que se debe hacer con él. El oficial ya debería saber que Nadia no perdona ninguna traición.Luego de muchas búsquedas y sin dar con alguna pista que los conduzca al hombre que h
—La hacienda Arrabal no solo es una de las haciendas más prósperas de este país, Vítor —dice Gage respondiendo a las dudas de Vítor—, sino una de las más fuertes. Cuando las haciendas más pequeñas empiecen a pasar carencias de semillas y otras provisiones, acudirán junto a nosotros y no dudarán en ayudar para encontrar a los culpables.—Pero esto sigue siendo una locura. Nadie puede afirmar con certeza que eso ocurrirá como se plantea. ¿Qué pasará si ellos piden ayuda a otras haciendas?—Lo harán —Egil contesta con voz tranquila, sin dejar de escribir—. Han dependido de la hacienda Arrabal desde la administración de mi bisabuelo. No tienen otra alternativa más que ceder.—Además, supongamos que sucede tal como lo plantean, pero, ¿Cómo puede delegar una responsabilidad tan grande como la firma de un beneplácito a una esposa inexistente? ¿Al señor Arrabal se le olvidó que no tiene una esposa legal, por consiguiente tampoco herederos?Los miembros de la junta empiezan a murmurar entre el
Cuando Adelaide regresa a su habitación, una de las sirvientas le indica que Egil ha regresado de la oficina y la manda llamar. Ella se levanta pesarosa de la silla y camina hasta la habitación de su esposo. ¿No le dijo que estaría en la oficina todo el día? Ahora ella está preocupada de que alguien más la haya visto en los sótanos y le haya contado a Egil. Eso sería su final, como dijo la señora Irene. —Esposo —Hace un asentimiento hacia él cuando los guardias le permiten la entrada—, ¿me mandó llamar? El corazón de la joven late desesperado. Con la cara impasible de su esposo, ella raras veces consigue descifrar si está enojado o tranquilo. —Quiero que mandes a preparar una cena, así como la otra vez, para dos personas —dice Egil con la vista fija en sus reacciones. Adelaide se soba la mano contra su vestido, nerviosa—. Que todo esté listo para dentro de dos horas. ¿Dos horas? ¿No es muy temprano para cenar con su amante? Apenas es media tarde. —¿Eso es todo o necesita algo más?
—Todo eso puede cambiar si le pides a Egil que la restituya en tu cargo —dice Petra a Lilith—. Estoy completamente segura que él no se lo negará. Además, eso ayudará a que Adelaide ya no esté tan cerca de él todo el tiempo. Ya no le servirá de nada.Lilith piensa unos minutos en las palabras de la mujer. En cierto modo tiene razón y su idea puede funcionar. Ya no soporta saber que esa jovencita esté todo el tiempo con Egil cuando debería ser ella quien lo atienda.Las mujeres hablan por un largo rato, poniéndose de acuerdo en muchas cosas que harán a partir de hoy. Lilith jamás pensó que tendría que unirse a Petra para poder sacar del medio a Adelaide, pero no tiene otra alternativa. La necesita por ahora, pero cuando ella se haya ido, sacará de en medio también a Petra, o eso cree ella.En el ala principal de la hacienda, Adelaide va a pasos apresurados hasta la cocina para pedir a las sirvientas que la ayuden con todos los preparativos de la cena mientras busca a la señora Irene. De