Petra, con su porte característico de arrogancia, mira a Adelaide de pies a cabeza con una sonrisa en el rostro.—Ya se le está haciendo costumbre atender a las amantes de su esposo. Tal parece que usted no le parece para nada atractiva, por eso prefiere tener a otras —Le dice a Adelaide al oído.—¡Vete de aquí, Petra! —Irene le ordena con voz firme. Algunos de los guardias se ponen en alerta al escucharla.Petra se retira del lugar sin perder la sonrisa de triunfo en el rostro. Los ojos de Adelaide empiezan a picar. Ella logró abatirla de nuevo.—Querida…—No dijo nada que no fuese cierto —Adelaide la interrumpe—. Tanto Ana como ella son muy hermosas y siempre gustarán más a su sobrino que yo.—Adelaide, tú eres una joven muy hermosa, no te olvides de eso nunca. Estoy totalmente segura que tanto Ana como Petra quisieran un poco de tu belleza.—Nunca podré ser como ellas. Yo simplemente no nací para esto, ni siquiera sé maquillarme o verme arreglada, no me gustan esos vestidos sensual
—Este lugar es hermoso —dice Adelaide tan suave que Egil apenas logra oírla. A su espalda la observa detenidamente mientras ella recorre paso a paso el sitio.De cierto modo, Egil refleja a su madre en Adelaide. A ella también le gustaba leer novelas y llevar vestidos y maquillajes sencillos. Su tía Irene le contaba historias de ella cuando era niño, de cuanto amaba las plantas y lo servicial que era con los más necesitados.Adelaide se encuentra tan ensimismada mirando algunos de los muchos libros en el estante cuando de pronto siente la mano de su esposo despejar su cuello y colocar algo frío allí. El rozar de los dedos de Egil la hace emitir un gemido bajo que no pasa inadvertido para él.—Egil yo… —Ella nunca antes lo había llamado por su nombre y para los oídos de Egil tiene un sonido especial su nombre, dicho desde su boca.—Esta gargantilla era de ella —La interrumpe él abrochando una hermosa y delicada joya con un dije de rubí, con forma de gota—. Es la misma que ella usa en e
Egil ordena que busquen a Adelaide y la traigan de inmediato, pero ni siquiera su nana sabe donde se encuentra ella.Esta es la oportunidad que Lilith había esperado. Un rato después, regresa con su primo y le informa que Adelaide fue buscada por todo la hacienda y que nadie supo dar con su paradero.—Tal vez sea mejor que retome mi puesto, Egil —Sugiere ella aprovechando la rabia de su primo por lo sucedido—. Hay mucho trabajo por hacer en la casa y la joven Valencia no conoce los métodos para mantener el orden aquí. Los sirvientes no la respetan como deberían porque ella es muy frágil con todos.—Hablaremos de eso en otro momento —Responde él dejándola con la palabra en la boca.Egil sale de su habitación y va hasta la habitación de su esposa, donde la espera sentado en el sillón durante casi dos horas enteras.Adelaide pierde totalmente la noción del tiempo. Cuando se da cuenta de ello vuelve rápido hasta su habitación, preocupada, pero a la vez contenta de hablar de tantas cosas c
La señora Irene y Adelaide llegan a la habitación y llaman a Mónica y Mercedes inmediatamente. —Querida, Mónica, va a revisarte y ver si te encuentras en condiciones para recibir a tu esposo esta noche —dice Irene a Adelaide mientras la ayuda a acostarse en su cama y levantar su vestido. Adelaide no entiende que es lo que harán con ella, pero ya está decidida y no hay marcha atrás—. Te traje aquí, a mi habitación, porque aquí nadie va a molestarnos. Mónica pide a la joven que abra las piernas y ella, con mucha timidez, lo hace. La médica la revisa minuciosamente y confirma a Irene que ella está totalmente sana y lista. Luego coloca unas gotas de un líquido frío en su interior y le da una pastilla para tomar. —Este té es afrodisiaco —dice Mercedes colocando en manos de Adelaide una taza humeante. Irene la i***a a beberla toda junto con la píldora. La joven no pregunta para qué es, pero puede imaginarlo. Es obvio que es un estimulante. Pasan las horas y empieza a sentirse extraña e
Una vez que Adelaide despoja de sus calzados a Egil, él le extiende su mano y la lleva a su regazo. Pasea su nariz por su cabello mientras sus dedos largos recorren su brazo desnudo hasta llegar a su espalda. Abre la cremallera de su vestido lentamente y mete una de sus manos dentro de él hasta tomar uno de sus pechos.Adelaide emite un gemido ahogado al sentir la manipulación de esa parte de su cuerpo tan sensibilizado por el té afrodisiaco. Egil aprovecha ese momento para bajar el escote de su vestido y liberar ambos senos. Los endurecidos pezones de la joven lo reciben gustosos cuando empieza a masajearlos de manera erótica.Egil no deja de observarla ni un instante deseando poder grabar en su retina cada reacción de ella. Lleva su boca a uno de sus pezones y empieza a succionar con ansias, mordisqueando, lamiendo, chupando. Juega con él torturando a su esposa de una manera insoportable para ella.Cambia al otro pecho y lo muerde dolorosamente por unos segundos para enseguida succi
Adelaide no deja de temblar. Esta experiencia es nueva y bastante dolorosa para ella, aunque se encuentra muy excitada, no deja de sentirse temerosa.Recuerda lo que Mónica le enseñó de los movimientos suaves de cadera. Cierra sus ojos y empieza a moverse lentamente, como le indicó ella, para permitir que el pene de su esposo entre poco a poco dentro de ella. Se siente demasiado llena que hasta su respiración se vuelve agónica.Egil lleva sus manos a ambos lados de su cadera y la detiene cuando siente la barrera romperse. Por unos segundos permanecen así, quietos, dejando que sus cuerpos se reconozcan y acepten, para que no sea tan doloroso para ella.—Mírame, Adelaide —Pide él—. Necesito ver tus ojos mientras te entregas completamente a mí.La joven coloca ambas manos a cada lado de su hombro y se acerca toda a él, uniendo su frente a la suya. Tiene muchas ganas de besarlo, pero no puede cruzar ese límite, al menos que sea él quien dé ese paso primero.Las pupilas de Egil empiezan a
En los alrededores de la hacienda Arrabal, Nadia y Nora se encuentran cerca de un bar donde se suelen reunir los obreros luego de sus horas de trabajo.Nadia los ha estado vigilando durante tres días enteros. Todas las dudas que tenía acerca de quién contrató a esos hombres para el trabajo ya le fueron despejadas cuando vio a Fabio, uno de los guardias de la hacienda hablando secretamente con la sirvienta de Petra. Ella sabía que no podía ser otra más que la amante de Egil. Esa maldita también tiene los días contados y le encantará darle su merecido próximamente.Cuando termine con Fabio, pedirá ayuda a su padre para volver a ser la prometida de Egil. Eso ya lo tiene decidido. Va a demostrarles a todos que al final sí pudo más.La idea de Nora de venir hasta aquí fue lo mejor que pudo habérsele ocurrido. Gracias a su nueva apariencia, en este lugar se enteró de muchas cosas, entre ellas, sobre su odiosa hermana y su boda poco común con su prometido.Ella ya está bastante recuperada. L
Nora prepara un té relajante para darle de tomar a Nadia antes de aplicarle una inyección. Le advierte que el proceso que le hará será doloroso, por lo que tendrá que dormirla para que no sienta nada.Nadia acepta y deja que la anciana proceda.Después de aproximadamente doce horas durmiendo, finalmente ella despierta, pálida y adolorida. Nora le advierte que aún no puede levantarse y la ayuda a ponerse cómoda para alimentarla y recuperar fuerzas.—¿Logró quitarlo? —pregunta ella con la mirada perdida y la voz lánguida—. ¿Consiguió arrancarlo de mi vientre?—Ya está todo hecho, ahora solo debes recuperarte y no pensar en nada. Este proceso es muy delicado y no dejaré que te muevas de la cama por al menos una semana hasta que esté segura de que todo va bien. Las cosas se complicaron y prefiero no arriesgarme.—¿Qué quieres decir con que las cosas se complicaron?—Tuviste una hemorragia muy fuerte, por poco, no consigo salvarte, Nadia. Lo más seguro es que ya no puedas quedar embarazada