95 Con reverencia

Mario y Amelia fueron a la habitación de Pedro, él puso una lánguida sonrisa cuando los vio juntos con sus trajes de bodas. Se quitó la mascarilla de oxígeno con la voz débil les dijo:

—Ya están unidos, como Dios manda. —Amelia se inclinó y le dio un beso en la frente.

—Si papá, ya puedes estar tranquilo.

—Ya puedo morir en paz.

—No, tienes que mejorarte, aún te falta conocer a tu nieto. —Mario agregó:

—Debe aferrarse a la vida, Amelia y yo queremos que usted conozca a nuestro retoño.

—Nadie manda ni elige cuánto tiempo vivir. Jesucristo le entregó su alma a Dios cuando supo que ya era hora de partir… yo también… ya le entregué la mía.

Amelia y Rita se pusieron a llorar.

—Papá no quiero que te mueras. —Pedro suspiró.

—Gracias hijos.

Pedro se veía fatigado, entonces Rita le acomodó la máscara.

—Te ves cansado Pedro, mejor duerme un rato. —Pedro acomodó su cabeza hacia un lado, parecía que se sentía muy cómodo.

Rita le dijo a Amelia que fuera a descansar.

—Descanse un poco Amelia, R
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