—¡¿Qué significa esto?! —Grita el hombre al despertar y encontrarse totalmente atado de manos y pies de una gran madera del techo—. ¡¿Por qué me tienen atado?!El lugar es maloliente y oscuro. Parece ser un viejo establo, hay todo tipo de animales recorriendo por el sitio. El techo está lleno de agujeros por donde se cuela el agua de la lluvia y a sus pies solo hay charco.—¡Libérenme ahora mismo porque no serán capaces de soportar las consecuencias! No saben quién soy y ni de lo que soy capaz. Nadia lo mira desde una ventana a su espalda, con una sonrisa macabra en su rostro que presagia el aterrador destino que le espera a ese hombre.—El bello durmiente al fin despertó —La voz de Nadia lo sobresalta. Él intenta voltearse para saber su posición—. ¿O debería llamarte Lucio? Lucio Burnett, conocido ladrón, violador y asesino de mujeres.—¡No puedes acusarme de lo que no tienes pruebas, maldita! Mis hombres me buscarán y cuando me encuentren, terminaré lo que no hice antes.La joven s
Nadia, baja del auto y entra al establo donde prepara algunas cosas antes de bajar a Pedro, pero cuando va saliendo de allí, el policía la intercepta en la puerta.La joven se lleva la mano al pecho para aminorar el susto al ser descubierta. ¿Acaso la vio subir a ese hombre al auto y por eso la siguió? El policía le apunta con su arma mientras se acerca lentamente.—Señorita Nadia Valencia, en nombre de su padre, Bahram Valencia, ordeno que venga ahora mismo conmigo a la jefatura antes de entregarla a su familia.El policía mira a su alrededor con cautela por si alguien más se encuentre en el lugar.—Estoy sola y desarmada, oficial —dice Nadia buscando tregua—. No es necesario que me amenaces con tu arma. ¿Qué podría hacer yo, una mujer débil, para luchar contra un hombre grande como tú?—No te estoy amenazando, señorita. Solo me estoy asegurando de que no haya alguien que me ataque de sorpresa. —Te repito que estoy sola. Si deseas puedo mostrarte el resto de la casa. Vivo con una an
Nadia, Nora y el oficial Peña llegan al pueblo de Vinoxy e investigar sobre los dos hombres, es más difícil de lo que creían. Ninguno de los tres consigue nada relevante, aunque algunos dicen haberlos visto por la casa de una prostituta la noche anterior con otro hombre mayor, pero que desconocen el nombre. Peña aprovecha que las mujeres se encuentran distraídas y llama a uno de sus camaradas para que le dé un mensaje al mismo Bahram Valencia con la ubicación de su hija Nadia. Sabe que está fallando a la promesa que le hizo a la joven, pero fallar a su juramento como policía es mucho peor, según él.Nora, quien lo observa de manera disimulada desde un punto, se da cuenta de su intención y tras escuchar su conversación telefónica, busca inmediatamente a Nadia. Le comenta lo que escuchó y ambas tienen claro lo que se debe hacer con él. El oficial ya debería saber que Nadia no perdona ninguna traición.Luego de muchas búsquedas y sin dar con alguna pista que los conduzca al hombre que h
—La hacienda Arrabal no solo es una de las haciendas más prósperas de este país, Vítor —dice Gage respondiendo a las dudas de Vítor—, sino una de las más fuertes. Cuando las haciendas más pequeñas empiecen a pasar carencias de semillas y otras provisiones, acudirán junto a nosotros y no dudarán en ayudar para encontrar a los culpables.—Pero esto sigue siendo una locura. Nadie puede afirmar con certeza que eso ocurrirá como se plantea. ¿Qué pasará si ellos piden ayuda a otras haciendas?—Lo harán —Egil contesta con voz tranquila, sin dejar de escribir—. Han dependido de la hacienda Arrabal desde la administración de mi bisabuelo. No tienen otra alternativa más que ceder.—Además, supongamos que sucede tal como lo plantean, pero, ¿Cómo puede delegar una responsabilidad tan grande como la firma de un beneplácito a una esposa inexistente? ¿Al señor Arrabal se le olvidó que no tiene una esposa legal, por consiguiente tampoco herederos?Los miembros de la junta empiezan a murmurar entre el
Cuando Adelaide regresa a su habitación, una de las sirvientas le indica que Egil ha regresado de la oficina y la manda llamar. Ella se levanta pesarosa de la silla y camina hasta la habitación de su esposo. ¿No le dijo que estaría en la oficina todo el día? Ahora ella está preocupada de que alguien más la haya visto en los sótanos y le haya contado a Egil. Eso sería su final, como dijo la señora Irene. —Esposo —Hace un asentimiento hacia él cuando los guardias le permiten la entrada—, ¿me mandó llamar? El corazón de la joven late desesperado. Con la cara impasible de su esposo, ella raras veces consigue descifrar si está enojado o tranquilo. —Quiero que mandes a preparar una cena, así como la otra vez, para dos personas —dice Egil con la vista fija en sus reacciones. Adelaide se soba la mano contra su vestido, nerviosa—. Que todo esté listo para dentro de dos horas. ¿Dos horas? ¿No es muy temprano para cenar con su amante? Apenas es media tarde. —¿Eso es todo o necesita algo más?
—Todo eso puede cambiar si le pides a Egil que la restituya en tu cargo —dice Petra a Lilith—. Estoy completamente segura que él no se lo negará. Además, eso ayudará a que Adelaide ya no esté tan cerca de él todo el tiempo. Ya no le servirá de nada.Lilith piensa unos minutos en las palabras de la mujer. En cierto modo tiene razón y su idea puede funcionar. Ya no soporta saber que esa jovencita esté todo el tiempo con Egil cuando debería ser ella quien lo atienda.Las mujeres hablan por un largo rato, poniéndose de acuerdo en muchas cosas que harán a partir de hoy. Lilith jamás pensó que tendría que unirse a Petra para poder sacar del medio a Adelaide, pero no tiene otra alternativa. La necesita por ahora, pero cuando ella se haya ido, sacará de en medio también a Petra, o eso cree ella.En el ala principal de la hacienda, Adelaide va a pasos apresurados hasta la cocina para pedir a las sirvientas que la ayuden con todos los preparativos de la cena mientras busca a la señora Irene. De
Petra, con su porte característico de arrogancia, mira a Adelaide de pies a cabeza con una sonrisa en el rostro.—Ya se le está haciendo costumbre atender a las amantes de su esposo. Tal parece que usted no le parece para nada atractiva, por eso prefiere tener a otras —Le dice a Adelaide al oído.—¡Vete de aquí, Petra! —Irene le ordena con voz firme. Algunos de los guardias se ponen en alerta al escucharla.Petra se retira del lugar sin perder la sonrisa de triunfo en el rostro. Los ojos de Adelaide empiezan a picar. Ella logró abatirla de nuevo.—Querida…—No dijo nada que no fuese cierto —Adelaide la interrumpe—. Tanto Ana como ella son muy hermosas y siempre gustarán más a su sobrino que yo.—Adelaide, tú eres una joven muy hermosa, no te olvides de eso nunca. Estoy totalmente segura que tanto Ana como Petra quisieran un poco de tu belleza.—Nunca podré ser como ellas. Yo simplemente no nací para esto, ni siquiera sé maquillarme o verme arreglada, no me gustan esos vestidos sensual
—Este lugar es hermoso —dice Adelaide tan suave que Egil apenas logra oírla. A su espalda la observa detenidamente mientras ella recorre paso a paso el sitio.De cierto modo, Egil refleja a su madre en Adelaide. A ella también le gustaba leer novelas y llevar vestidos y maquillajes sencillos. Su tía Irene le contaba historias de ella cuando era niño, de cuanto amaba las plantas y lo servicial que era con los más necesitados.Adelaide se encuentra tan ensimismada mirando algunos de los muchos libros en el estante cuando de pronto siente la mano de su esposo despejar su cuello y colocar algo frío allí. El rozar de los dedos de Egil la hace emitir un gemido bajo que no pasa inadvertido para él.—Egil yo… —Ella nunca antes lo había llamado por su nombre y para los oídos de Egil tiene un sonido especial su nombre, dicho desde su boca.—Esta gargantilla era de ella —La interrumpe él abrochando una hermosa y delicada joya con un dije de rubí, con forma de gota—. Es la misma que ella usa en e